1.1 COVADONGA EN LA LITERATURA (II): NARRATIVA[1] Cayo González Gutiérrez Los datos históricos sobre Pelayo y la batalla de Covadonga no siempre son históricos y dignos de crédito. Los textos más antiguos son, sin duda, los cronísticos. Diversas son las crónicas ya cristianas ya árabes en torno al final del reino visigodo y el comienzo del Reino de Asturias. El Romanticismo con su sentimentalismo e imaginación desbordante dio como históricos hechos que no lo eran, exceso que se encargaría de superar el criticismo del siglo XX llegando a negar incluso la misma base del levantamiento de Pelayo y su desobediencia a los árabes. No cabe duda de que las crónicas de la Edad Media añaden con facilidad acontecimientos y episodios no estrictamente históricos. Pero no por ello los podemos excluir de una visión literaria, muchas veces poco fiel a la historia pero digna de recuerdo y permanencia para la posteridad. Haremos pues algunas referencias a las primeras crónicas que nos hablan o silencian el hecho mismo de Covadonga y lo que presumiblemente allí sucedió. En 1918, fecha del XII Centenario de la Batalla de Covadonga, la Revista Covadonga, decía en torno a la historicidad o no de Covadonga: “…En España… ha vivido a través de todas las vicisitudes, de todas las edades y tiempos, y perdurado hasta nuestros días en la conciencia de todos… la memoria de unos desfiladeros abruptos, acceso dificilísimo a una cueva misteriosa, … Lo que siempre y en todo tiempo y por todos se admitió no es de sabios ni de avisados el negarlo…”…. “Que nosotros sepamos, nadie, absolutamente nadie, ni historiográfico, ni literato, ni político, ha explicado racionalmente los orígenes del magno resurgimiento patrio del primer tercio del siglo VIII, como no fuera mirando a estos riscos y a estas hondonadas y desfiladeros sagrados…”. Los “godos” que sobreviven a la batalla del Guadalete, en el año 711, huyen hacia el Norte, empujados por los invasores árabes, llegando muchos de ellos a Asturias. Así lo atestigua la Crónica de Alfonso III. Según esta crónica, Pelayo viene a Asturias; era hijo del duque Favila, y había sido “ espatario” de don Rodrigo, último rey godo. Según la crónica “Albeldense” Pelayo habría sido expulsado de Toledo por el rey Vitiza y dice que se rebeló en Asturias contra los árabes. Los árabes habrían entrado en Asturias, según Sánchez Albornoz, a través del Camín Real de la Mesa, desde Astorga, por vías romanas. Antes de la rebelión de Pelayo, Munuza, compañero de Tarik, era el gobernador de Gijón, según las Crónicas de Alfonso III y la Albeldense. Según algunas crónicas, este se habría enamorado de la hermana de Pelayo, alejado de Asturias con una embajada, y tal vez este hecho provocase la rebelión de Pelayo que pronto concentra en su alrededor a muchos ástures. Acompañan a Pelayo hacia los Picos de Europa, en torno al monte Auseba. Esta rebelión, que dio lugar a la batalla de Covadonga, tuvo lugar, según Sánchez Albornoz, en el año 718. Así lo vemos en las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, que hablan de la “Cova dominica”. La Crónica más antigua que conocemos es del año 754. Así nos la presenta García Villada (La batalla de Covadonga en el tradición y la leyenda, por el P. García Villada[2]): “Existe una crónica latina que narra los acontecimientos de los emperadores, de los árabes y de España desde 649 hasta 754. Su autor es desconocido. Se le ha atribuido a Isidoro Pacense o de Béjar, aunque hoy en día se cree que la escribió un anónimo de Córdoba o Toledo. El autor fue contemporáneo de muchos de los hechos que narra. Ni siquiera menciona en ella la batalla de Covadonga. Hace constar al menos tres veces que además de la historia escribió un epítome, donde dejó estampados muchos de los hechos que omite o toca sólo incidentalmente en aquella”. Es extraño este silencio. ¿Hablaría en alguno de los epítomes citados de Covadonga? Posteriormente encontramos la “Crónica Albeldense” (883/976) en que ya encontramos a Pelayo como “rey de Asturias en Cánicas”. De las mismas fechas más o menos es la “Crónica de Sebastián”, obispo de Salamanca, quien escribe, según parece, a petición de Alfonso III el Magno. Puede considerarse como la Crónica oficial de Alfonso III. Como la mayoría de las Crónicas, lejanas a los hechos, exagera el número de combatientes (habrían perecido unos 124.000 árabes y unos 63.000 habrían huido por los Picos de Europa desapareciendo después en un hundimiento de los montes en Cosgaya. La Crónica del Silense, a principios del siglo XII (posiblemente escrita por un monje de Silos), habla de 187.000 guerreros. Sigue bastante fielmente la Crónica de Alfonso III. Basílica y C ruz de Priena Posteriormente, en el siglo XIII, tenemos dos nuevas crónicas: Chronicon Mundi, de Lucas de Tuy y De rebus Hispaniae, de Rodrigo Jiménez de Rada. Las crónicas árabes son mucho más sobrias al citar números; así el historiador Aventaric dice que Pelayo tenía consigo unos doscientos hombres que “nada más tenían miel para comer”. Enfrente estarían los árabes al mando de Aljama o Alkama con unos 6.000 hombres. Según don Luciano López y García-Jove: “EL pacense escribió en Córdoba y en Toledo, ciudades dominadas por los musulmanes; y su silencio, en lo relativo a Covadonga y a Pelayo, pudo ser hijo de la necesidad de vivir en paz con los árabes. No era prudente, ni político el recordar a los árabes la vergüenza de su vencimiento en Covadonga…” Más en el ámbito de la leyenda y no en el de la historia podemos citar, entre otros, por lo atrevido de sus afirmaciones, algunos autores actuales que que hablan de Covadonga incluso antes de Pelayo. Así en Dos cantos épicos sobre Covadona por Bernardo Acevedo: “Roma era dueña de España al advenir el Cristianismo a nuestro país, y es posible que en esa época se hubiese levantado en la Cueva del Auseba el altar de Nuestra Señora, y acaso también que desde entonces se hubiera llamado Covadonga (Cueva de la Señora) a la ermita de la Virgen. Más de tres siglos, por lo tanto, estuvo el santuario oscurecido, y sólo visitado por los pobres pastores de la montaña…” En Notas de Covadonga (por Arturo de Sandoval, canónigo de Oviedo, en Alonso Rguez. Batalla y Santuario de Covadonga) se dice: “Antiguo Monasterio. “Veintisiete años habían transcurrido desde el muy lamentable suceso de la pérdida de España; veintidós desde la épica empresa realizada en Covadonga, y tres, solamente, desde el fallecimiento del héroe de esa jornada, cuando en 740 se erigió allí un Monasterio a la excelsa Virgen, con el propio título de Covadonga, dedicado a Santa María…” “Fue su fundador ilustre el tercero de los Reyes de Asturias y primero, entre los de España que llevó el nombre de Alfonso, después el Católico llamad. Había contraído matrimonio con Hermelinda, hija de Pelayo, y hermana de Favila. Desde Alfonso X el Sabio hasta el siglo XVII apenas si se agregaron a la tradición de la batalla nuevos pormenores; pero en el citado siglo, tan abundante en falsos cronicones, se desbordó la imaginación del canónigo Luis Alfonso de Carballo en sus Antigüedades, del caballero de Trilles en su Asurias ilustrada,, de D. José Micheli y Márquez en El Fénix Católico, D. Pelayo el Restaurador, y de D. Gregorio Menéndez Valdés en su Gigia antigua y moderna, los cuales siguieron a ciegas al celebrado Tarif Abentarique. Entre las muestras más antiguas de la literatura en torno a Covadonga encontramos la Crónica sarracina o del Rey don Rodrigo con la destrucción de España, fechada en 1430, aunque la copia que se conoce es del ultimo tercio del siglo XV. Es obra de Pedro del Corral, que recoge tradiciones orales y se basa en crónicas anteriores como la de Don Pedro el Cruel, del Canciller Lope de Ayala y algunas como la del Troyano o la del Toledano que hacen referencias a los primeros años de la Reconquista. Añade Pedro del Corral episodios fantásticos fruto de su inagotable imaginación. Según los críticos Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal esta crónica sería “el más antiguo ejemplo de novela histórica de argumento nacional”. En ella aparecen ya muchos de los personajes que se repetirán posteriormente en todos los intentos de novela histórica sobre Covadonga: Tarik, don Opas, la Cava, Pelayo, don Rodrigo, Favila, doña Luz… D. José Micheli y Márquez publica en 1648, en Madrid, El fénix católico don Pelayo el Restaurador renacido de las cenizas del Rey Vitiza y don Rodrigo,que será reproducido en edición facsimil en 1980, en Oviedo, con notas de Agustín Hevia Ballina. Es una obra en que se mezclan episodios históricos, legendarios, y totalmente imaginativos. Entre estos es curioso el capítulo que hace a Pelayo visitar Jerusalén. Pelayo, según esta obra, se decidió a conquistar León. Como otras obras sobre Pelayo habla del enamoramiento de Munuza, gobernador de Gijón, de la hermana de Pelayo, a la que aquí se le llama Reparada. Pelayo exhorta a la lucha contra el invasor a Vizcaínos y asturianos. Nos presenta la cueva de Covadonga consagrada a Santa Ana y a la Virgen María. En el siglo XVII encontramos a Lope de Vega con El último godo, comedia en tres actos. Pelayo es uno de los personajes. Se verá en el próximo número. A finales del siglo XVII, Luis Alfonso de Carvallo publica Antigüedades y cosa memorables del Principado de Asturias, 1695... En el Título nono, p. 99, habla del Infante D. Pelayo. Munuza se enamora de la hermana de D. Pelayo, quien es el primero que tiene don. Don Pelayo convoca gente y determina levantarse. Presenta una descripción precisa del sitio de Covadonga: …y por esso le llamaron Cuebadonga, que en leguaje asturiano antiguo, quiere decir Gran Cueba. Los obispos don Sebastiano, el de Veja, y el de Astorga, la llaman Cueba de Santa María, porque en ella había un altar dedicado a la Virgen Nuestra Señora, y habitava un Ermitaño en ella, retirado de los bullicios del mundo.. (sigue el relato de la llegada de Pelayo a la Cueva persiguiendo a un malhechor). En el siglo XVIII, 1754, Alonso de Solís escribe El Pelayo., poema en 12 cantos y más de 350 pp. Cuenta toda la historia de Pelayo y Munuza; el envío de Pelayo a Córdoba. Tiene mucha fantasía. Pelayo y el ermitaño. D. Opas. Batalla, cruz en el aire. Huye Alcamán. Pelayo sigue a Munuza y lo mata. Ya en el siglo XIX hay una novela histórica, escrita en francés y traducida al castellano[3]. José Caveda y Nava en su Carta comentario a Antonio Cavaniles, 1828, habla de una novela histórica que este pensaba escribir con Pelayo como tema dominante. Le convenció de que no la publicase. “Para Caveda la “invención” prima sobre lo histórico. Pelayo ha de ser el héroe cristiano. Entre el Pelayo de Jovino y la propuesta de Caveda hay coincidencias aunque también disensiones. Coinciden en el protagonismo de Pelayo frente a la Virgen y al pueblo sublevado. Coinciden en el paso a segundo término de la intervención sobrenatural, que en Jovellanos prácticamente no existe y en Caveda se plasma en algunos hechos concretos, mas como elemento literario. Jovellanos excluye a la Santina en su afán potenciador del mito a través de la Arquitectura, proyecto de Ventura Rodríguez”[4]. En 1839 escribe (Caveda) una Poesía en asturiano sobre la batalla de Covadonga (Proclamación de Pelayo sobre el escudo, La aparición de la cruz en el cielo, La intervención de lo sobrenatural, El ´heroe cristiano”). Posteriormente, en 1879, publicará su Examen crítico de la Restauración de la monarquía visigoda en el siglo VIII. Divide su examen crítico en: Análisis de la cronología, Los lugares, Las personas y los sucesos; termina con una relación del reino asturiano creado por Pelayo como continuación de la monarquía visigoda. La descripción que de Covadonga hace Caveda es muy romántica; cita a Jovellanos que también había hecho una descripción fantástica del lugar. He aquí una cita realmente literaria: “Allí cada sitio encierra una memoria querida de los buenos; cada peñasco es un baluarte; cada angostura, la tumba de un héroe; cada eco de la montaña una voz misteriosa que, resonando todavía al través de los siglos, expira en la soledad como el último rumor de la victoria”. “La misma existencia de la cueva le resulta un comprobante de la existencia de los hechos”. El inolvidable D. José Zorrilla nos ha legado la Leyenda sobre el origen de Pelayo. Veamos parte de esta Leyenda recogida y comentada por Acacio Cáceres Prat del que hablaremos después: “La leyenda es la historia más bella del famoso Pelayo. El gran poeta Zorrilla canta y describe su heroica aparición en el mundo con los hermosos versos de su leyenda “La Princesa doña Luz”. Unn caballero (Godofredo) encuentra al niño Pelayo en un río: “Un tronco acaso creyólo; Y sin volverlo a mirar, A la corriente dejolo; Mas el hidalgo iba solo Y oía cerca llorar”:.. “Halló en un lienzo embreado Cuidadosamente atado, Y por un lado vencido Con peso al lienzo cosido Un cajoncito cerrado. Encima de la cubierta Con primoroso artificio Y con resortes abierta Dejaba al aire un resquicio Una pequeña compuerta, Mas puesta con tal primor, Que a la comprensión menor Que en sus dos lados obraba, Cerrábase y recordaba Después su forma anterior… Dio en un resorte y por fin Saltó la tapa y un niño Topó como un serafín; Mostrando origen no ruin Sus vestiduras y alivio”… Un pergamino se encontró en la caja que traía el infante: “Quien tuviere la fortuna Tal tesoro de encontrar Guarde secreto y no tema Daño por ello jamás. Que es este niño olvidado Infante de origen tal Que puede a quien le sirviere Sobre gigantes alzar”. Y termina Zorrilla diciendo que Godofredo, que era tío suyo, “le hizo llamar Don Pelayo Y celebró fiesta tal, Que no la hubiera tan grande Al ser su hijo en realidad”. “Yo he estado-dice Acacio Cáceres- en la Monumental Alcántara y he visitado el antiguo convento de se famosa Orden, y en uno de sus extensos claustros me han enseñado a un ángulo una capilla gótica, en cuya bordada y primorosa cúpula aún se encuentran unas altas argollas de las cuales pendían, hasta hace algunos años, las cadenas que sujetaban allí, testificando la antigua tradición, un cajoncito histórico que sirvió de flotante cuna al heroico Pelayo. Lago Enol Sigue Acacio: “Pelayo, según la tradición y la leyenda, que respeta la historia, nació secretamente en una torre del antiguo Alcázar de Toledo, de una princesa real, perseguida por la lubricidad del Rey su tío, a quien odiosamente repulsaba; y era hijo de Don Favila, primo del Rey Egica, y Duque de Cantabria; Y por lo tanto, el que luego fue héroe, era sobrino del monarca godo; razón por la cual la tradición y el pueblo le llaman el Infante, siendo en la Corte Conde Palatino, valiente y virtuoso”. (la veremos más adelante en Acacio Cáceres Prat, Covadonga, pp. 63-64). Sigue Zorrilla recogiendo leyendas y tradiciones sobre Pelayo y sus orígenes. Así en Cantos del Trovador. Colección de leyendas y tradiciones históricas. Madrid, 1841, 3 v.: Habla de la Princesa Doña Luz, que no quiere abrir sus aposentos al Rey. Este desespera, cree que hay otro, la difama, incluso la lleva al tribunal con un falso acusador. “Y ante ella, a esta dama acuso / por mujer torpe y liviana / pues su amor vendió villana… Cuyas pruebas no rehúso”. / A doña Luz condenaron / a morir en una hoguera / si desmentir no pudiera / lo que allí le demandaron”: Doña Luz: “juro que miente / y apelo al juicio de Dios”. Por último hay que citar de Zorrilla El puñal del Godo (es una comedia en un solo Acto, 1842). Hablaremos de ella en el próximo número de la Revista. En 1853 se publica Pelayo, el restaurador de España. Novela histórica, Madrid, de 650 páginas y de no mucha altura literaria en sus 54 capítulos. Su autor fue Juan de Dios Mora. Ya a finales del siglo XIX, muy prolijo en novelas históricas, Antonio de San Martín publica La Virgen de Covadonga: novela histórica original, 1870. (222 pp.) con el siguiente índice que nos permite ver las fantasías e invenciones propias del Romanticismo:. ÍNDICE: C. 1 D. Pelayo en el monte Auseva. La luz misteriosa. C. 2 El templo subterráneo. La trompa de Gotomaro C 3. Historia de una emboscada. El señor de Munuza, gobernador de Gijón. C. 4. Desaparición de Odayfa y de Usenda. Los remordimientos de don Pelayo. Socorro inesperado. C. 5 Las ovejas encantadas y el pastor condenado. El palacio del diablo. C. 7 La oración de don Pelayo. Un milagro de la Virgen de Covadonga. C. 8 Muerte de Odayfa. Asalto de la torre. Victoria sobre los infieles. C. 9 La doncella de Covadonga. C 10. La historia del conde Clotario……. C. 17 El campamento de don Pelayo. C. 18 La batalla de Covadonga. C. 19 El triunfo de don Pelayo. Fervor religioso del pueblo… C. 22. Aventura del ermitaño de Covadonga.. Conclusión: p. 256 Pedro Armengaud escribe, por estas fechas, Pelayo, conquistador de la monarquía española: novela histórica escrita en francés. Trad. española, Barcelona, 1873. Tan sólo he podido consultar el T. 2 que comprende los libros VII al XIX. Habla de Alfonso, duque de Cantabria, acusado por Muza en Toledo, quien lo lleva a la cárcel. Munuza en Toledo. Muza y Alkamán rodean Toledo. Pelayo defiende la parte de Oriente, Leandro el N y Teodoberto el poniente. Turismundo y Muza con su hijo Abdalasis rompen el muro. Pero acude Pelayo, Theudis (hijo de Hermenegildo) y otros. Arrancan el pendón de Mahoma. Las dos divisiones agarenas perdieron la mitad de sus hombres. Al final habla de la derrota de Toledo. Munuza y Akkamán y Abuzara se dirigen a conquistar la Lusitania, La Galicia, Asturias y León. Munuza se establece en Gijón, capital de los estados de Pelayo, que creía muerto. El infante Pelayo tomó el camino de sus estados, pero solo. Munuza lleva consigo a Hormesinda. En el libro XII había penetrado con sus tropas, corriendo de monte en monte, y trepando siempre por las ásperas sierras, hasta el estrecho valle de Covadonga. Los cristainos, siendo ya en número de 8… Según nos cuenta el Libro XIII, Pelayo ordenó a su pequeño escuadrón de 300 hombres atacar Gijón por mar. E. Martínez de Velasco publica su Guadalete y Covadonga del año 600 al 900 (páginas de la historia patria). Madrid, 1878, 256 pp. Acacio Cáceres Prat es el autor de Covadonga. Tradiciones, historias y leyendas, 1887, libro en total consonancia con nuestro artículo no sólo por las historias y leyendas que nos transmite desde distintas fuentes, sino también porque el propio libro es modelo de redacción literaria. Como veremos tiene fragmentos realmente preciosos. “El presente libro se dedica más que al Principado a Covadonga”. Ya en el Prólogo Antonio Balbín de Unquera expresa bellamente: “Covadonga no ha tenido hasta nuestros días ni libro, ni basílica, pareciendo abandonada”, y si por la historia es célebre, por la naturaleza es aquel paisaje superior a todo elogio”. “No ha muchos años que la expedición a Covadonga, sobremanera incómoda, era un acontecimiento singular en la existencia de los mismos asturianos”. “Tres o cuatro veces se eligió a Pelayo por héroe de ese poema épico que hemos sabido hacer pero no escribir, y tres, cuatro veces, nuestros vates o abandonaron la empresa o únicamente produjeron obras infinitamente inferiores al objeto de sus inspiraciones”. “La vida anterior de Pelayo, magnate godo, ha sido igualmente objeto de leyendas, como si no le bastase la fama de sus proezas”. “Dícese que arrojado siendo niño a las aguas del Tajo, como otro Moisés, fue recogido y educado con el mayor cuidado y sigilo”. Podemos encontrar fragmentos en Acacio Cáceres de auténtica fantasía romántica. “Partió el coche hacia la heroica Covadonga”. “Montes de Covadonga, cerrados por completo en conjunto fantástico y selvático, levantan sus elevadas cimas a los cielos, dibujando en el aire su agreste crestería y algunos revestidos de fragosos bosques, formando aquellas rústicas montañas un parapeto abrupto, inexpugnable, de imponente defensa, como un salvaje y natural baluarte… con la vista en el cielo, las plantas en el monte y las armas al brazo”. “Y apareció el Auseba, ¡el sacrosanto monte, tabernáculo heroico de la historia, sereno como el Sinaí, alto como el Thabor, sombrío como el Gólgota!”. “Salve, bendito monte del Auseba, gigante de los siglos, pirámide del tiempo, que como las de Egipto, eres indestructible mausoleo que guardas en tu seno de granito el fúnebre sarcófago donde reposa un héroe”. “Ciclópeo escudo que embrazó la Europa; en ti rebotaban las aceradas flechas de los árabes, volviéndose hacia ellos, según la tradición; tú fuiste un día la patria entera, pues toda la cristiana España se redujo a ti;.. ¡Salve, gloriosa Cueva, templo santo que Dios mismo labró con el cincel constante del torrente”. “… Mientras el sacro Deva, el murmurante e tortuoso río, que desciende de los sinuosos ámbitos de la caverna heroica, serpentea entre parque y maleza con perpetuo rumor”... “siendo aquel rojo río el Mar Rojo de España”… “Vi todas las catedrales, pero allí (Covadonga) vence el arte, el imperio solemne de la naturaleza soberana, la fuerza de la fe y el poder de la historia”. “Sirviendo de cauce vertical al sonoro torrente del Reinazo, que en cascada espumosa y resonante y con intermitencias, desciende desde el lago de Enol hasta la gran caverna aumentando el caudal del futuro Deva”. “El lago de Enol: “Amanecía; los primeros albores de la aurora esmaltaron con sus rosadas tintas las cimas de las altas montañas, que los estrechos horizontes cierran, dorando los cerrados cristales de los balcones de aquel hospitalario albergue, cuando las sonoras campanas del vecino santuario de la Cueva vibraban con resonantes ecos al toque de alba, llamándonos a Misa”. “Leyenda de don Opas: tal es la histórica conseja, y allí está sobre el monte el obispo fantástico de piedra, la abominable efigie, la rígida estatua de granito de don Opas, condenado por la historia y el tiempo…”. “En torno del Santuario de Covadonga, ciérnese también la leyenda: ya citando a un ermitaño que vivió en la Cueva, antes de que Pelayo a ella se retrajese con su hueste, ya hablándonos de ángeles que conducían por los aires la madera y la piedra para erigir un templo que no llegó a levantarse, a lo que alude cierto grabado antiguo de la cueva, ya, por último, hablándonos de prodigiosos saltos del corcel de Pelayo, de flechas que lanzadas por moros a cristianos rebotando de la peña venían a herir a los muslines que las disparaban, ya, por último, de arroyos tintos en sangre, que perpetuasen a la vista de los observadores la desolación y el horror del Campo de la matanza. “La vida anterior de Pelayo, magnate godo, ha sido igualmente, objeto de leyendas, como si no le bastase, desde la jornada de Covadonga, la fama de sus proezas. “Es tradición antigua, conservada también por los montañeses del Auseba, que cuando el Caudillo Pelayo acampó a sus faldas, habitaba la solitaria Cueva-Longa un piadoso ermitaño que rendía allí culto a una devota imagen de la Virgen. Dicho ermitaño dio a Pelayo, que lamentaba entre su hueste la ausencia del gótico pendón sumergido en el turbio Guadalete, la misteriosa Cruz de la Victoria, que era de roble (luego fue forrada en oro esmaltado de pedrería, según se conserva, con culto tradicional, en la capilla de las Reliquias en la Catedral de Oviedo), con la cual había de vencer a los árabes…pero la leyenda más conforme con la historia es la siguiente: “La antiquísima efigie, según la tradición histórica, es, como tantas de los antiguos tiempos, obra de Nicodemus, el secreto discípulo de Cristo y famoso escultor de Judea. Desde Jerusalén la trajo a España el apóstol Santiago; durante la cruel persecución y martirio de los cristianos por los Césares, poseyola, oculta con gran veneración en la antigua Emérita, el cristiano Presbítero Donato, maestro de la heroica Santa Eulalia, la cual veneró también la santa imagen, hasta sufrir martirio. Al triunfar el Cristianismo fue expuesta al culto en Mérida… La que glorificó después a Covadonga, fue también recogida, según la tradición, por Pelayo que estuvo en Guadalete, a su paso de avanzada por Mérida y él mismo la entregó luego a su esposa Gaudencia, junto con los preciosos restos de la mártir emeritense Santa Eulalia. Dejando a su mujer y los demás restos en Abamia, llevó la imagen de la virgen a Covadonga. Finalizando el siglo XIX aparece la obra de J.D.M., Covadonga (narración histórica), 1899, 31 pp. Recogemos algunos fragmentos de los distintos capítulos: La invasión africana; El solitario del lago de Enol: (He aquí una bonita leyenda): Más que subiendo, gateando por la enorme pendiente de la montaña, que a sus pies tiene como preciosa alfombra la incomparable vega de Orandi, camina un joven de unos veinticuatro años, vestido con el traje de los guerreros de aquellos tiempos. Algunas veces vuelve hacia atrás la vista para contemplar el imponente espectáculo que ofrece el río Diva, sumiéndose entre los peñascos del monte, para reaparecer más tarde bajo la forma de una inmensa cascada, después de haber atravesado toda la peña. En la mirada melancólilca del joven se adivina la profunda tristeza que embarga su ánimo, y tal vez aquel ambiente saturado de un húmedo polvillo que las aguas del río despiden al chocar violentamente contra las rocas, lleva en sí los restos de alguna lágrima escapada furtivamente de aquellos ojos que más bien que para llorar, parece fueron hechos para lanzar miradas llenas de fuego... Los refugiados en Asturias. Guadalete. V. Los caudillos cristianos. Pelayo. VI Los primeros pasos del nuevo ejército. Llegada de Blanca. VII. La batalla de Covadonga: Las noticias que diera Blanca sobre la próxima llegada de Alcamáh y los suyos, alarmaron a Alonso, quien inmediatamente fue a comunicarlas a Pelayo, como supremo jefe que era. Reunidos poco después con los demás, y en vista de la gravedad de las circunstancias, decidieron abandonar a Cánicas para buscar refugio más seguro entre las escabrosas montañas. Púsose en planta el proyecto aquel mismo día, y el pueblo en masa se trasladó a un monte llamado Auseba, distante dos leguas de Cangas. Nadie quedó en el llano, y por tanto, pronto se poblaron las crestas del Auseba. Los cristianos pasaron a la cueva de Covadonga, que podía contener unos 200 combatientes, a la que se retiró Pelayo con cuantos hombres de armas cabían allí, colocando a los demás entre los bosques y malezas que cubrían la escarpada falda de los dos cerros... Sobre las fuerzas respectivas que en Covadonga lucharon de uno y otro lado, no es posible hacer un cálculo seguro, pues las crónicas árabes apenas dan importancia a tal descalabro, en tanto que las cristianas exageran fabulosamente el número de los muslines, y reducen el de los cristianos hasta una cifra inverosímil. Sebastián de Salamanca y el monje de Silos dicen haber muerto en la batalla 124.000 musulmanes; pero esto ha de considerarse como una exageración muy propia de los tiempos en que dichos autores escribieron, con objeto de excitar el ánimo de los cristianos. También Pi y Margall hace una elogiosa glosa de Covadonga en ¡Covadonga! “Orillas del Guadalete hubiera fenecido la generosa dinastía de los reyes godos, si el invencible don Pelayo, retirado en los fragosos montes de Asturias, no echara en ellos los cimientos de una nueva monarquía. Este ilustre vástago de la sangre goda alienta con sus victorias a España, trabajada por la tiranía de los árabes; y pronto no hay pueblo que no aceche la ocasión oportuna para volar al estandarte del independiente caudillo. De aquí la fatigosa guerra por sus descendientes, ayudados de los pueblos, que debieron a su valor su independencia”. Otra leyenda conocida nos es transmitida así por Reigada (1916): “(p.20 ss) Según antiquísimas tradiciones estaba dedicada a la Virgen (la Cueva) antes de la invasión agarena, y el cronicón de Alfonso III lo confirma, pues la llama casa de Santa María (antes dice que Alfonso I el Católico, el cuñado de Favila mandó construir la Iglesia de la Cueva). Dícese que pocos días antes de la batalla de Covadonga llegó allí Pelayo persiguiendo a un malhechor que se acogió al altar”. “Un ermitaño que moraba en la cueva rogó por él y Pelayo le perdonó por respeto a la virgen; entonces el cenobita profetizó el piadoso guerrero que aquella santa cueva le serviría también de asilo, por lo que “se acogió allí con su gente desde el mercado de Cangas, donde se reuniera (Crónica de Carballo), dando comienzo desde aquel lugar a la gran batalla, de imperecedero recuerdo, el 1º de agosto del año 718.” Nuestro más insigne novelista, Leopoldo Alas, (“Clarín”) fue un entusiasta panegirista de Covadonga. Así lo cita J. Rodríguez Fernández (Presbítero): Las páginas que este escritor (Clarín) ha dedicado a Covadonga son bellas y admirables. En estos días de las fiestas jubilares de Covadonga es ocasión de darlas a conocer y recordarlas. El pensamiento de Clarín concerniente a Covadonga está esculpido en uno de sus mejores escritos que tituló Diálogo edificante cuyos personajes son: “la capilla evangélica”, “la catedral de Covadonga” y “ coro de catedrales”. En lo que se refiere a Covadonga: “Los fanáticos modernos no conciben que se construya una catedral en Covadonga a expensas de toda la nación, como obra patriótica, como grandioso monumento que conmemore la primera hazaña de la reconquista, el primer milagro del valor en su lucha de tantos siglos contra los sectarios de Mahoma. ¿Por qué una catedral? gritan. Porque lo quiere la historia y como la historia es como es y no como quiere el capricho de cada cual, Covadonga, quiéralo o no el racionalista negativo, tiene que representar dos grandes cosas: un gran patriotismo, el español, y una gran fe, la fe católica de los españoles, que por su fe y por su patria lucharon en Covadonga. Una catedral es el mejor monumento en estos riscos, altares de la patria. Se ignora que un modesto sacerdote anda por Asturias de puerta en puerta mendigando una limosna para ir construyendo la catedral poco a poco, sin la magnificencia arquitectónica que merece. Debiera ser esta catedral la obra espontánea, simultánea y unánime de todas las fortunas de España, y no una humilde prueba de la caridad y del provincialismo de unos pocos asturianos. ¡Levantad en Covadonga, no una pobre basílica amanerada y raquítica, por su miseria, sino un reflejo glorioso de toda la grandeza de las catedrales españolas.¡ La fe de León, de Burgos, de Sevilla, de Granada, se salvó en Covadonga”. Constantino Cabal, en su obra Covadonga, historia y leyendas reeditada en 1991 como Covadonga (ensayo histórico crítico) con presentación de Silverio Cerra Suárez, recoge abundantes leyendas. Tomamos algunas de su libro La divina peregrina (Los ritmos de Covadonga), 1948: Las Leyendas toponímicas: Orandi (ahora anda). Las fuentes de Maravilla: “Un día Pelayo tenía sed y no encontraba fuente. ¿Señor... y cayó de rodillas… Después levantó la espada y dio un golpe en el suelo con su punta… Surgió la fuente, en el golpe, con un largo caudal de agua sabrosa, nieve en fusión de la cumbre. El vulgo la llamó, para recuerdo, “la fuente santa de la cuhillada”. El campo del Repelao Una lucha entre caudillos El milagro de las obras: “La Virgen de don Pelayo / no quiere subir a Priena / quiere estar en Covadonga / porque es su trono la Cueva”. “La Virgen de Covadonga / ella misma a sí se guarda / que hizo de la noche día / cuando quisieron robarla”. “La Virgen de Covadonga / ye pequeñina y galana / aunque bajara del Cielo / el pintor que la pintara..” “Canción de gesta” (Cabal). “aún no se probó la existencia de canciones de gesta populares en las que se celebrara esta epopeya de la reconquista. Y, no obstante, debió de haberlas…. Ochoa descubrió un códice en la Biblioteca Real de París, donde figura la Crónica de España desde el principio del reinado de D. Fernando “el Magno” hasta la muerte de D. Fernando el “santo”, y terminada esta crónica, empieza otra rimada, en la que, insensiblemente, de unos renglones en prosa del comienzo se pasa a otros en verso, excesivamente tosco. Y por poca antigüedad que se quiera señalarle-afirma el Sr. Ochoa en su Catálogo- “es el principio del siglo XV y no sería difícil además probar que es muy anterior a esa época”. Esta crónica parece un conjunto de retazos desaparecidos de varios autores”. “D. Francisco Michel la publicó, y en su principio se encuentra la que acaso fue materia de una canción anterior en la que se enalteciese el hecho de Covadonga: “E remaneció la tierra sin Señor quando moryó el rey Pelayo. Este rey Pelayo avía una fija de ganancia, e fue casada con el conde D. Suero de Caso. E fiso en ella el conde D. Suero un fijo que dixieron D. Alfonso…” “Mas toda la poesía que de la reconquista procedió se hundió completamente en el olvido y no se sabe la causa. “A los ecos históricos de las maravillosas victorias de Pelayo, han sustituido en el centro mismo de las montañas otras más recientes tradiciones, nacidas, sin duda, en lejanas comarcas, e hijas, por tanto, originariamente de muy diversa cultura” -dice Amador de los Ríos”. “Y se puede resumir: desde el año 711 hasta el año 883 no se escribió ninguna crónica en el reino de Asturias, porque no fue necesaria; entonces se conservaba el recuerdo de los hechos en el corazón de todos, y en una poesía intensa y pródiga, alguno de cuyos temas quizá pudiera recordar aún la vieja tradición del conde Suero, que persiste a través de las edades”. Zacarías García Villada en su obra Covadonga en la tradición y en la leyenda[6] afirma: “desde luego podemos afirmar que Pelayo no fue un mito como algunos han creído, sino una persona real. En esto están contestes tanto las crónicas latinas como las árabes, de mayor autoridad… Sabemos el hecho y nada más”. “¿Existió la batalla de Covadonga? Ninguno de nuestros grandes historiadores ha puesto en duda la existencia de la batalla de Covadonga. La noticia ha llegado a nosotros por dos cauces: uno, las crónicas latinas, y otro, las arábigas. ¿Cuándo tuvo lugar? Proporciones de la batalla” (p. 29). Juan Antonio Cabezas en su Semblanza crítica de “José”, de P. Valdés: en la Rev. Covadonga, 1926 recuerda la visión y alusiones de P. Valdés a Covadonga: El paisaje de Asturias, y el alma de Asturias, esa alma candorosa y buena, noble, abnegada y heroica, que es como el sello característico de nuestra raza, eso es “José”, la obra inmortal de don Armando. En el prólogo, -bien ideado por cierto- el noble patriarca de las letras que recorre la provincia, su provincia, su patria chica, la que atisbó mas de cerca sus desvelos, y sintió con más cariño y sinceridad sus triunfos, va mostrando a su amante esposa y a dos nietezuelos que le acompañan, todos los pueblos de nuestra costa; Llanes, la hidalga; Ribadesella, la gentil; Luanco, la coqueta; San Esteban, la mimosa.... Y es el viejo puente romano de Cangas de Onís, que abre sus enormes brazos de piedra como un Cristo gigantesco... Y es, por último, Covadonga, el solar español por antonomasia, donde el noble peregrino va a ofrendar a la Santina lo único que guardaba de su pasada grandeza, la fe, noble herencia de su rancia estirpe que todos los vendavales del destino no lograron arrancar de su corazón... Y desde aquella roca, ara santa de su doble culto, mira el mundo a sus pies, con un gesto de desprecio semejante al que inspiraron a Job los caminantes de Thesman. Tiempo hace que nosotros soñábamos con que fuera Covadonga escenario de una película asturiana. Ahora con “José” hemos saciado con creces nuestro anhelo. Queda dicho pues: “José es la mejor película asturiana, en el paisaje de Asturias y de alma de Asturias. El propio Juan Antonio Cabezas recoge otra leyenda sobre la virgen de Covaedonga; El tesoro de la Virgen (leyenda). 1924. Cuenta que el peregrino, que había andado por muchos continentes, que había sido azotado y condenado, despreciado por los grandes y escarnecido por los viles, llegó un día a la montaña ingente, a la atalaya recia de la raza.. “Y extendiendo hacia la Covadonga sus brazos cansados improvisó el peregrino su plegaria”: “Yo, Señora, buscaba un tesoro, del que me han dicho que sois fiel guardiana. Busco el corazón de una mujer, mejor dicho de una virgen, pura como las aguas de la fuente sellada que manan de las entrañas de Sion, como los lirios que crecen en los collados del Líbano. De este tesoro os hizo hace tiempo depositaria”… Hace tiempo (le contesta la Virgen) que guardaba esta alhaja incomparable que a vos pertenecía… Pero un ladrón atrevido y procaz, no pudiendo arrebatarla de mis manos, cebó en ella el odio de su alma insana, y en ella se ensañaron los fieles chacales del instinto… y mirad su triste estado… ¡Y mostró al peregrino aquel corazón de su amada… aquel gran tesoro, con una herida muy grande, y muy roja…! Al día siguiente encontraron los pastores el cuerpo del peregrino muerto. Tenía una gran herida en el pecho, al lado del corazón, y entre los dedos unos lirios mustios… Concha Espina, Altar mayor: novela. Madrid, 1926. _____ _____ _____ “””” Madrid, Espasa Caalpe (Austral 1196), M. 1954. A pesar de tantos textos poéticos y narrativos sobre Covadonga, con razón decía la Rev. Covadonga, año 1926, p. 430: “Pero faltaba el poema que cantara las bellezas imponderables del solar de la raza, el estupendo rinconcito, como un pedazo de cielo caído en Asturias. Y ese poema, en prosa cincelada y sutil, ya existe”. Esta misma revista publicaba[7] el capítulo de la novela, El anillo y el dedal. La obra en su conjunto fue publicada en “sueltos” en El Carbayón antes de ser publicada definitivamente. “Asturias vive pendiente del asunto tan bello y primorosamente tramado en esta interesantísima novela, toda ella de Covadonga, que con el aplauso cerrado de los lectores asturianos publica el folletín del popular diario ovetense “El Carbayón”… “Pero si Altar Mayor es canto y es himno, es también historia de una almas nobles y enamoradas…”. “La pintura de caracteres, la narración de hechos y sucesos, el ir y venir de los peregrinos al Santuario, es otro encanto y otro mérito de esta novela”. “Faltaba ese poema, melodía de una arpa, que conmoviese el corazón, haciéndonos sentir y ver los tesoros del la hermosura que son la prenda y el fausto de Covadonga”. “Nuestro C. Cabal ha dedicado su pluma, exquisita y musical, el homenaje más recio e imborrable a aquellas bizarrías y heroísmos”. (José Rodríguez Fernández, Presbítero) Resumen de la novela: 27 capítulos y Envío. c. 1: El Recuerdo: “EL Minerva”, tren; Cangas de Onís, don Opas (siempre atormentado en su castigo de piedra). Y sube hacia la “Peña de Belay” donde está la Casa de Santa María. “Solar de los Reyes de España y origen de todos los Señoríos y mayorazgos españoles”. La Riera, donde veranea Eulalia de la Escosura, viuda, madre de Javier, con Camila, amiga y prima lejana de Eulalia. En la Riera están también las primas de Javier, Leandra (18 años), Teresa, más joven. Javier tenía 25 años, cuando estaba convaleciendo en La Riera. Habla del Río Diva “La niebla, señora de los montes, bajaba por los taludes a beber en el río”. “Frente al crestón que levanta a las nubes una catedral sonrosada y fina, puesto el ábside en las alturas a todos vientos, atrevido y tajante como la proa de un vergel”. “Escasa edificación del sitio”. “Primero, casi en la Gándara, tocando con el Diva, las casucas de los beneficiados, el Cuartel de la Guardia Civil y unas pocas fincas particulares”. Después en el segundo peldaño del terreno, sobre una explanada estrecha sostenida por intrépido baluarte, el Gran Hotel y la primitiva Colegiata, hecha hospedería”. Por último, en el alto bastión del mismo Auseba con el apoyo de un nuevo y ricísimo contrafuerte, la casa abacial, las de los canónigos, a nivel de Basílica, frente al túnel que desemboca en la gruta”…. “La voz dulce y aguda sonó,… envuelta en el zumbido de las aguas que se consumen en Orando y perforan el Auseba par renacer debajo del Altar”. “Sube el carruaje por la grada central del Santuario, para detenerse delante del Hotel, cerrado, silencioso y dormilón”. “Salta Javier del coche y mira el reloj.. El coche de Javier toca impaciente la bocina… Teresina, empleada en el hotel desde hace dos años”…”Esos cuatro años “.. “Ya el pico de Gines y el de la Oración resplandecen majestuosos”. ¡La rapsodia del agua!... “Por la contrahuella del baluarte una escalerilla de hierro desciende al camino real”. cIV. “Ya cumplió 20 (Javier). C V “Llega cargado de viajeros el automóvil del Hotel” C VI Enemigas C VII Combatientes C VIII Altar Mayor “ va callendo el día…” C IX Dueña de la luz. “La carretera recibe a sus bordes los caminos incultos que vienen de todas partes, los anuda en su cordón civil”… “Así, cándida y aventurera, la mano tremante sobre la honda palpitación del pecho, vuelve hoy Teresina al reino fantástico de las cumbres, al país de las águilas y de los buitres, del oso y de la gamuza, de la nieve sempiterna y las aguas torrenciales..” “Este es el lago kilométrico, inmóvil y sin explicación, de escondida profundidad. Está negro a fuerza de ser voluminoso, está triste y frío, igual que un cadáver. La ribera es lúgubre, desarbolada, endurecida, abierta a los atajos cerriles y el horizonte montruoso de los Picos de Europa, que desde sus cimas blancas envían al cielo una punta de claridad… Dicen que una Xana esquiva tiene aquí su yerto palacio”… Cochw antiguo en el Eneoñ En la Revista Luces del Auseva (1964-1977) hay un precioso artículo titulado: Covadonga vista por Concha Espina, de Salvador Blanco Piñar. Presentamos algunos de los fragmentos reseñados por este autor comenzando por su objetivo: “Encontrar reunidos en un original mosaico literario los múltiples trozos de paisaje de Covadonga que en ella se encuentran, distanciados y dispersos. El cuadro resultará extremadamente barroco, como lo es el estilo inconfundible de su autora”. He aquí esos fragmentos, literarios donde los haya; Ábrese el anfiteatro colosal de las montañas, recogiendo en sus pliegues la escasa edificación del Sitio: primero, casi en la Gándara, tocando con el DINA, las casucas de los beneficiados, el cuartel de la Guardia civil y unas pocas fincas particulares; después, en el segundo peldaño del terreno, sobre una explanada estrecha, sostenido por el intrépido baluarte, el Gran Hotel y la primitiva Colegiata, hecha hospedería; por último, en el alto bastión del mismo Auseba, con el apoyo de un nuevo y ricísimo contrafuerte, la casa abacial y las de los canónigos, … .. y detrás, hierático, resumidor, puja el Auseba, lavado con la plata sonora del torrente, irguiendo el lampo amarillo de su fanal, como una brúmula, en el camarín de la Virgen. …Abajo, en los hoyos del sable, en tersura del fuerte lamedal, se esconde el río mudo y quieto, esperando a las estrellas. Es un callado tanteo de ramas en la penumbra, un surco de reptiles en los estribos y contrafuertes, el crujir de leñas perdidas y remotas, un hálito de relente y soledad, una constante sensación de enigmas que brota de los somiedos y los ancones, y trepa hasta la raigambre heroica de las hayas, en las cimas del santuario. El agua adormecida parece que despierta con galantes murmullos, sonando en las zubias y los atanores. .. es el río de Orandi, que conoce los caminos sinuosos de las peñas, trepanó el monte, brotó en cascadas debajo de la Gruta y persigue al Rainaro y al DINA, siempre tendido el arco de su chorro sobre la hondura del pensil. En la cumbre del occidente, coronada por el sello de Cristo, unos brazos firmes, de hierro, que se tienden en lo azul y parecen recoger todo el calor de la mañana por allá arriba, mientras los profundos hondones aún se llenan de rocío frescos y asombrados. Lago Ercina … el río de Orandi, viajero desde la cumbre del Auseba hasta el foso del Dina, en un salto de 4000 pies… Estos fragores propenden a una guerrera evocación. Hay algo fundamental y belicoso y el Orando siempre colgando por la falla siniestra junto a la patrona, desde las alturas donde los arqueros montañeses vencieron el poder de Alcamah. Sobre el mismo camarín de la Santa los panales acendrados de miel commemoran el escondite de los astures tramontanos, hueste liberadora: esta Cueva es el ara de la Reconquista. Ya el Pico de la Oración resplandece majestuoso y violento, con la espina tallada en el azul, enseñando los panales de hierba, la umbría de los bosques, la raya luminosa de los cauces. El Mirador de la Reina: Ese sitio es una espléndida atalaya gratamente revestida de bancos y rastiles, flores y tapices de verdura, que logró tanta solicitud en medio del salvaje tramonto, porque un día la reina Victoria de Battenberg se detuvo aquí par admirar uno de los semblantes extraordinarios de la solemne belleza de Asturias. Los Lagos: Un “mar ermitaño” reproduce en su cristalina quietud la exaltada vegetación que amortigua su tono malva en la ingravidez musical del aire. Este es el lago kilométrico, inmóvil y sin explicación, de esondida profundidad. Está negro a fuerza de ser voluminoso, está triste y frío igual que un cadáver. Al fondo, abismales, inaccesibles, las torres de las dos Peñas Santas: la de Enol y la de Caín, pórticos de una monstruosa y libérrima catedral que hecho Cantabria para asombro del mundo, con nieves y rocas, glaciares y agujas, hoces y llambrías. Veamos el comentario que sobre Altar Mayor hace María Jesús Villaverde Amieva[8]: “Concha Espina; Altar Mayor,: “Su estilo se enmarca dentro del realismo tradicional y arcaizante; domina la técnica narrativa y, en sus obras, argumento, personajes, y escenario forman un bello conjunto. Aúna los más delicados sentimientos con los más abruptos paisajes; pero no suelen estar presentes las más bajas pensiones; en sus personajes, lo feo y sucio queda solapado por profundos valores religiosos, morales, por el gozo por las cosas creadas y por el afán y la búsqueda de la perfección cristiana, el anhelo de una vida futura, imbuido todo de un fuerte sentimiento moral y religioso”. “Altar Mayor es la novela de exaltación de Covadonga y de la patriótica tradición histórica, en la que, sobre el argumento y sus actores, triunfa el paisaje. Para escribirla su autora pasó una larga temporada en Covadonga y con ella pretendió rendir un homenaje a la tierra de sus abuelos y a la Virgen de la que se confesaba una ferviente devota. “Publicados los primeros capítulos en El Carbayón en enero de 1926, aparece por primera vez formando volumen en la Editorial Renacimiento de Madrid, en julio de 1926, En apenas dos años se publican la 2ª y 3ª edición con unos 23.000 ejemplares Al menos más de 17 ediciones en total. “El argumento es una enternecedora historia de amor que tiene por escenario Covadonga, Altar Mayor de España, cuna de la nación, en la que todo ocurre a la sombra del Santuario de la Virgen, con el escenario de un abrupto paisaje al fondo”. “Teresina, idealista, creyente y muy devota de la Santina, encarna el amor puro, los ideales de la gente sencilla de los pueblos, con el único recurso de sus valores morales y sus creencias religiosas”. Su primo Javier de la Escosura, de la buena sociedad madrileña, símbolo de la vida mundana, viene a La Riera, a casa de sus parientes, a reponerse de una enfermedad. Recuperado, regresa a Madrid, dejando a Teresina con una promesa de amor eterno realizada a los pies de la Virgen, en el Altar Mayor de España. Hombre de carácter débil y sustentado por una madre dominante, regresa al cabo del tiempo, a Covadonga para contraer un matrimonio adecuado a su posición social y resultado más de las presiones maternas que del amor. Su nuevo encuentro con Teresina reavivará anteriores sentimientos, terminando el idilio con un final tan precipitado como inesperado”. A mediados del siglo XX, Manuel Valdés Gutiérrez publica El Libro de oro de Covadonga, Gijón, 1956, 53 pp. Reproduce la poesía del D. de Rivas que ya citamos en la Revista de 2005. Otros capítulos de este libro son : La epopeya; Covadonga y la leyenda; El milagro de Covadonga. También cita la leyenda final sobre el final del ejército invasor: “Para completar la derrota de los moros en Covadonga, nos habla la leyenda del hundimiento de Cosgaya que acabó de aplastar a todos los supervivientes de la derrota”. Poético pero poco interesante en cuanto a nuestro propósito es El sueño de piedra y cielo, de Luis Arce Velasco, publicado en Oviedo en 1985, con 45 páginas. Las Historias y leyendas de Asturias de Migue Arrieta Gallastegui, (Gijón, 1995) hacen referencia a algunas de las leyendas pero no son ni muchas ni demasiado originales: Covadonga: “Difícil discernir los aspectos religiosos de los cotidianos o históricos, en una de las leyendas más importantes que tenemos en Asturias: la de Covadonga, que abarca tanto su fundación como culto mariano, como la fundación histórica del Reino de Asturias, a partir de la célebre batalla que en sus parajes se dio”. Este autor recoge también leyendas tradicionales como la del “ermitaño” y alguna referida a la etimología de Covadonga (“Cova dominica”) presuponiendo la existencia ya de algún tipo de culto a la Virgen. También se refiere a la creencia, nunca suficientemente demostrada, de la construcción de una Iglesia y un Monasterio por parte de Alfonso I el Católico, en recuerdo de la victoria de Pelayo y la intervención milagrosa de la Virgen. Aparece de nuevo la leyenda del “carpintero u ob”rero atado con los materiales en la Cruz de Priena, donde supuestamente se quiso edificar una ermita y la desaparición del obrero y de los materiales que volvían a la gruta de Covadonga. Mucho menos de fiar es la leyenda recogida en las “crónicas” de Alfonso III el Magno según la cual, sobre el año 900 –épica de la Crónica- , todavía había restos de la batalla. Es cierto que aún hoy en día hay un lugar en la subida a los Lagos llamado la “Huesera”, alusión, quizá, la abundancia de huesos, supuestamente, árabes. También incluye La leyenda de Favila. También en Buenos Aires se edita una obra de César Fernández Moreno, Pelayo y los románticos: vida literaria del fundador de la raza, Buenos Aires, 1947, 37 pp. D. Claudio Sánchez Albornoz ha fijado también su atención en Covadonga. Así en Pelayo antes de Covadonga. Buenos Aires, 1955, 20 pp. Con cierta jovialidad dice en el Epílogo de su El reino de Asturias: orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del Reino de Asturias (selección), por J. E. Casariego, Oviedo, 1979, 542 pp. : “A veces creo que el Altísimo ha pactado conmigo prolongar mi vida hasta que ponga fin a mi Historia del Reino de Asturias. Confieso que en ocasiones, pícaramente, he prolongado ese final para dilatar también mi terreno existir… Quiero que estas mis últimas palabras sean un canto a Asturias, la cuna de España. Nada me sería más grato que poder volver a Covadonga e hincarme ante la Santina y decir a María: Gracias”. Y escribiría en el libro de Oro de Covadonga: “En este día de enorme emoción en este Covadonga unida a mi vida desde hace más de medio siglo, agradezco al Altísimo que me ha permitido volver a esta cueva para rendir homenaje filial a la Virgen Santísima. Que ella intervenga cerca de Dios para que me dé una buena, santa y pronta muerte…”[9]. En 1991, en León, se publica Covadonga, paraíso natural: cuna de la historia, obra de Pedro García Trapiello. Un año después aparece Covadonga, Cueva de Isis-Athenea. Oviedo 1992. Introducción: “De la epopeya al rigor histórico”. Su autor es Guillermo García Pérez. Explica una teoría sobre la etimología de Covadonga: “La etimología “oficiosa” -generalmente aceptada- de Covadonga se basa en un error de lectura. Onga es el nombre fenicio de la diosa-madre, fundadora de la civilización griega y, por consiguiente, occidental. Este nombre es conocido como poco desde mediados del s. VIII a. de C. Está registrado desde antes desde el año 467 a. c… En la España medieval existen por lo menos entre tres y cinco lugares de origen prerromano llamados Covadonga o Celladonga… La lectura más correcta sería, pues, Cova-d´-Onga, que interpreto como Cueva dedicada a la diosa Onga…. La explicación acuñada por M. Pidal (Covadonga, Cova Dominica, Cova-Donga, Cova-Domina, Cueva de Santa María) procede-como más pronto-de hacia el año 900, y pudiera deberse a un error de interpretación por parte de los autores medievales asturianos, ya que contra lo que dice, E. de la Huerga, en su Guía de Covadonga, (1979), “Domina” y “Nuestra Señora” se aplicaron, sobre todo, según evidencia la epigrafía mediterránea, a Isis, Astarté, Yanit,,. Sólo mucho más tarde, al parecer, después del siglo X, se transfirieron estos apelativos a la Madre del Cristo. .. El culto a María en Asturias comienza, como muy pronto, en la segunda mitad del siglo IX”. Ya hemos hecho alusión a distintas leyendas sobre Pelayo, Covadonga y la Virgen María. Recordemos alguna más: Cuenta la leyenda que el valle de Enol era el más hermoso de los Picos de Europa; las casas de los pastores cubrían todo el valle. Una noche de tormenta apareció una niña perdida que fue de casa en casa pidiendo refugio. Todas se lo negaron excepto una humilde cabaña situada en una de las laderas del valle. Al amanecer donde había estado el valle, ahora había un hermoso lago. De forma totalmente diferente recogía esta leyenda Acacio Cáceres: La Leyenda de Enol: “¡Enol! Dios invisible de los celtas tuvo un gran templo allí para su culto. Aquello era una hermosa cuenca, una extensa pradera circuncidada de montes, que amuraban el rústico recinto por ellos venerado. En su centro se levantaba el dolmen gigantesco de granito, alzado por la potente mano del gigante Narauco de la raza colosal de los Cíclopes y de estirpe heroica después de una victoria alcanzada en hórrida hecatombe sobre Gerión, el cántabro (esto dice la fábula y continúa la legendaria historia). El sacerdote de Enol vivía con su familia. Un día de tempestad un rayo partió el dolmen y un volcán surgió en la vega. Al final donde estaba el dolmen apareció un lago símbolo de la victoria del agua sobre el fuego”. Juan Antonio Cabezas en 1924 (R. Covadonga) presenta la leyenda que titula “EL tesoro de la Virgen”. Un peregrino llega a La Santina a pedirle el corazón de su amada; la Virgen le dice que llegó tarde, mostrando el corázón herido por un puñal. Al día siguiente aparece el peregrino muerto a la orilla del río con un puñal en el pecho. [1] En el nº 1 de la Revista FORO COVADONGA (2005) aparece la poesía épica, lírica y en bable sobre Covadonga y Pelayo. En este número pretendo resumir la narrativa existente incluyendo las leyendas y tradiciones que nos han llegado sobre lugares y personas relacionados con Covadonga. [2] En ALONSO RODRÍGUEZ, Antonio, Batalla y santuario de Covadonga: tradición, monumentos, historia, recopilado por..1918. Rev. Covadonga n. extraordinario 1918. Véase también: LÓPEZ Y GARCÍA-JOVE, Luciano, La batalla de Covadonga. Historia del Santuario. 1926. [3] ROME, Madame de, Pelayo, restaurador de la Monarquía española; novela histórica escrita en francés por… trad. por Petra Pedregal de Hervás, Madrid, 1828 2 v. [4] Recogido de Mino Cifuentes Tuero: Caveda y Covadonga; de la epopeya al rigor històrico, (en Cubera, Rev de la asociación “Amigos del paisaje de Villaviciosa”, n. 28, sep. 1996) [6] Razón y Fe, Madrid. 1922. [7] p. 411. 8] “Contribución a la bibliografía de Covadonga”, en Covadonga, Iconografía de una devoción. [9] Recogido de Luces del Auseva (1976).