FERNANDO MENÉNDEZ VIEJO
Amigo Fernando:
Te voy a escribir una carta que no dudo ni un minuto te habrá de llegar. Son muchos los oídos que prestan atención a tu nombre y apellidos, porque tú despertaste, a lo largo de tu vida, verdadero interés y admiración. En todos ellos sigues viviendo y todos se comunican contigo.
¿Recuerdas aquellos viajes que hicimos a Salamanca en los veranos de los años 60 y 61 del pasado siglo y milenio?
No sé por qué D. Ignacio Olaizola me escogió a mí para acompañarte en aquellos Cursos de Gregoriano que se impartían en la Universidad de Salamanca.
Lo cierto es que allí nos encaminamos haciendo Auto-Stop para ahorrarnos unos dinerillos que nos venían al pelo.
Llegados a Salamanca decidimos no alojarnos en la
Hospedería prevista por el Sr. Rector, próxima a la Universidad, y buscamos una humilde Posada en la que se nos ofrecía una habitación limpia, con dos camas.
Desde allí teníamos más libertad para desplazarnos sin el corsé de los horarios fijos a vivir los ambientes de las noches salmantinas en la inigualable Plaza Mayor y en la Calles próximas, cargadas de bullicio y arte.
¿Qué sabrosos cafés y helados nos tomábamos en la Cafetería de Las Torres?
¿Te acuerdas cómo los domingos, después de oír Misa en alguna de tantas iglesias o Catedrales (que de todo hay en abundancia), nos dirigíamos con nuestro Picnic a las afueras salmantinas, a la piscina del Hotel Regio en Santa Marta?
No se te pueden olvidar aquellas impetuosas lluvias, que parecían ahogarlo todo, y que puntualmente se presentaban en aquellas tardes calurosas para dejarlo todo en calma y orden a los pocos minutos.
Asistíamos puntualmente a las clases de Canto Gregoriano en las horas matutinas; no tuvieron que hacer muchos esfuerzos los componentes de aquel grupo de alumnos para distinguir tu voz y tus aptitudes para todo lo musical.
Regresábamos por Santander, bajando el Puerto del Escudo o por León, acomodándonos siempre a los intereses del samaritano que nos conducía.
¡Qué hermosos días y hermosos recuerdos ¡ Te lo recordé no hace mucho y me decías que ya quedaba muy lejos.
¡Es verdad que quedan lejos esos recuerdos… pero en nuestras mochilas están¡
Dejo aquí, Fernando, este recorrido por aquellas tierras castellanas.
Luego vino nuestra presentación a las puertas del Palacio Episcopal para que el Arzobispo D. Segundo metiese las manos con las tijeras en nuestras cabelleras.
Habíamos quedado desgajados del gran grupo, del pelotón, teníamos que remar sin demora para no perder el tren del 14 de Marzo de 1964, fecha que nos esperaba en La Felguera para nuestra Ordenación Sacerdotal.
Después tú volviste a Covadonga, en donde se había dado nuestro primer encuentro, en plena adolescencia.
Te confiaron la Dirección Musical de la Escolanía. No podía ser de otra forma: Habías nacido para eso, para el canto, la melodía…
Todos recordamos aquellas tardes/noches veraniegas en Covadonga en nuestros famosos y largos Cursillos, cuando hacíamos el Fuego de Campamento y cantábamos a pulmón roto ante Sagarmínaga y el Arzobispo D. Javier Lauzurica el “Tengo una casita blanca etc,etc”
¡Cómo no traer a la memoria tus famosas Tirolesas¡ Nunca vi a nadie que hiciese tales acrobacias con su garganta. Aún hoy, compañeros nuestros más jóvenes, recuerdan aquellos momentos en que nosotros deambulábamos por el Aula Magna del Seminario; y tienen grabadas en su mente tu impresionante esgrima musical con “las Tirolesas de Viejo”
En la Schola Cantorum del Seminario, en la cuerda de tenores, tenías tu plaza irreemplazable. Allí donde conocimos a otros tenores solistas, a las órdenes de D. Alfredo de la Roza, como D. Ezequiel y Tirso, viniste tú a ponerte en la cima, en lo más alto, tanto cuando abordábamos la música popular finalizada con el “Axuntábense”, como cuando volábamos en la Música clásica con los Motetes de Semana Santa de T. L. de Victoria, Guerrero o Morales o con los Villancicos de la Edad Dorada como “Riu Riu Chiu la…”
Amigo Fernando… No te conformaste con deleitarnos con tu voz. Habrías de dar el paso a la Armonía, Composición y Dirección para entrar en el alma de la renovación del Cantoral Religioso.
Encontrarías, para llevar a cabo esta obra, la ayuda impagable de nuestro amigo, compañero y poeta, José Antonio Olivar.
Si ya erais estrechos amigos desde el año 1952, el arte os siguió uniendo para dejar plasmado en el pentagrama para siempre el buen decir musical y poético del Canto actualizado religioso post Vaticano II.
Cuando yo te decía que estaba viendo un partido de fútbol del Real Oviedo, tú me respondías que también amabas al Oviedín pero que tenías tu alma en Gijón.
Efectivamente. Tú habías nacido en Oviedo el 19 de Octubre del año 1940. Fue el día del Desarme en Oviedo, fecha muy señalada.
De tu padre Fernando, cantor de Ópera, habías heredado esa voz. Tuviste la desgracia de perderlo cuando sólo tenías 8 años. Tu madre Conchita también tenía buen oído y cantaba con una voz no tan aguda como es habitual en el género femenino.
Pero habría de ser otra mujer, Mari Paz Iglesias Fernández, la que te acompañase hasta el final de tus días.
Os conocisteis en León, en el mes de Agosto del año 1978, donde ella trabajaba como Empleada del BBVA. A los pocos meses, en Octubre del mismo año, recibirías la Dispensa del Orden Sacerdotal, firmada por Juan Pablo I.
Contrajisteis matrimonio el 16 de Julio del año 1983.
Ella habría de ser tu esposa, compañera y amiga. Ella estará a tu lado en los momentos felices y en otros, de quebradero de cabeza, desde vuestro hogar, que establecisteis en Gijón.
Desde Gijón dirigías al Grupo de Canto Gregoriano “Melisma”, que había surgido de una visita a Valdedios, donde algún compañero sorpresivamente entonó en la iglesia conventual el “Rorate Coeli desuper”. Lo llamasteis a este grupo de canto “LaTridentina” para posteriormente fijarle el nombre de “Melisma”, con el que resucitasteis el canto gregoriano por Asturias.
Impartiste clases de Música en la Escuela de Magisterio de Gijón y en el Instituto Calderón de la Barca. Formaste otro Coro con Empleados de la Caja de Ahorros allá por el año 1978; abriste igualmente una Academia de Música, todo ello compaginándolo con tus viajes a Oviedo para dirigir el Coro de la Ópera… y cuando andabas con este ajetreo de trabajo viene el Papa Francisco, en el año 2015, dirigiendo en Roma el Tercer Retiro Mundial de Sacerdotes para la Nueva Evangelización, a mencionar tu hermosa Melodía “Qué detalle, Señor, has tenido conmigo”, compuesta al unísono con Olivar…
y la atribuye, dándole su paternidad al compositor belga Lucas Casaert..…
¿Cómo se puede equivocar así? ¿Cómo está tan mal informado?
¡Qué chasco! ¡Cómo es posible! ¡Qué pena! ¡Cuánto lo sentiste y contigo todos nosotros!
Ya decía un compañero nuestro con cierta ironía: “Esto no le habría ocurrido a Juan Pablo II…porque era más infalible”
Tu muerte llegó tristemente en Gijón de una forma inusual, cuasi repentina, el día 23 de Abril del año 2021, haciendo un poco de ejercicio para recuperar la movilidad de tu cadera, maltrecha y recompuesta después de un accidente vial.
Quiero terminar recordando nuestras celebraciones del día 14 de Marzo, año tras año.
Tu presencia, tu trabajo, tu preparación previa de los salmos y cantos para ese día y, sobre todo, el Himno del Curso, compuesto especialmente para estas ocasiones, como siempre, música tuya y letra de Olivar.
Con todo ello nos seguirás uniendo y permanecerás siempre vivo en nuestro afecto y en nuestro recuerdo.
“Un año más reunidos, un año más hermanados, un año más convencidos de que fuimos los llamados, de que fuimos elegidos a permanecer unidos al recuerdo de un pasado…”
Muchas gracias, Fernando, por éstas y otras muchas cosas.
Siempre unidos. Un fuerte abrazo
Carlos Capellán Montoto