COVADONGA
 

                          ANTONIO  FERNANDEZ  GONZALEZ
Nació en Turón el año1932; cuenca minera del Caudal, en años muy revolucionarios de la segunda República. Con su padre, minero, su madre, humilde servidora de la casa y sus dos hermanas, vivía en los “Cuarteles”, viviendas protegidas de la empresa minera Hulleras de Turón.
De niño se educa en el colegio de los Hnos. de la Doctrina Cristiana, de cuya pedagogía y trato guardaba excelentes recuerdos. Esta institución dejó imborrable testimonio en toda la población de servicio muy efectivo en la enseñanza, en la caridad y fe hasta el martirio.
A los catorce años entra en Hulleras como recadero de la Sra. del  Ingeniero. Después de dos años pasa al interior de la mina trabajando como “caballista”, o sea, conductor del pequeño tren de vagonetas arrastrado por una mula o caballo que extraía el carbón a las torberas o relleno y deshechos a la escombrera e introducía materiales diversos.
Joven activo, con iniciativa e inconformista con afán de superación se prepara en academias, hace los cinco cursos de la carrera que entonces se llamaba “de comercio”; el espíritu un tanto aventurero le lleva a Huesca para hacer un cursillo de vuelo sin motor; tiene habilidad en trabajos electromecánicos.
Pero el mismo Espíritu levanta sus vuelos en un compromiso con la Acción Católica como organizador y dirigente e incluso le hace pensar: ”esto mismo y mejor, lo puedo hacer como sacerdote”. Así es que en el -56 entra en el Seminario y se le convalidan los tres primeros cursos; siendo ya mozo, su convivencia es con los mayores, acoplándose con más facilidad al ambiente de internado, no sin cierto sacrificio, por ejemplo en el tema del tabaco, aunque había sus alivios en la habitación con D. Oscar compartiendo un puro que a él le supo a gloria y a Oscar de infierno, o también a escondidas en la garita de la máquina de cine, donde él se sentía doblemente feliz pues era su técnico y proyector, aunque a punto estuvo Laurentino de descubrirlo; era además quien cubría a sus compañeros filósofos cuando el “prefecto” percibía el olor a tabaco y se excusaban: “es el nuevo”.  Conquista en un año los cursos 4º y 5º y se une a nuestro curso para hacer Retórica y siguientes de Filosofía y Teología. El 14 de Marzo de 1964 es ordenado sacerdote con el resto de compañeros en la iglesia de S. Pedro de La Felguera.
Entre los recuerdos de nuestra larga e intensa convivencia de internado está el servicio efectivo de Antonio en el funcionamiento de elementos eléctricos, por ejemplo la máquina del escaso cine, altavoces, etc. Personalmente le agradezco su cercanía en el dolor cuando murió mi padre, al ser él la única representación del Seminario. Era muy activa su veterana colaboración en las reuniones del pequeño grupo de Jesús obrero que ya nos hacía vivir la espiritualidad de la pastoral obrera y en general del campo religioso y socio-político de los sufrientes. La amistad que nos unía en el grupo se plasmó en una foto sacada un día de excursión al monasterio de Valdedios.
Su primer nombramiento fue y lo cumplió con dedicación como párroco en Sta. Coloma, Bustantigo, Villagrufe y coadjutor en Pola de Allande durante seis años; allí reformó en profundidad las iglesias y puso al día los archivos largo tiempo olvidados. Pasó luego otros nueve años al otro extremo asturiano, S. Roque, donde construyó la casa rectoral, y sus filiales Andrín y Purón de Llanes. Pastoralmente se distingue por su carácter comunicativo, muy personal, servicial y justo; afable compañero y adecuadamente incisivo, claro y práctico. Amó a sus feligreses y siempre fue correspondido; aún en sus posteriores visitas, él mismo y sus familiares acompañantes, lo pudieron constatar entre admirados y satisfechos.
Con empeño y un sexto sentido de lo útil y necesario hace por vía libre Magisterio; saca las oposiciones y después de un curso como Director de la Escolanía de Covadonga, ejerce como maestro nacional, en calidad de propietario provisional en distintos colegios. Durante ese tiempo formaliza la secularización y contrae matrimonio con Marisa, dulce y efectiva enfermera alicantina. Su última etapa en la enseñanza sería como director en el colegio de Ibias.
Disfrutó en Oviedo de una larga y saludable jubilación en compañía de su esposa y saboreando los triunfos académicos y profesionales de investigación de su hijo Antonio en una universidad de Londres, así como de las visitas de su hijo, nuera y nieta, Seren, de la que con ternura y satisfacción de abuelo me hablaba.
Con sorpresa le llegó una violenta enfermedad cerebral que en cuestión de dos meses le llevó a los brazos del Señor de la Vida el 10 de marzo del 2.024.
Su larga y llena vida fue condimentada con un profundo sentido de fe y asídua práctica cristiana. Descansa en paz, amigo.
Angel Solís Alvarez