COVADONGA
 



En esta página tenemos los siguientes artículos:
Nº 1
Covadonga en la literatura (II): La narrativa
Senderismo; de Avilés a Covadonga
Siempre nos quedará Covadonga
Breve Guía de Covadonga (II): La basílica (1)
A la Vega que quiero
Nº 2
En este número se pueden ve los artículos siguientes:
2.1 Liter.III, Altar Mayor
2.2 Concha Espina y "Altar Mayor
2.3 La Escolanía de Covadonga
2.4 La Basílica por dentro o la piedra herida
1.1


COVADONGA EN LA LITERATURA (II): NARRATIVA[1]
Cayo González Gutiérrez
Los datos históricos sobre Pelayo y la batalla de Covadonga no siempre son históricos y dignos de crédito. Los textos más antiguos son, sin duda, los cronísticos. Diversas son las crónicas ya cristianas ya árabes en torno al final del reino visigodo y el comienzo del Reino de Asturias.
El Romanticismo con su sentimentalismo e imaginación desbordante dio como históricos hechos que no lo eran, exceso que se encargaría de superar el criticismo del siglo XX llegando a negar incluso la misma base del levantamiento de Pelayo y su desobediencia a los árabes.
No cabe duda de que las crónicas de la Edad Media añaden con facilidad acontecimientos y episodios no estrictamente históricos. Pero no por ello los podemos excluir de una visión literaria, muchas veces poco fiel a la historia pero digna de recuerdo y permanencia para la posteridad. Haremos pues algunas referencias a las primeras crónicas que nos hablan o silencian el hecho mismo de Covadonga y lo que presumiblemente allí sucedió.
En 1918, fecha del XII Centenario de la Batalla de Covadonga, la Revista Covadonga, decía en torno a la historicidad o no de Covadonga:
“…En España… ha vivido a través de todas las vicisitudes, de todas las edades y tiempos, y perdurado hasta nuestros días en la conciencia de todos… la memoria de unos desfiladeros abruptos, acceso dificilísimo a una cueva misteriosa, … Lo que siempre y en todo tiempo y por todos se admitió no es de sabios ni de avisados el negarlo…”…. “Que nosotros sepamos, nadie, absolutamente nadie, ni historiográfico, ni literato, ni político, ha explicado racionalmente los orígenes del magno resurgimiento patrio del primer tercio del siglo VIII, como no fuera mirando a estos riscos y a estas hondonadas y desfiladeros sagrados…”.
Los “godos” que sobreviven a la batalla del Guadalete, en el año 711, huyen hacia el Norte, empujados por los invasores árabes, llegando muchos de ellos a Asturias. Así lo atestigua la Crónica de Alfonso III. Según esta crónica, Pelayo viene a Asturias; era hijo del duque Favila, y había sido “ espatario” de don Rodrigo, último rey godo.
Según la crónica “Albeldense” Pelayo habría sido expulsado de Toledo por el rey Vitiza y dice que se rebeló en Asturias contra los árabes.
Los árabes habrían entrado en Asturias, según Sánchez Albornoz, a través del Camín Real de la Mesa, desde Astorga, por vías romanas.
Antes de la rebelión de Pelayo, Munuza, compañero de Tarik, era el gobernador de Gijón, según las Crónicas de Alfonso III y la Albeldense. Según algunas crónicas, este se habría enamorado de la hermana de Pelayo, alejado de Asturias con una embajada, y tal vez este hecho provocase la rebelión de Pelayo que pronto concentra en su alrededor a muchos ástures. Acompañan a Pelayo hacia los Picos de Europa, en torno al monte Auseba. Esta rebelión, que dio lugar a la batalla de Covadonga, tuvo lugar, según Sánchez Albornoz, en el año 718. Así lo vemos en las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, que hablan de la “Cova dominica”.
La Crónica más antigua que conocemos es del año 754. Así nos la presenta García Villada (La batalla de Covadonga en el tradición y la leyenda, por el P. García Villada[2]):       “Existe una crónica latina que narra los acontecimientos de los emperadores, de los árabes y de España desde 649 hasta 754. Su autor es desconocido. Se le ha atribuido a Isidoro Pacense o de Béjar, aunque hoy en día se cree que la escribió un anónimo de Córdoba o Toledo. El autor fue contemporáneo de muchos de los hechos que narra. Ni siquiera menciona en ella la batalla de Covadonga. Hace constar al menos tres veces que además de la historia escribió un epítome, donde dejó estampados muchos de los hechos que omite o toca sólo incidentalmente en aquella”.  Es extraño este silencio. ¿Hablaría en alguno de los epítomes citados de Covadonga?
Posteriormente encontramos la “Crónica Albeldense” (883/976) en que ya encontramos a Pelayo como “rey de Asturias en Cánicas”.
De las mismas fechas más o menos es la “Crónica de Sebastián”, obispo de Salamanca, quien escribe, según parece, a petición de Alfonso III el Magno. Puede considerarse como la Crónica oficial de Alfonso III. Como la mayoría de las Crónicas, lejanas a los hechos, exagera el número de combatientes (habrían perecido unos 124.000 árabes y unos 63.000 habrían huido por los Picos de Europa desapareciendo después en un hundimiento de los montes en Cosgaya.
La Crónica del Silense, a principios del siglo XII (posiblemente escrita por un monje de Silos), habla de 187.000 guerreros. Sigue bastante fielmente la Crónica de Alfonso III.
Basílica y C ruz de Priena
Posteriormente, en el siglo XIII, tenemos dos nuevas crónicas: Chronicon Mundi, de Lucas de Tuy y De rebus Hispaniae, de Rodrigo Jiménez de Rada.
Las crónicas árabes son mucho más sobrias al citar números; así el historiador Aventaric dice que Pelayo tenía consigo unos doscientos hombres que “nada más tenían miel para comer”. Enfrente estarían los árabes al mando de Aljama o Alkama con unos 6.000 hombres.
Según don Luciano López y García-Jove:
“EL pacense escribió en Córdoba y en Toledo, ciudades dominadas por los musulmanes; y su silencio, en lo relativo a Covadonga y a Pelayo, pudo ser hijo de la necesidad de vivir en paz con los árabes. No era prudente, ni político el recordar a los árabes la vergüenza de su vencimiento en Covadonga…”
Más en el ámbito de la leyenda y no en el de la historia podemos citar, entre otros, por lo atrevido de sus afirmaciones, algunos autores actuales que que hablan de Covadonga incluso antes de Pelayo. Así en Dos cantos épicos sobre Covadona  por Bernardo Acevedo:
“Roma era dueña de España al advenir el Cristianismo a nuestro país, y es posible que en esa época se hubiese levantado en la Cueva del Auseba el altar de Nuestra Señora, y acaso también que desde entonces se hubiera llamado Covadonga (Cueva de la Señora) a la ermita de la Virgen. Más de tres siglos, por lo tanto, estuvo el santuario oscurecido, y sólo visitado por los pobres pastores de la montaña…”
En Notas de Covadonga (por Arturo de Sandoval, canónigo de Oviedo, en Alonso Rguez. Batalla y Santuario de Covadonga) se dice:
“Antiguo Monasterio. “Veintisiete años habían transcurrido desde el muy lamentable suceso de la pérdida de España; veintidós desde la épica empresa realizada en Covadonga, y tres, solamente, desde el fallecimiento del héroe de esa jornada, cuando en 740 se erigió allí un Monasterio a la excelsa Virgen, con el propio título de Covadonga, dedicado a Santa María…” “Fue su fundador ilustre el tercero de los Reyes de Asturias y primero, entre los de España que llevó el nombre de Alfonso, después el Católico llamad. Había contraído matrimonio con Hermelinda, hija de Pelayo, y hermana de Favila.
Desde Alfonso X el Sabio hasta el siglo XVII apenas si se agregaron a la tradición de la batalla nuevos pormenores; pero en el citado siglo, tan abundante en falsos cronicones, se desbordó la imaginación del canónigo Luis Alfonso de Carballo en sus Antigüedades, del caballero de Trilles en su Asurias ilustrada,, de D. José Micheli y Márquez en El Fénix Católico, D. Pelayo el Restaurador,  y de D. Gregorio Menéndez Valdés en su Gigia antigua y moderna, los cuales siguieron a ciegas al celebrado Tarif Abentarique.
Entre las muestras más antiguas de la literatura en torno a Covadonga encontramos la Crónica sarracina o del Rey don Rodrigo con la destrucción de España, fechada en 1430, aunque la copia que se conoce es del ultimo tercio del siglo XV. Es obra de Pedro del Corral, que recoge tradiciones orales y se basa en crónicas anteriores como la de Don Pedro el Cruel, del Canciller Lope de Ayala y algunas como la del Troyano o la del Toledano que hacen referencias a los primeros años de la Reconquista. Añade Pedro del Corral episodios fantásticos fruto de su inagotable imaginación. Según los críticos Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal esta crónica sería “el más antiguo ejemplo de novela histórica de argumento nacional”.
En ella aparecen ya muchos de los personajes que se repetirán posteriormente en todos los intentos de novela histórica sobre Covadonga: Tarik, don Opas, la Cava, Pelayo, don Rodrigo, Favila, doña Luz…
D. José Micheli y Márquez publica en 1648, en Madrid, El fénix católico don Pelayo el Restaurador renacido de las cenizas del Rey Vitiza y don Rodrigo,que será reproducido en edición facsimil en 1980, en Oviedo, con notas de Agustín Hevia Ballina. Es una obra en que se mezclan episodios históricos, legendarios, y totalmente imaginativos. Entre estos es curioso el capítulo que hace a Pelayo visitar Jerusalén. Pelayo, según esta obra, se decidió a conquistar León. Como otras obras sobre Pelayo habla del enamoramiento de Munuza, gobernador de Gijón, de la hermana de Pelayo, a la que aquí se le llama Reparada. Pelayo exhorta a la lucha contra el invasor a Vizcaínos y asturianos. Nos presenta la cueva de Covadonga consagrada a Santa Ana y a la Virgen María.
En el siglo XVII encontramos a Lope de Vega con El último godo, comedia en tres actos. Pelayo es uno de los personajes. Se verá en el próximo número.
A finales del siglo XVII, Luis Alfonso de Carvallo publica Antigüedades y cosa memorables del Principado de Asturias, 1695... En el Título nono, p. 99, habla del Infante D. Pelayo. Munuza se enamora de la hermana de D. Pelayo, quien es el primero que tiene don. Don Pelayo convoca gente y determina levantarse. Presenta una descripción precisa del sitio de Covadonga:
…y por esso le llamaron Cuebadonga, que en leguaje asturiano antiguo, quiere decir Gran Cueba. Los obispos don Sebastiano, el de Veja, y el de Astorga, la llaman Cueba de Santa María, porque en ella había un altar dedicado a la Virgen Nuestra Señora, y habitava un Ermitaño en ella, retirado de los bullicios del mundo.. (sigue el relato de la llegada de Pelayo a la Cueva persiguiendo a un malhechor).
En el siglo XVIII, 1754, Alonso de Solís escribe El Pelayo., poema en 12 cantos y más de 350 pp. Cuenta toda la historia de Pelayo y Munuza; el envío de Pelayo a Córdoba. Tiene mucha fantasía. Pelayo y el ermitaño. D. Opas. Batalla, cruz en el aire. Huye Alcamán. Pelayo sigue a Munuza y lo mata.
osé Caveda y Nava en su Carta comentario a Antonio Cavaniles, 1828, habla de una novela histórica que este pensaba escribir con Pelayo como tema dominante. Le convenció de que no la publicase. “Para Caveda la “invención” prima sobre lo histórico. Pelayo ha de ser el héroe cristiano. Entre el Pelayo de Jovino y la propuesta de Caveda hay coincidencias aunque también disensiones. Coinciden en el protagonismo de Pelayo frente a la Virgen y al pueblo sublevado. Coinciden en el paso a segundo término de la intervención sobrenatural, que en Jovellanos prácticamente no existe y en Caveda se plasma en algunos hechos concretos, mas como elemento literario. Jovellanos excluye a la Santina en su afán potenciador del mito a través de la Arquitectura, proyecto de Ventura Rodríguez”[4].
En 1839 escribe (Caveda) una  Poesía en asturiano sobre la batalla de Covadonga (Proclamación de Pelayo sobre el escudo, La aparición de la cruz en el cielo, La intervención de lo sobrenatural, El ´heroe cristiano”).
Posteriormente, en 1879, publicará su Examen crítico de la Restauración de la monarquía visigoda en el siglo VIII. Divide su examen crítico en: Análisis de la cronología, Los lugares, Las personas y los sucesos; termina con una relación del reino asturiano creado por Pelayo como continuación de la monarquía visigoda.
La descripción que de Covadonga hace Caveda es muy romántica; cita a Jovellanos que también había hecho una descripción fantástica del lugar. He aquí una cita realmente literaria: “Allí cada sitio encierra una memoria querida de los buenos; cada peñasco es un baluarte; cada angostura, la tumba de un héroe; cada eco de la montaña una voz misteriosa que, resonando todavía al través de los siglos, expira en la soledad como el último rumor de la victoria”.  “La misma existencia de la cueva le resulta un comprobante de la existencia de los hechos”.
El inolvidable D. José Zorrilla nos ha legado la Leyenda sobre el origen de Pelayo. Veamos parte de esta Leyenda recogida y comentada por Acacio Cáceres Prat del que hablaremos después:
“La leyenda es la historia más bella del famoso Pelayo. El gran poeta Zorrilla canta y describe su heroica aparición en el mundo con los hermosos versos de su leyenda “La Princesa doña Luz”. Unn caballero (Godofredo) encuentra al niño Pelayo en un río:
“Un tronco acaso creyólo;
Y sin volverlo a mirar,
A la corriente dejolo;
Mas el hidalgo iba solo
Y oía cerca llorar”:..
“Halló en un lienzo embreado
Cuidadosamente atado,
Y por un lado vencido
Con peso al lienzo cosido
Un cajoncito cerrado.
Encima de la cubierta
Con primoroso artificio
Y con resortes abierta
Dejaba al aire un resquicio
Una pequeña compuerta,
Mas puesta con tal primor,
Que a la comprensión menor
Que en sus dos lados obraba,
Cerrábase y recordaba
Después su forma anterior…
Dio en un resorte y por fin
Saltó la tapa y un niño
Topó como un serafín;
Mostrando origen no ruin
Sus vestiduras y alivio”…
Un pergamino se encontró en la caja que traía el infante:
“Quien tuviere la fortuna
Tal tesoro de encontrar
Guarde secreto y no tema
Daño por ello jamás.
Que es este niño olvidado
Infante de origen tal
Que puede a quien le sirviere
Sobre gigantes alzar”.
Y termina Zorrilla diciendo que Godofredo, que era tío suyo,
“le hizo llamar Don Pelayo
Y celebró fiesta tal,
Que no la hubiera tan grande
Al ser su hijo en realidad”.
“Yo he estado-dice Acacio Cáceres- en la Monumental Alcántara y he visitado el antiguo convento de se famosa Orden, y en uno de sus extensos claustros me han enseñado a un ángulo una capilla gótica, en cuya bordada y primorosa cúpula aún se encuentran unas altas argollas de las cuales pendían, hasta hace algunos años, las cadenas que sujetaban allí, testificando la antigua tradición, un cajoncito histórico que sirvió de flotante cuna al heroico Pelayo.
Lago Enol
Sigue Acacio: “Pelayo, según la tradición y la leyenda, que respeta la historia, nació secretamente en una torre del antiguo Alcázar de Toledo, de una princesa real, perseguida por la lubricidad del Rey su tío, a quien odiosamente repulsaba; y era hijo de Don Favila, primo del Rey Egica, y Duque de Cantabria; Y por lo tanto, el que luego fue héroe, era sobrino del monarca godo; razón por la cual la tradición y el pueblo le llaman el Infante, siendo en la Corte Conde Palatino, valiente y virtuoso”. (la veremos más adelante en Acacio Cáceres Prat, Covadonga, pp. 63-64).
Sigue Zorrilla recogiendo leyendas y tradiciones sobre Pelayo y sus orígenes. Así en Cantos del Trovador. Colección de leyendas y tradiciones históricas. Madrid, 1841, 3 v.:
Habla de la Princesa Doña Luz, que no quiere abrir sus aposentos al Rey. Este desespera, cree que hay otro, la difama, incluso la lleva al tribunal con un falso acusador. “Y ante ella, a esta dama acuso / por mujer torpe y liviana / pues su amor vendió villana… Cuyas pruebas no rehúso”. / A doña Luz condenaron / a morir en una hoguera / si desmentir no pudiera / lo que allí le demandaron”: Doña Luz: “juro que miente / y apelo al juicio de Dios”.
Por último hay que citar de Zorrilla El puñal del Godo (es una comedia en un solo Acto, 1842). Hablaremos de ella en el próximo número de la Revista.
En 1853 se publica Pelayo, el restaurador de España. Novela histórica, Madrid, de 650 páginas y de no mucha altura literaria en sus 54 capítulos. Su autor fue Juan de Dios Mora.
Ya a finales del siglo XIX, muy prolijo en novelas históricas, Antonio de San Martín publica La Virgen de Covadonga: novela histórica original, 1870. (222 pp.) con el siguiente índice que nos permite ver las fantasías e invenciones propias del Romanticismo:.
ÍNDICE:
C. 1 D. Pelayo en el monte Auseva. La luz misteriosa.
C. 2 El templo subterráneo. La trompa de Gotomaro
C 3. Historia de una emboscada. El señor de Munuza, gobernador de Gijón.
C. 4. Desaparición de Odayfa y de Usenda. Los remordimientos de don Pelayo. Socorro inesperado.
C. 5 Las ovejas encantadas y el pastor condenado. El palacio del diablo.
C. 7 La oración de don Pelayo. Un milagro de la Virgen de Covadonga.
C. 8 Muerte de Odayfa. Asalto de la torre. Victoria sobre los infieles.
C. 9 La doncella de Covadonga.
C 10. La historia del conde Clotario…….
C. 17 El campamento de don Pelayo.
C. 18 La batalla de Covadonga.
C. 19 El triunfo de don Pelayo. Fervor religioso del pueblo…
C. 22. Aventura del ermitaño de Covadonga..
Conclusión: p. 256
Pedro Armengaud escribe, por estas fechas, Pelayo, conquistador de la monarquía española: novela histórica escrita en francés. Trad. española, Barcelona, 1873. Tan sólo he podido consultar el T. 2 que comprende los libros VII al XIX.
Habla de Alfonso, duque de Cantabria, acusado por Muza en Toledo, quien lo lleva a la cárcel. Munuza en Toledo. Muza y Alkamán rodean Toledo. Pelayo defiende la parte de Oriente, Leandro el N y Teodoberto el poniente. Turismundo y Muza con su hijo Abdalasis rompen el muro. Pero acude Pelayo, Theudis (hijo de Hermenegildo) y otros. Arrancan el pendón de Mahoma. Las dos divisiones agarenas perdieron la mitad de sus hombres. Al final habla de la derrota de Toledo.
Munuza y Akkamán y Abuzara se dirigen a conquistar la Lusitania, La Galicia, Asturias y León. Munuza se establece en Gijón, capital de los estados de Pelayo, que creía muerto.
El infante Pelayo tomó el camino de sus estados, pero solo. Munuza lleva consigo a Hormesinda.
En el libro XII había penetrado con sus tropas, corriendo de monte en monte, y trepando siempre por las ásperas sierras, hasta el estrecho valle de Covadonga.
Los cristainos, siendo ya en número de 8…
Según nos cuenta el Libro XIII,  Pelayo ordenó a su pequeño escuadrón de 300 hombres atacar Gijón por mar.
E. Martínez de Velasco publica su Guadalete y Covadonga del año 600 al 900 (páginas de la historia patria). Madrid, 1878, 256 pp.
Acacio Cáceres Prat es el autor de Covadonga. Tradiciones, historias y leyendas, 1887, libro en total consonancia con nuestro artículo no sólo por las historias y leyendas que nos transmite desde distintas fuentes, sino también porque el propio libro es modelo de redacción literaria. Como veremos tiene fragmentos realmente preciosos.
“El presente libro se dedica más que al Principado a Covadonga”. Ya en el Prólogo Antonio Balbín de Unquera expresa bellamente: “Covadonga no ha tenido hasta nuestros días ni libro, ni basílica, pareciendo abandonada”, y si por la historia es célebre, por la naturaleza es aquel paisaje superior a todo elogio”. “No ha muchos años que la expedición a Covadonga, sobremanera incómoda, era un acontecimiento singular en la existencia de los mismos asturianos”. “Tres o cuatro veces se eligió a Pelayo por héroe de ese poema épico que hemos sabido hacer pero no escribir, y tres, cuatro veces, nuestros vates o abandonaron la empresa o únicamente produjeron obras infinitamente inferiores al objeto de sus inspiraciones”.
“La vida anterior de Pelayo, magnate godo, ha sido igualmente objeto de leyendas, como si no le bastase la fama de sus proezas”. “Dícese que arrojado siendo niño a las aguas del Tajo, como otro Moisés, fue recogido y educado con el mayor cuidado y sigilo”.
Podemos encontrar fragmentos en Acacio Cáceres de auténtica fantasía romántica. “Partió el coche hacia la heroica Covadonga”. “Montes de Covadonga, cerrados por completo en conjunto fantástico y selvático, levantan sus elevadas cimas a los cielos, dibujando en el aire su agreste crestería y algunos revestidos de fragosos bosques, formando aquellas rústicas montañas un parapeto abrupto, inexpugnable, de imponente defensa, como un salvaje y natural baluarte… con la vista en el cielo, las plantas en el monte y las armas al brazo”. “Y apareció el Auseba, ¡el sacrosanto monte, tabernáculo heroico de la historia, sereno como el Sinaí, alto como el Thabor, sombrío como el Gólgota!”.
“Salve, bendito monte del Auseba, gigante de los siglos, pirámide del tiempo, que como las de Egipto, eres indestructible mausoleo que guardas en tu seno de granito el fúnebre sarcófago donde reposa un héroe”. “Ciclópeo escudo que embrazó la Europa; en ti rebotaban las aceradas flechas de los árabes, volviéndose hacia ellos, según la tradición; tú fuiste un día la patria entera, pues toda la cristiana España se redujo a ti;.. ¡Salve, gloriosa Cueva, templo santo que Dios mismo labró con el cincel constante del torrente”.
“… Mientras el sacro Deva, el murmurante e tortuoso río, que desciende de los sinuosos ámbitos de la caverna heroica, serpentea entre parque y maleza con perpetuo rumor”... “siendo aquel rojo río el Mar Rojo de España”… “Vi todas las catedrales, pero allí (Covadonga) vence el arte, el imperio solemne de la naturaleza soberana, la fuerza de la fe y el poder de la historia”.
“Sirviendo de cauce vertical al sonoro torrente del Reinazo, que en cascada espumosa y resonante y con intermitencias, desciende desde el lago de Enol hasta la gran caverna aumentando el caudal del futuro Deva”.
“El lago de Enol: “Amanecía; los primeros albores de la aurora esmaltaron con sus rosadas tintas las cimas de las altas montañas, que los estrechos horizontes cierran, dorando los cerrados cristales de los balcones de aquel hospitalario albergue, cuando las sonoras campanas del vecino santuario de la Cueva vibraban con resonantes ecos al toque de alba, llamándonos a Misa”.
“Leyenda de don Opas: tal es la histórica conseja, y allí está sobre el monte el obispo fantástico de piedra, la abominable efigie, la rígida estatua de granito de don Opas, condenado por la historia y el tiempo…”.
“En torno del Santuario de Covadonga, ciérnese también la leyenda: ya citando a un ermitaño que vivió en la Cueva, antes de que Pelayo a ella se retrajese con su hueste, ya hablándonos de ángeles que conducían por los aires la madera y la piedra para erigir un templo que no llegó a levantarse, a lo que alude cierto grabado antiguo de la cueva, ya, por último, hablándonos de prodigiosos saltos del corcel de Pelayo, de flechas que lanzadas por moros a cristianos rebotando de la peña venían a herir a los muslines que las disparaban, ya, por último, de arroyos tintos en sangre, que perpetuasen a la vista de los observadores la desolación y el horror del Campo de la matanza.
“La vida anterior de Pelayo, magnate godo, ha sido igualmente, objeto de leyendas, como si no le bastase, desde la jornada de Covadonga, la fama de sus proezas.
“Es tradición antigua, conservada también por los montañeses del Auseba, que cuando el Caudillo Pelayo acampó a sus faldas, habitaba la solitaria Cueva-Longa un piadoso ermitaño que rendía allí culto a una devota imagen de la Virgen. Dicho ermitaño dio a Pelayo, que lamentaba entre su hueste la ausencia del gótico pendón sumergido en el turbio Guadalete, la misteriosa Cruz de la Victoria, que era de roble (luego fue forrada en oro esmaltado de pedrería, según se conserva, con culto tradicional, en la capilla de las Reliquias en la Catedral de Oviedo), con la cual había de vencer a los árabes…pero la leyenda más conforme con la historia es la siguiente:
“La antiquísima efigie, según la tradición histórica, es, como tantas de los antiguos tiempos, obra de Nicodemus, el secreto discípulo de Cristo y famoso escultor de Judea.
Desde Jerusalén la trajo a España el apóstol Santiago; durante la cruel persecución y martirio de los cristianos por los Césares, poseyola, oculta con gran veneración en la antigua Emérita, el cristiano Presbítero Donato, maestro de la heroica Santa Eulalia, la cual veneró también la santa imagen, hasta sufrir martirio.
Al triunfar el Cristianismo fue expuesta al culto en Mérida… La que glorificó después a Covadonga, fue también recogida, según la tradición, por Pelayo que estuvo en Guadalete, a su paso de avanzada por Mérida y él mismo la entregó luego a su esposa Gaudencia, junto con los preciosos restos de la mártir emeritense Santa Eulalia. Dejando a su mujer y los demás restos en Abamia, llevó la imagen de la virgen a Covadonga.
Finalizando el siglo XIX aparece la obra de J.D.M., Covadonga (narración histórica), 1899, 31 pp. Recogemos algunos fragmentos de los distintos capítulos:
La invasión africana; El solitario del lago de Enol: (He aquí una bonita leyenda): Más que subiendo, gateando por la enorme pendiente de la montaña, que a sus pies tiene como preciosa alfombra la incomparable vega de Orandi, camina un joven de unos veinticuatro años, vestido con el traje de los guerreros de aquellos tiempos. Algunas veces vuelve hacia atrás la vista para contemplar el imponente espectáculo que ofrece el río Diva, sumiéndose entre los peñascos del monte, para reaparecer más tarde bajo la forma de una inmensa cascada, después de haber atravesado toda la peña.
En la mirada melancólilca del joven se adivina la profunda tristeza que embarga su ánimo, y tal vez aquel ambiente saturado de un húmedo polvillo que las aguas del río despiden al chocar violentamente contra las rocas, lleva en sí los restos de alguna lágrima escapada furtivamente de aquellos ojos que más bien que para llorar, parece fueron hechos para lanzar miradas llenas de fuego...
Los refugiados en Asturias. Guadalete. V. Los caudillos cristianos. Pelayo. VI Los primeros pasos del nuevo ejército. Llegada de Blanca. VII. La batalla de Covadonga:
Las noticias que diera Blanca sobre la próxima llegada de Alcamáh y los suyos, alarmaron a Alonso, quien inmediatamente fue a comunicarlas a Pelayo, como supremo jefe que era. Reunidos poco después con los demás, y en vista de la gravedad de las circunstancias, decidieron abandonar a Cánicas para buscar refugio más seguro entre las escabrosas montañas.
Púsose en planta el proyecto aquel mismo día, y el pueblo en masa se trasladó a un monte llamado Auseba, distante dos leguas de Cangas. Nadie quedó en el llano, y por tanto, pronto se poblaron las crestas del Auseba. Los cristianos pasaron a la cueva de Covadonga, que podía contener unos 200 combatientes, a la que se retiró Pelayo con cuantos hombres de armas cabían allí, colocando a los demás entre los bosques y malezas que cubrían la escarpada falda de los dos cerros...
Sobre las fuerzas respectivas que en Covadonga lucharon de uno y otro lado, no es posible hacer un cálculo seguro, pues las crónicas árabes apenas dan importancia a tal descalabro, en tanto que las cristianas exageran fabulosamente el número de los muslines, y reducen el de los cristianos hasta una cifra inverosímil. Sebastián de Salamanca y el monje de Silos dicen haber muerto en la batalla 124.000 musulmanes; pero esto ha de considerarse como una exageración muy propia de los tiempos en que dichos autores escribieron, con objeto de excitar el ánimo de los cristianos.
También Pi y Margall hace una elogiosa glosa de Covadonga en ¡Covadonga!
“Orillas del Guadalete hubiera fenecido la generosa dinastía de los reyes godos, si el invencible don Pelayo, retirado en los fragosos montes de Asturias, no echara en ellos los cimientos de una nueva monarquía. Este ilustre vástago de la sangre goda alienta con sus victorias a España, trabajada por la tiranía de los árabes; y pronto no hay pueblo que no aceche la ocasión oportuna para volar al estandarte del independiente caudillo. De aquí la fatigosa guerra por sus descendientes, ayudados de los pueblos, que debieron a su valor su independencia”.
Otra leyenda conocida nos es transmitida así por Reigada (1916):
“(p.20 ss) Según antiquísimas tradiciones estaba dedicada a la Virgen (la Cueva) antes de la invasión agarena, y el cronicón de Alfonso III lo confirma, pues la llama casa de Santa María (antes dice que Alfonso I el Católico, el cuñado de Favila mandó construir la Iglesia de la Cueva). Dícese que pocos días antes de la batalla de Covadonga llegó allí Pelayo persiguiendo a un malhechor que se acogió al altar”.
“Un ermitaño que moraba en la cueva rogó por él y Pelayo le perdonó por respeto a la virgen; entonces el cenobita profetizó el piadoso guerrero que aquella santa cueva le serviría también de asilo, por lo que “se acogió allí con su gente desde el mercado de Cangas, donde se reuniera (Crónica de Carballo), dando comienzo desde aquel lugar a la gran batalla, de imperecedero recuerdo, el 1º de agosto del año 718.”
Nuestro más insigne novelista, Leopoldo Alas, (“Clarín”) fue un entusiasta panegirista de Covadonga. Así lo cita J. Rodríguez Fernández (Presbítero):
Las páginas que este escritor (Clarín) ha dedicado a Covadonga son bellas y admirables. En estos días de las fiestas jubilares de Covadonga es ocasión de darlas a conocer y recordarlas. El pensamiento de Clarín concerniente a Covadonga está esculpido en uno de sus mejores escritos que tituló Diálogo edificante cuyos personajes son: “la capilla evangélica”, “la catedral de Covadonga” y “ coro de catedrales”.
En lo que se refiere a Covadonga:
“Los fanáticos modernos no conciben que se construya una catedral en Covadonga a expensas de toda la nación, como obra patriótica, como grandioso monumento que conmemore la primera hazaña de la reconquista, el primer milagro del valor en su lucha de tantos siglos contra los sectarios de Mahoma. ¿Por qué una catedral? gritan. Porque lo quiere la historia y como la historia es como es y no como quiere el capricho de cada cual, Covadonga, quiéralo o no el racionalista negativo, tiene que representar dos grandes cosas: un gran patriotismo, el español, y una gran fe, la fe católica de los españoles, que por su fe y por su patria lucharon en Covadonga. Una catedral es el mejor monumento en estos riscos, altares de la patria.
Se ignora que un modesto sacerdote anda por Asturias de puerta en puerta mendigando una limosna para ir construyendo la catedral poco a poco, sin la magnificencia arquitectónica que merece. Debiera ser esta catedral la obra espontánea, simultánea y unánime de todas las fortunas de España, y no una humilde prueba de la caridad y del provincialismo de unos pocos asturianos. ¡Levantad en Covadonga, no una pobre basílica amanerada y raquítica, por su miseria, sino un reflejo glorioso de toda la grandeza de las catedrales españolas.¡ La fe de León, de Burgos, de Sevilla, de Granada, se salvó en Covadonga”.
Constantino Cabal, en su obra Covadonga, historia y leyendas reeditada en 1991 como Covadonga (ensayo histórico crítico) con presentación de Silverio Cerra Suárez, recoge abundantes leyendas. Tomamos algunas de su libro La divina peregrina (Los ritmos de Covadonga), 1948:
Las Leyendas toponímicas: Orandi (ahora anda).
Las fuentes de Maravilla:
“Un día Pelayo tenía sed y no encontraba fuente. ¿Señor... y cayó de rodillas… Después levantó la espada y dio un golpe en el suelo con su punta… Surgió la fuente, en el golpe, con un largo caudal de agua sabrosa, nieve en fusión de la cumbre. El vulgo la llamó, para recuerdo, “la fuente santa de la cuhillada”.
El campo del Repelao
Una lucha entre caudillos
El milagro de las obras: “La Virgen de don Pelayo / no quiere subir a Priena / quiere estar en Covadonga / porque es su trono la Cueva”.
“La Virgen de Covadonga / ella misma a sí se guarda / que hizo de la noche día / cuando quisieron robarla”.
“La Virgen de Covadonga / ye pequeñina y galana / aunque bajara del Cielo / el pintor que la pintara..”
“Canción de gesta” (Cabal). “aún no se probó la existencia de canciones de gesta populares en las que se celebrara esta epopeya de la reconquista. Y, no obstante, debió de haberlas…. Ochoa descubrió un códice en la Biblioteca Real de París, donde figura la Crónica de España desde el principio del reinado de D. Fernando “el Magno” hasta la muerte de D. Fernando el “santo”, y terminada esta crónica, empieza otra rimada, en la que, insensiblemente, de unos renglones en prosa del comienzo se pasa a otros en verso, excesivamente tosco. Y por poca antigüedad que se quiera señalarle-afirma el Sr. Ochoa en su Catálogo- “es el principio del siglo XV y no sería difícil además probar que es muy anterior a esa época”. Esta crónica parece un conjunto de retazos desaparecidos de varios autores”. “D. Francisco Michel la publicó, y en su principio se encuentra la que acaso fue materia de una canción anterior en la que se enalteciese el hecho de Covadonga:
“E remaneció la tierra sin Señor quando moryó el rey Pelayo. Este rey Pelayo avía una fija de ganancia, e fue casada con el conde D. Suero de Caso. E fiso en ella el conde D. Suero un fijo que dixieron D. Alfonso…”
“Mas toda la poesía que de la reconquista procedió se hundió completamente en el olvido y no se sabe la causa. “A los ecos históricos de las maravillosas victorias de Pelayo, han sustituido en el centro mismo de las montañas otras más recientes tradiciones, nacidas, sin duda, en lejanas comarcas, e hijas, por tanto, originariamente de muy diversa cultura” -dice Amador de los Ríos”.
“Y se puede resumir: desde el año 711 hasta el año 883 no se escribió ninguna crónica en el reino de Asturias, porque no fue necesaria; entonces se conservaba el recuerdo de los hechos en el corazón de todos, y en una poesía intensa y pródiga, alguno de cuyos temas quizá pudiera recordar aún la vieja tradición del conde Suero, que persiste a través de las edades”.
Zacarías García Villada en su obra Covadonga en la tradición y en la leyenda[6] afirma:  “desde luego podemos afirmar que Pelayo no fue un mito como algunos han creído, sino una persona real. En esto están contestes tanto las crónicas latinas como las árabes, de mayor autoridad… Sabemos el hecho y nada más”. “¿Existió la batalla de Covadonga? Ninguno de nuestros grandes historiadores ha puesto en duda la existencia de la batalla de Covadonga. La noticia ha llegado a nosotros por dos cauces: uno, las crónicas latinas, y otro, las arábigas. ¿Cuándo tuvo lugar? Proporciones de la batalla” (p. 29).
Juan Antonio Cabezas en su Semblanza crítica de “José”, de P. Valdés: en la Rev. Covadonga, 1926 recuerda la visión y alusiones de P. Valdés a Covadonga: El paisaje de Asturias, y el alma de Asturias, esa alma candorosa y buena, noble, abnegada y heroica, que es como el sello característico de nuestra raza, eso es “José”, la obra inmortal de don Armando.
En el prólogo, -bien ideado por cierto- el noble patriarca de las letras que recorre la provincia, su provincia, su patria chica, la que atisbó mas de cerca sus desvelos, y sintió con más cariño y sinceridad sus triunfos, va mostrando a su amante esposa y a dos nietezuelos que le acompañan, todos los pueblos de nuestra costa; Llanes, la hidalga; Ribadesella, la gentil; Luanco, la coqueta; San Esteban, la mimosa....
Y es el viejo puente romano de Cangas de Onís, que abre sus enormes brazos de piedra como un Cristo gigantesco...
Y es, por último, Covadonga, el solar español por antonomasia, donde el noble peregrino va a ofrendar a la Santina lo único que guardaba de su pasada grandeza, la fe, noble herencia de su rancia estirpe que todos los vendavales del destino no lograron arrancar de su corazón... Y desde aquella roca, ara santa de su doble culto, mira el mundo a sus pies, con un gesto de desprecio semejante al que inspiraron a Job los caminantes de Thesman.
Tiempo hace que nosotros soñábamos con que fuera Covadonga escenario de una película asturiana. Ahora con “José” hemos saciado con creces nuestro anhelo.
Queda dicho pues: “José es la mejor película asturiana, en el paisaje de Asturias y de alma de Asturias.
El propio Juan Antonio Cabezas recoge otra leyenda sobre la virgen de Covaedonga;
El tesoro de la Virgen (leyenda). 1924.
Cuenta que el peregrino, que había andado por muchos continentes, que había sido azotado y condenado, despreciado por los grandes y escarnecido por los viles, llegó un día a la montaña ingente, a la atalaya recia de la raza..
“Y extendiendo hacia la Covadonga sus brazos cansados improvisó el peregrino su plegaria”:
“Yo, Señora, buscaba un tesoro, del que me han dicho que sois fiel guardiana. Busco el corazón de una mujer, mejor dicho de una virgen, pura como las aguas de la fuente sellada que manan de las entrañas de Sion, como los lirios que crecen en los collados del Líbano. De este tesoro os hizo hace tiempo depositaria”…
Hace tiempo (le contesta la Virgen) que guardaba esta alhaja incomparable que a vos pertenecía… Pero un ladrón atrevido y procaz, no pudiendo arrebatarla de mis manos, cebó en ella el odio de su alma insana, y en ella se ensañaron los fieles chacales del instinto… y mirad su triste estado…
¡Y mostró al peregrino aquel corazón de su amada… aquel gran tesoro, con una herida muy grande, y muy roja…!
Al día siguiente encontraron los pastores el cuerpo del peregrino muerto. Tenía una gran herida en el pecho, al lado del corazón, y entre los dedos unos lirios mustios…
Concha Espina, Altar mayor: novela. Madrid, 1926.
_____ _____ _____ “”””              Madrid, Espasa Caalpe (Austral 1196), M. 1954.
A pesar de tantos textos poéticos y narrativos sobre Covadonga, con razón decía la Rev. Covadonga, año 1926, p. 430: “Pero faltaba el poema que cantara las bellezas imponderables del solar de la raza, el estupendo rinconcito, como un pedazo de cielo caído en Asturias. Y ese poema, en prosa cincelada y sutil, ya existe”. Esta misma revista publicaba[7] el capítulo de la novela, El anillo y el dedal. La obra en su conjunto fue publicada en “sueltos” en El Carbayón antes de ser publicada definitivamente.
“Asturias vive pendiente del asunto tan bello y primorosamente tramado en esta interesantísima novela, toda ella de Covadonga, que con el aplauso cerrado de los lectores asturianos publica el folletín del popular diario ovetense “El Carbayón”…
“Pero si Altar Mayor es canto y es himno, es también historia de una almas nobles y enamoradas…”. “La pintura de caracteres, la narración de hechos y sucesos, el ir y venir de los peregrinos al Santuario, es otro encanto y otro mérito de esta novela”.
“Faltaba ese poema, melodía de una arpa, que conmoviese el corazón, haciéndonos sentir y ver los tesoros del la hermosura que son la prenda y el fausto de Covadonga”.
“Nuestro C. Cabal ha dedicado su pluma, exquisita y musical, el homenaje más recio e imborrable a aquellas bizarrías y heroísmos”. (José Rodríguez Fernández, Presbítero)
Resumen de la novela:
27 capítulos y Envío.
c. 1: El Recuerdo:     “EL Minerva”, tren; Cangas de Onís, don Opas (siempre atormentado en su castigo de piedra). Y sube hacia la “Peña de Belay” donde está la Casa de Santa María. “Solar de los Reyes de España y origen de todos los Señoríos y mayorazgos españoles”. La Riera, donde veranea Eulalia de la Escosura, viuda, madre de Javier, con  Camila, amiga y prima lejana de Eulalia. En la Riera están también las primas de Javier, Leandra (18 años), Teresa, más joven. Javier tenía 25 años, cuando estaba convaleciendo en La Riera. Habla del  Río Diva
“La niebla, señora de los montes, bajaba por los taludes a beber en el río”.
“Frente al crestón que levanta a las nubes una catedral sonrosada y fina, puesto el ábside en las alturas a todos vientos, atrevido y tajante como la proa de un vergel”. “Escasa edificación del sitio”. “Primero, casi en la Gándara, tocando con el Diva, las casucas de los beneficiados, el Cuartel de la Guardia Civil y unas pocas fincas particulares”. Después en el segundo peldaño del terreno, sobre una explanada estrecha sostenida por intrépido baluarte, el Gran Hotel y la primitiva Colegiata, hecha hospedería”. Por último, en el alto bastión del mismo Auseba con el apoyo de un nuevo y ricísimo contrafuerte, la casa abacial, las de los canónigos, a nivel de Basílica, frente al túnel que desemboca en la gruta”…. “La voz dulce y aguda sonó,… envuelta en el zumbido de las aguas que se consumen en Orando y perforan el Auseba par renacer debajo del Altar”.
“Sube el carruaje por la grada central del Santuario, para detenerse delante del Hotel, cerrado, silencioso y dormilón”. “Salta Javier del coche y mira el reloj.. El coche de Javier toca impaciente la bocina… Teresina, empleada en el hotel desde hace dos años”…”Esos cuatro años “.. “Ya el pico de Gines y el de la Oración resplandecen majestuosos”. ¡La rapsodia del agua!... “Por la contrahuella del baluarte una escalerilla de hierro desciende al camino real”.
cIV. “Ya cumplió 20 (Javier).
C V “Llega cargado de viajeros el automóvil del Hotel”
C VI Enemigas
C VII Combatientes
C VIII Altar Mayor “ va callendo el día…”
C IX Dueña de la luz.
“La carretera recibe a sus bordes los caminos incultos que vienen de todas partes, los anuda en su cordón civil”…
“Así, cándida y aventurera, la mano tremante sobre la honda palpitación del pecho, vuelve hoy Teresina al reino fantástico de las cumbres, al país de las águilas y de los buitres, del oso y de la gamuza, de la nieve sempiterna y las aguas torrenciales..”
“Este es el lago kilométrico, inmóvil y sin explicación, de escondida profundidad. Está negro a fuerza de ser voluminoso, está triste y frío, igual que un cadáver. La ribera es lúgubre, desarbolada, endurecida, abierta a los atajos cerriles y el horizonte montruoso de los Picos de Europa, que desde sus cimas blancas envían al cielo una punta de claridad… Dicen que una Xana esquiva tiene aquí su yerto palacio”…
En la Revista Luces del Auseva (1964-1977) hay un precioso artículo titulado: Covadonga vista por Concha Espina, de Salvador Blanco Piñar. Presentamos algunos de los fragmentos reseñados por este autor comenzando por su objetivo:
“Encontrar reunidos en un original mosaico literario los múltiples trozos de paisaje de Covadonga que en ella se encuentran, distanciados y dispersos. El cuadro resultará extremadamente barroco, como lo es el estilo inconfundible de su autora”. He aquí esos fragmentos, literarios donde los haya;
Ábrese el anfiteatro colosal de las montañas, recogiendo en sus pliegues la escasa edificación del Sitio: primero, casi en la Gándara, tocando con el DINA, las casucas de los beneficiados, el cuartel de la Guardia civil y unas pocas fincas particulares; después, en el segundo peldaño del terreno, sobre una explanada estrecha, sostenido por el intrépido baluarte, el Gran Hotel y la primitiva Colegiata, hecha hospedería; por último, en el alto bastión del mismo Auseba, con el apoyo de un nuevo y ricísimo contrafuerte, la casa abacial y las de los canónigos, …
.. y detrás, hierático, resumidor, puja el Auseba, lavado con la plata sonora del torrente, irguiendo el lampo amarillo de su fanal, como una brúmula, en el camarín de la Virgen.
…Abajo, en los hoyos del sable, en tersura del fuerte lamedal, se esconde el río mudo y quieto, esperando a las estrellas. Es un callado tanteo de ramas en la penumbra, un surco de reptiles en los estribos y contrafuertes, el crujir de leñas perdidas y remotas, un hálito de relente y soledad, una constante sensación de enigmas que brota de los somiedos y los ancones, y trepa hasta la raigambre heroica de las hayas, en las cimas del santuario.
El agua adormecida parece que despierta con galantes murmullos, sonando en las zubias y los atanores. .. es el río de Orandi, que conoce los caminos sinuosos de las peñas, trepanó el monte, brotó en cascadas debajo de la Gruta y persigue al Rainaro y al DINA, siempre tendido el arco de su chorro sobre la hondura del pensil.
En la cumbre del occidente, coronada por el sello de Cristo, unos brazos firmes, de hierro, que se tienden en lo azul y parecen recoger todo el calor de la mañana por allá arriba, mientras los profundos hondones aún se llenan de rocío frescos y asombrados.
Lago Ercina
… el río de Orandi, viajero desde la cumbre del Auseba hasta el foso del Dina, en un salto de 4000 pies… Estos fragores propenden a una guerrera evocación. Hay algo fundamental y belicoso y el Orando siempre colgando por la falla siniestra junto a la patrona, desde las alturas donde los arqueros montañeses vencieron el poder de Alcamah. Sobre el mismo camarín de la Santa los panales acendrados de miel commemoran el escondite de los astures tramontanos, hueste liberadora: esta Cueva es el ara de la Reconquista.
Ya el Pico de la Oración resplandece majestuoso y violento, con la espina tallada en el azul, enseñando los panales de hierba, la umbría de los bosques, la raya luminosa de los cauces.
El Mirador de la Reina: Ese sitio es una espléndida atalaya gratamente revestida de bancos y rastiles, flores y tapices de verdura, que logró tanta solicitud en medio del salvaje tramonto, porque un día la reina Victoria de Battenberg se detuvo aquí par admirar uno de los semblantes extraordinarios de la solemne belleza de Asturias.
Los Lagos: Un “mar ermitaño” reproduce en su cristalina quietud la exaltada vegetación que amortigua su tono malva en la ingravidez musical del aire. Este es el lago kilométrico, inmóvil y sin explicación, de esondida profundidad. Está negro a fuerza de ser voluminoso, está triste y frío igual que un cadáver.
Al fondo, abismales, inaccesibles, las torres de las dos Peñas Santas: la de Enol   y la de Caín, pórticos de una monstruosa y libérrima catedral que hecho Cantabria para asombro del mundo, con nieves y rocas, glaciares y agujas, hoces y llambrías.
Veamos el comentario que sobre Altar Mayor hace María Jesús Villaverde Amieva[8]:
“Concha Espina; Altar Mayor,: “Su estilo se enmarca dentro del realismo tradicional y arcaizante; domina la técnica narrativa y, en sus obras, argumento, personajes, y escenario forman un bello conjunto. Aúna los más delicados sentimientos con los más abruptos paisajes; pero no suelen estar presentes las más bajas pensiones; en sus personajes, lo feo y sucio queda solapado por profundos valores religiosos, morales, por el gozo por las cosas creadas y por el afán y la búsqueda de la perfección cristiana, el anhelo de una vida futura, imbuido todo de un fuerte sentimiento moral y religioso”.
“Altar Mayor es la novela de exaltación de Covadonga y de la patriótica tradición histórica, en la que, sobre el argumento y sus actores, triunfa el paisaje. Para escribirla su autora pasó una larga temporada en Covadonga y con ella pretendió rendir un homenaje a la tierra de sus abuelos y a la Virgen de la que se confesaba una ferviente devota.
“Publicados los primeros capítulos en El Carbayón en enero de 1926, aparece por primera vez formando volumen en la Editorial Renacimiento de Madrid, en julio de 1926, En apenas dos años se publican la 2ª y 3ª edición con unos 23.000 ejemplares Al menos más de 17 ediciones en total.
“El argumento es una enternecedora historia de amor que tiene por escenario Covadonga, Altar Mayor de España, cuna de la nación, en la que todo ocurre a la sombra del Santuario de la Virgen, con el escenario de un abrupto paisaje al fondo”.
“Teresina, idealista, creyente y muy devota de la Santina, encarna el amor puro, los ideales de la gente sencilla de los pueblos, con el único recurso de sus valores morales y sus creencias religiosas”. Su primo Javier de la Escosura, de la buena sociedad madrileña, símbolo de la vida mundana, viene a La Riera, a casa de sus parientes, a reponerse de una enfermedad. Recuperado, regresa a Madrid, dejando a Teresina con una promesa de amor eterno realizada a los pies de la Virgen, en el Altar Mayor de España. Hombre de carácter débil y sustentado por una madre dominante, regresa al cabo del tiempo, a Covadonga para contraer un matrimonio adecuado a su posición social y resultado más de las presiones maternas que del amor. Su nuevo encuentro con Teresina reavivará anteriores sentimientos, terminando el idilio con un final tan precipitado como inesperado”.
A mediados del siglo XX, Manuel Valdés Gutiérrez publica  El Libro de oro de Covadonga, Gijón, 1956, 53 pp.  Reproduce la poesía del D. de Rivas que ya citamos en la Revista de 2005. Otros capítulos de este libro son : La epopeya; Covadonga y la leyenda; El milagro de Covadonga. También cita la leyenda final sobre el final del ejército invasor:
“Para completar la derrota de los moros en Covadonga, nos habla la leyenda del hundimiento de Cosgaya que acabó de aplastar a todos los supervivientes de la derrota”.
Poético pero poco interesante en cuanto a nuestro propósito es El sueño de piedra y cielo, de Luis Arce Velasco, publicado en Oviedo en 1985, con 45 páginas.
Las Historias y leyendas de Asturias de Migue Arrieta Gallastegui, (Gijón, 1995) hacen referencia a algunas de las leyendas pero no son ni muchas ni demasiado originales:
Covadonga:
“Difícil discernir los aspectos religiosos de los cotidianos o históricos, en una de las leyendas más importantes que tenemos en Asturias: la de Covadonga, que abarca tanto su fundación como culto mariano, como la fundación histórica del Reino de Asturias, a partir de la célebre batalla que en sus parajes se dio”.
Este autor recoge también leyendas tradicionales como la del “ermitaño” y alguna referida a la etimología de Covadonga (“Cova dominica”) presuponiendo la existencia ya de algún tipo de culto a la Virgen. También se refiere a la creencia, nunca suficientemente demostrada, de la construcción de una Iglesia y un Monasterio por parte de Alfonso I el Católico, en recuerdo de la victoria de Pelayo y la intervención milagrosa de la Virgen.
Aparece de nuevo la leyenda del “carpintero u ob”rero atado con los materiales en la Cruz de Priena, donde supuestamente se quiso edificar una ermita y la desaparición del obrero y de los materiales que volvían a la gruta de Covadonga. Mucho menos de fiar es la leyenda recogida en las “crónicas” de Alfonso III el Magno según la cual, sobre el año 900 –épica de la Crónica- , todavía había restos de la batalla.
Es cierto que aún hoy en día hay un lugar en la subida a los Lagos llamado la “Huesera”, alusión, quizá, la abundancia de huesos, supuestamente, árabes.
También incluye La leyenda de Favila.
También en Buenos Aires se edita una obra de César Fernández Moreno, Pelayo y los románticos: vida literaria del fundador de la raza, Buenos Aires, 1947, 37 pp.
D. Claudio Sánchez Albornoz ha fijado también su atención en Covadonga. Así en Pelayo antes de Covadonga. Buenos Aires, 1955, 20 pp. Con cierta jovialidad dice en el Epílogo de su El reino de Asturias: orígenes de la nación española: estudios críticos sobre la historia del Reino de Asturias (selección), por J. E.  Casariego, Oviedo, 1979, 542 pp. :
“A veces creo que el Altísimo ha pactado conmigo prolongar mi vida hasta que ponga fin a mi Historia del Reino de Asturias. Confieso que en ocasiones, pícaramente, he prolongado ese final para dilatar también mi terreno existir… Quiero que estas mis últimas palabras sean un canto a Asturias, la cuna de España.  Nada me sería más grato que poder volver a Covadonga e hincarme ante la Santina y decir a María: Gracias”. Y escribiría en el libro de Oro de Covadonga: “En este día de enorme emoción en este Covadonga unida a mi vida desde hace más de medio siglo, agradezco al Altísimo que me ha permitido volver a esta cueva para rendir homenaje filial a la Virgen Santísima. Que ella intervenga cerca de Dios para que me dé una buena, santa y pronta muerte…”[9].
En 1991, en León, se publica Covadonga, paraíso natural: cuna de la historia, obra de Pedro García Trapiello.
Un año después aparece Covadonga, Cueva de Isis-Athenea. Oviedo 1992. Introducción:  “De la epopeya al rigor histórico”. Su autor es Guillermo García Pérez. Explica una teoría sobre la etimología de Covadonga:
“La etimología “oficiosa” -generalmente aceptada- de Covadonga se basa en un error de lectura. Onga es el nombre fenicio de la diosa-madre, fundadora de la civilización griega y, por consiguiente, occidental. Este nombre es conocido como poco desde mediados del s. VIII a. de C. Está registrado desde antes desde el año 467 a. c… En la España medieval existen por lo menos entre tres y cinco lugares de origen prerromano llamados Covadonga o Celladonga… La lectura más correcta sería, pues, Cova-d´-Onga, que interpreto como Cueva dedicada a la diosa Onga…. La explicación acuñada por M. Pidal (Covadonga, Cova Dominica, Cova-Donga, Cova-Domina, Cueva de Santa María) procede-como más pronto-de hacia el año 900, y pudiera deberse a un error de interpretación por parte de los autores medievales asturianos, ya que contra lo que dice, E. de la Huerga, en su Guía de Covadonga, (1979), “Domina” y “Nuestra Señora” se aplicaron, sobre todo, según evidencia la epigrafía mediterránea, a Isis, Astarté, Yanit,,. Sólo mucho más tarde, al parecer, después del siglo X, se transfirieron estos apelativos a la Madre del Cristo. .. El culto a María en Asturias comienza, como muy pronto, en la segunda mitad del siglo IX”.
Ya hemos hecho alusión a distintas leyendas sobre Pelayo, Covadonga y la Virgen María. Recordemos alguna más:
Cuenta la leyenda que el valle de Enol era el más hermoso de los Picos de Europa; las casas de los pastores cubrían todo el valle. Una noche de tormenta apareció una niña perdida que fue de casa en casa pidiendo refugio. Todas se lo negaron excepto una humilde cabaña situada en una de las laderas del valle. Al amanecer donde había estado el valle, ahora había un hermoso lago. De forma totalmente diferente recogía esta leyenda Acacio Cáceres: La Leyenda de Enol:
“¡Enol! Dios invisible de los celtas tuvo un gran templo allí para su culto. Aquello era una hermosa cuenca, una extensa pradera circuncidada de montes, que amuraban el rústico recinto por ellos venerado.
En su centro se levantaba el dolmen gigantesco de granito, alzado por la potente mano del gigante Narauco de la raza colosal de los Cíclopes y de estirpe heroica después de una victoria alcanzada en hórrida hecatombe sobre Gerión, el cántabro (esto dice la fábula y continúa la legendaria historia). El sacerdote de Enol vivía con su familia. Un día de tempestad un rayo partió el dolmen y un volcán surgió en la vega. Al final donde estaba el dolmen apareció un lago símbolo de la victoria del agua sobre el fuego”.
Juan Antonio Cabezas en 1924 (R. Covadonga) presenta la leyenda que titula “EL tesoro de la Virgen”. Un peregrino llega a La Santina a pedirle el corazón de su amada; la Virgen le dice que llegó tarde, mostrando el corázón herido por un puñal. Al día siguiente aparece el peregrino muerto a la orilla del río con un puñal en el pecho.
[1] En el nº 1 de la Revista FORO COVADONGA (2005) aparece la poesía épica, lírica y en bable sobre Covadonga y Pelayo. En este número pretendo resumir la narrativa existente incluyendo las leyendas y tradiciones que nos han llegado sobre lugares y personas relacionados con Covadonga.
[2] En ALONSO RODRÍGUEZ, Antonio, Batalla y santuario de Covadonga: tradición, monumentos, historia, recopilado por..1918. Rev. Covadonga n. extraordinario 1918. Véase también: LÓPEZ Y GARCÍA-JOVE, Luciano, La batalla de Covadonga. Historia del Santuario. 1926.
[3] ROME, Madame de, Pelayo, restaurador de la Monarquía española; novela histórica escrita en francés por… trad. por Petra Pedregal de Hervás, Madrid, 1828 2 v.
[4] Recogido de Mino Cifuentes Tuero: Caveda y Covadonga; de la epopeya al rigor històrico, (en Cubera, Rev de la asociación “Amigos del paisaje de Villaviciosa”, n. 28, sep. 1996)
[6] Razón y Fe, Madrid. 1922.
[7] p. 411.
8] “Contribución a la bibliografía de Covadonga”, en Covadonga, Iconografía de una devoción.
[9] Recogido de Luces del Auseva (1976).
1.2
SENDERISMO:  de AVILÉS  a  COVADONGA
Ceferino Álvarez Bermúdez
La meta, tanto la geográfica como la mental, es Covadonga. El punto de partida  para esta ruta de senderismo se sitúa en Avilés, pero bien puede ser otro: el lugar que cada uno sienta como propio.
Dos libros nos impulsaron y sirvieron de guía para recorrer la senda AVILÉS-COVADONGA: ‘Itinerario de Gijón a Covadonga por la ruta más pintoresca’ de Antonio Pérez Pimentel; libro escrito en el año 1924 y del que se copian las curiosas descripciones de las principales villas que se encuentran en este  recorrido.
Escribe Pérez Pimentel, ‘la excursión a Covadonga puede hacerse por varios itinerarios, pero la excursión pintoresca e inolvidable parte de Gijón y, a través de Villaviciosa, Lastres, Colunga, Caravia, Ribadesella, Posada de Llanes, Robellada y Corao, llega a Covadonga; total 127 km.’
Se van presentando con gran profusión de imágenes y de palabras admirativas las diferentes villas y pueblos de esta travesía que bien puede ser realizada en bicicleta.
El segundo libro-guía está editado en Albaré Libros: ‘El Camín de Xixón a Cuadonga’ de Xurde Morán; éste describe el itinerario a pie, seguido desde Gijón a Covadonga por el recorrido más directo y con múltiples referencias a las costumbres, monumentos artísticos, construcciones típicas y demás ‘curiosidades’ de los diferentes pueblos de este recorrido.
FOTO A2
Son muchos los caminos que llegan hasta Covadonga y múltiples los sentimientos, vivencias y anécdotas de los que los recorren. Para la Revista ‘Foro Covadonga’, correspondiente al año 2006, se presenta el ‘camino desde Avilés a Covadonga’, el Camino del Norte; este recorrido a pie es de aproximadamente 105 kilómetros, lo que permite realizarlo cómodamente en cuatro etapas.
Todo él lleva siendo recorrido desde hace muchas generaciones. Más recientemente, conviene hacer mención de la marcha que, desde Villaviosa cada año desde hace muchos, viene realizando un grupo numeroso de maliayos.
Desde Gijón, lo puso de moda, lo señalizó y cada año organiza una marcha la Tertulia Cultural El Garrapiellu, grupo al que hacemos repetidas alusiones y agradecemos todos los esfuerzos que vienen realizando por este itinerario ‘Camín a Cuadonga’.
Contagiados de su entusiasmo y de amigos ya veteranos en senderismo, un pequeño grupo de ‘ociosos’, Elías, Marino, Miguel Angel, José Luis y el amanuense de este artículo, hicimos recientemente este camino a Covadonga;  decidimos comenzar en la villa de Avilés con el fin de darle una mayor longitud al recorrido y un reconocimiento a este centro geográfico de tan amplia zona asturiana; una vez realizada esta etapa, nos alegramos de la decisión tomada teniendo en cuenta la riqueza del paisaje y lugares que se visitan así como los múltiples puntos de interés de la zona recorrida.
En Gijón nos unimos al ‘Camín de Cuadonga’, bien señalizado por la Tertulia Cultural el Garrapiellu y en Villaviciosa a la Ruta a Covadonga, que tiene una larga y consolidada tradición en la Villa.
La ruta sigue la sienda de vieyos caminos de los que l’orixen piérdese nel pasau… pasos naturales entre valles y montañes, tresformaos en calzaes cuando la romanización y en “caminos reales” na Edá Media, munchos de ellos agora cubiertos de capes d’ asfaltu, pero otros conservaos perbién, col suelo empedrau y llendaos per vieyes muries de piedra, testigos del pasu de milenta viaxeros, caminantes y peregrinos, a lo llargo de la historia’ (Xurde Morán)
La mayor parte del trazado discurre por asfalto, camino ‘hecho con las manos’, encontrando tramos de sendero, ‘camino hecho con los pies’, como le gusta decir a un buen amigo; ¡cómo  agradecen los pies estos senderos!; y, aún más importante, alejan al caminante de ruidos molestos y de humos nocivos. Al describir el recorrido se hará mención especial a estos tramos. ¡Cuánto agradeceríamos que se fuese ampliando la red de senderos andariegos para llegar a Covadonga!
En el libro de Xurde se lee: ‘especial agradecimientu a Tino Lozano, de la Tertulia Cultural El Garrapiellu, que la caleyara munches veces, buscando siempre atayos nuevos, siendes y caminos que miraren de dir a la Santa Cueva pela vía más direta, pero quitando lo más que se pudiere de carreteres xenerales’. ¡Enhorabuena!.
‘El Garrapiellu hace una estimable labor de señalización en marzo y abril de 1993, pintándose flechas marielles, xunto a un trisquel (adornu solar célticu de tres brazos); nel verano de 1997 inaugurose la nueva señalización oficial del Camín con postes y fleches de madera’.
El camino discurre por muchos núcleos de población donde es posible abastecerse de agua y de comida en algunos, por lo que se puede ir más ligero de peso en lo que respecta a aprovisionamiento. En el recorrido encontramos pocas fuentes y, menos aún, lavaderos, tan típicos de otros pueblos de Asturias; quizá no supimos observar suficientemente.
Xurde Morán, sin duda con la mejor intención de engrandecer el Camín, dice eufemísticamente en su libro que ‘tien tal encantu  esti camín que ye una de les travesíes andariegues más guapes d’ Asturies’ Puede ser así, porque la valoración íntima del senderista no se mide por los múltiples verdes, ni por la variedad de árboles autóctonos o importados que rodean el camino, o por la diversidad de pájaros o de ríos que ‘cantan acompasadamente’ creando un especial sosiego, o por las soledades y silencios que acompañan; ¿monótona y bonita travesía ésta?, sin duda, pero discurre por largos tramos de asfalto, lo que, a nuestro parecer, le resta esa categoría superior de tantas y tantas sendas por Asturias, y, en este contexto de senderos que lleguen a Covadonga, nos parece que destaca el GR 105 ‘Camino de Oviedo a Covadonga’ o Ruta de las Peregrinaciones.
Se propone realizar esta travesía en cuatro etapas. Los puntos finales de cada una de ellas pueden acomodarse atendiendo a la decisión del senderista o grupo de senderistas. En esta presentación se ofrece aquella que se considera mejor, atendiendo a la facilidad de usar un transporte público para comienzo y final de cada etapa. En cuanto a los tiempos señalados para cada etapa hay que considerar que son estimativos y que tienden a ser más bien sobrados.
Encontraremos paisaje, monumentos, quintanas, rincones con hechizo y acompañantes habituales: perros, pájaros, ríos… y también ruidos, humos y tráfico.
Comencemos, pues, el camino! Sólo hay dos reglas en el camino (también en los ‘caminos’ de la vida): ¡empieza y continúa!.
Primera etapa: AVILÉS-GIJÓN
Distancia:                  25 kilómetros (incluyendo el recorrido hasta el centro de la ciudad)
Tiempo estimado:     8  horas
Dificultad:                 baja
Avilés guarda cuidadas las reliquias del pasado; Avilés conserva con cariño las heredadas joyas: San Nicolás, San Francisco, Baragaña, los Alas, Galiana, el Rivero, Sabugo … ellas viven en el corazón, en la mente, rodeadas de amor, de prestigio; viven en la realidad, los ojos pueden contemplarlos, las manos acariciarlos y en la callada noche, cuando la casta Diana, hace las sombras mayores en el silencio augusto de la hora solemne, óyese, suave como suspiro, un susurro misterioso que nos cuenta leyendas y consejas de antaño’ (Pérez Pimentel)
Iglesia de Llaranes
Para el itinerario de esta etapa primera se opta por seguir al revés – se retrosigue- el ‘Camino de Santiago por la Costa’.
Se parte del Puente Azud, conocido punto de referencia en Avilés,  en dirección a Gijón por la carretera principal. Aunque suponga un pequeño rodeo, interesa tomar la desviación a la derecha, a Bustiello, indicada antes de cruzar la autopista. Desde este núcleo nos encaminamos al barrio ‘obrero’ de Llaranes, que se cruza de oeste a este, pasando por la iglesia parroquial de Santa Bárbara hasta llegar al barrio viejo donde está la capilla de San Lorenzo; el recorrido por este representativo y remocicado poblado de Ensidesa es una ocasión buena para conocer de los labios de un experto parte de la reciente historia industrial de Asturias.
El camino del recorrido sigue paralelo a la autopista Oviedo-Avilés. Se encuentra enseguida el cementerio de Trasona, que lamentablemente quedó separado de la iglesia parroquial de San Vicente de Trasona por la construcción de la autopista (por fin, se están realizando las obras de unir, mediante un puente, ambos conjuntos). Este camino lleva hasta el Centro Comercial ‘Parque Astur’; aquí se impone cruzar la autovía para alcanzar la carretera Avilés-Gijón hasta Tabaza, al haber sido cegado el puente que comunicaba más adelante con esta carretera. El tramo de carretera que hay que seguir machaca los pies y los oídos.  Durante esta primera parte del recorrido hasta Tamón se va dejando a la izquierda la gran industria del acero de Asturias: primeras naves de laminación y chimeneas de los Hornos Altos de ENSIDESA, contrucciones nuevas o renovadas de Aceralia, Grupo Arcelor, Arcelor-España, ¿Mittal Steel?…
En este recorrido interesa la compañía de un senderista que conozca el ya largo proceso de integración y desintegración de la industria del acero pionera en Asturias. Caminamos a Covadonga pero a través de la Asturias que suda y canta, lucha y espera, teje y desteje.
El camino continúa ya por tierras de Carreño, de oeste a este, hasta entrar por Poago en el concejo de Gijón. ‘El antiguo Camino de Peregrinos a Santiago por la costa asturiana a su paso por Carreño no es otro que el “camino real y usual” citado por el historiador candasín Gonzáles Posada y al que el Padre Risco en España Sagrada (tomo XXXVII, año 1789) denomina “Camino de la Costa Asturiana”’.
Situados en la rotonda de Tabaza, el campanario de la iglesia parroquial de San Juan de Tamón nos indica la buena dirección. Dejado atrás el pueblo de Tamón, una desviación a la izquierda, hacia Ambás, permite introducirse en un entorno diferente: verde, abierto y sin ruidos. La fuente de Ambás, que tiene una curiosa inscripción, invita a una necesaria parada en el camino, aprovechando además para contemplar las sólidas edificaciones del lugar y un pequeño bosque de laureles al fondo. Al reemprender el camino, la iglesia parroquial de Santiago de Ambás aparece en el horizonte; merece la pena desviarse treinta pasos para admirar el cuidado complejo: templo, cementerio, área recreativa y para echar una mirada al paisaje dejado atrás, rematado por el monte Gorfolí.
De nuevo en la carretera comarcal, se avanza, sin desviarse, hasta Santa Eulalia del Valle, donde de nuevo nos detenemos para admirar la florida iglesia parroquial y el conjunto disperso de casas de esta parroquia. Siguiendo la indicación hacia Empalme, a los quinientos metros, en la parroquia de Guimarán, se encuentra, a la derecha, la ermita de la Virgen de los Remedios, patrona de Carreño.
Una vez que se goza de esta sobria pero muy cuidada ermita, comienza el ascenso hacia el  Monte Areo; en los cruces que se encuentran, seguir siempre la dirección que indica al Dolmen de San Pablo, donde el senderista ha de detenerse para visitar, al menos, los tres túmulos de enterramiento que se encuentran a la vera del camino. ‘El Monte Areo o ‘Monte de las Aras’, monte sagrado, mágico e histórico fue habitado por los pobladores primitivos para sacralizarlo y convertirlo en morada de sus muertos; también fue escogido por los romanos para situar su monumento a la ocupación de territorios de los Satures, las Aras Sextianas, a principios de la era cristiana’. Por este monte sigue pasando el transitado ‘Camino de Santiago’ y el G.R. 100 ‘Ruta de La Plata’. Este espacio natural se encuentra poblado en su mayor parte por eucaliptos, monte bajo, alisos y algunos pinos; en la altiplanicie existe una amplia área recreativa. El Monte Areo tiene una considerable extensión y una belleza que, por ir de paso, queda sin conocer suficientemente, invitando al senderista, peregrino o turista a volver a recorrerlo reposadamente.
Siguiendo el amplio camino hacia el este, se encuentran las casas de la Loma de San Pablo, poblado que se deja a la izquierda para girar, en el próximo cruce en Y, a la izquierda, camino que más bien pronto que tarde (pues discurre por un lugar hermoso) nos introduce en el Camino Real que lleva a Poago, donde, después de visitar la iglesia parroquial de Santa María, nos dirigimos por la carretera que une este pequeño núcleo de población con la gran metrópoli de Gijón. Resta bajar hasta la carretera general Gijón-Avilés atravesando el puente sobre la ría de Aboño donde desemboca el río Aboño que nace en el concejo de Llanera y, por Veriña, entrar en la gran ciudad por el Cerillero. ‘Tres días hacían falta para recorrer la ciudad de Nínive’ dice el autor inspirado ; tres horas a pie pueden ser necesarias para atravesar Gijón, por La Calzada, Cuatro Caminos, El Natahoyo, Cimadevilla, Paseo de San Lorenzo,  y el Piles (donde puede dar comienzo la segunda etapa siguiendo la Senda del Peñafrancia).
Esta primera etapa termina en el Centro de Gijón.
Segunda etapa: Gijón (La Guía) – Amandi (Villaviciosa)
Recorrido:                             24 kilómetros
Duración aproximada:        8 horas
Dificultad:                            media-baja
‘Oviedo debe su origen a un Convento y a una Corte. Gijón nació como refugio de pescadores que al mar debían su sustento. Cuando Oviedo nació, Gijón ya era adulto; miles de años de lucha con el embravecido Cantábrico templaron su carácter; así se hizo altivo, audaz, enamorado de su libertad, embriagado por ese “quid” divino que el mar da a sus enamorados’ (Pérez Pimentel).
En la Guía comienza la senda de Peñafrancia, una vereda preciosa que lleva hasta Deva.
Discurre toda ella remontando el río Peñafrancia, que, pasando por Las Mestas y lugares rurales de Gijón, dejarán al senderista una preciosa imagen del cuidado que esta ciudad pone para el solaz de sus vecinos y advenedizos.
Muy pronto, una vez iniciada la senda, aparece, a la izquierda, acompañando constantemente este bello recorrido, la esbelta torre de la Laboral ¡qué bien pareces ahí torre altiva!
Hay que destacar que en muy contadas ocasiones se recorre completamente el cauce de un río desde la desembocadura hasta su nacimiento como se hace en esta senda del río Peñafrancia.
Universidad Laboral de Gijón
En Deva se encuentra la hermosa iglesia parroquial de San Salvador de Deva, que ofrece una atractiva estampa externa al senderista. No hay muchas oportunidades de encontrar abierta alguna de las múltiples iglesias parroquiales que se encuentran en esta ruta (como en el resto de Asturias). Tanto las iglesias parroquiales como las ermitas encontradas en el camino están todas ellas muy bien conservadas y externamente muy limpias, lo que dice mucho a favor de los párrocos que las regentan y de las feligresías que tienen en gran estima el cuidado de sus templos y esto parece siempre bien al que llega de visita o va de paso.
De Deva de Gijón  a Deva, río de la Cueva de Covadonga.
A continuación de la iglesia está el cuidado Lavadero del Güeyu de Deva, donde pasa el recién nacido río Peñafrancia; es éste un destacado lugar de arquitectura de servicio público que dice bien del esmero del pueblo por su conservación. Dejando a un lado la Capilla de Ntra. Sra. de Peñafrancia, emprendemos la ruta por el poblado de Pedrozos hasta terminar el camino de asfalto (Se hace una petición a la Tertulia Cultural El Garrapiellu: poner alguna indicación oportuna en esta salida desde Deva).
El camino sigue a la izquierda, en dirección a la Autopista, para, enseguida, emprender la corta subida hasta la Oya. Se cruza una carretera comarcal y se encuentra un agradable sendero ancho que nos introduce enseguida en la carretera que seguimos hacia la izquierda (como está indicado); después de un corto tramo la ruta sigue por la carretera a la derecha que baja hasta un declive del terreno para ascender, hacia la derecha, hacia el Alto del Curbiellu en dirección a Peón. En el alto de Curbiellu  se puede contemplar, la izquierda, una estampa completa de hermoso valle de Peón (rota la armonía del valle por la autovía Gijón-Grases, que lo atraviesa lateralmente).
El descenso al valle es un poco incómodo y hasta peligroso, especialmente si la marcha se realiza en invierno ya que el agua discurre libremente por este camino, causando destrozos. Es este un punto del camino que requeriría una atención vecinal y municipal.
Se atraviesa esta dispersa población de los magüetos, cruzando el río España; se recomienda efectuar un pequeño desvío hacia la iglesia de Santiago de Peón (La imagen de Santiago del frontispicio no es precisamente de peregrino).  Un texu junto a la iglesia es una bella representación de la historia centenaria de este pueblo.
Se hace un alto en el camino antes de comenzar la subida a La Cruz de Peón, subida que, según la información sobre el camino, es la más costosa de todo el recorrido a Covadonga. Una vez que se haya coronado este alto quedará la satisfacción de comprobar que el camino no tiene ya más cuestas importantes (y ésta no asusta).
Subiendo hacia la Cruz hay un punto de fácil pérdida, debido a la corta de maderas que se estaba realizando entonces (tal situación nos hizo desviarnos, rodeando el monte por espacio de casi una hora). En la subida, bien marcada por una pista entre eucaliptos, se atraviesa una escombrera de tierras extraídas de los túneles de la autopista; después de seguir unos cuantos metros más por el sendero ancho, la segunda pista forestal a la izquierda (más estrecha que la principal que sigue a la derecha) conduce a la carretera que sube al Alto de La Cruz, punto culminante de la carretera comarcal de Peón a Niévares; en el Alto se encuentra un hito, bien visible, del Camino de Santiago.
Se continúa por la carretera hasta entrar por un sendero a la derecha, bien señalizado todo él, que nos acerca al pueblo de Niévares, donde se puede contemplar un fortificado Castillo.
Castillo de Niévares
Siguiendo las flechas indicativas se llega a Grases. Después de cruzar la autopista de la Costa, la carretera local nos aproxima a la Villa; en este recorrido se hallan una pequeña capilla de Ánimas y una ermita dedicada a San Blas. Dejando a nuestra izquierda una magnifica mansión de sello ‘indiano’ con hermosas galerías y el edificio del Restaurante La Parra, el camino se dirige a Amandi, atravesando un hermoso puente de piedra sobre el río Valdediós que nace en el Alto de La Campa y llega con su caudal a la ría de Villaviciosa (desde el puente se contempla el encuentro de los ríos Rozaes y Valdediós).
El final de esta segunda y variada etapa se sitúa en Amandi, donde ojalá sea posible visitar la hermosa iglesia románica y admirar el arte que en ella se encierra y la historia en él contenido.
Esta iglesia de San Juan de Amandi fue declarada Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. Ha sido calificada por algunos autores como la “Capilla Sixtina del arte románico en Asturias”.
glesia de Amandi en Villaviciosa
La mayor importancia del edificio radica en su decoración escultórica, localizada en portadas, canecillos, arco de triunfo y ábside (interior y exterior) con una temática ‘de las más ricas y variadas del románico’.
Disfrutemos de lo que ‘ellos’ supieron crear tan bellamente.
Tercera etapa: AMANDI –  SOTO de DUEÑAS (Parres)
Recorrido:                             33 kilómetros
Duración aproximada:        10 horas
Dificultad:                             baja
‘Como reina rodeada de su corte hállase Villaviciosa; a su alrededor Bedriñana, Lloraza, Selorio, Sebrayo, Priesca, Fuentes, Amandi, Lugás, Coro, Sietes, Valdebárcena, Santa María y San Salvador de Valdediós; conservan en general sus primitivas formas y muestras los diferentes estilos de los diversos siglos en que fueron construídas. Todas, a excepción de Sietes, son más antiguas que la de Santa María de Villaviciosa’ (Pérez Pimentel).
Esta etapa sale de Villaviciosa para llegar al concejo de Parres cruzando bonitos pueblos de Piloña. El camino sigue la carretera que lleva a Infiesto hasta encontrar, antes de un puente sobre el río Coro, una desviación hacia la izquierda, bien señalizada por un panel anunciador de la senda local ‘Ruta de los Molinos’, que, por vereda ocupada muchas veces por el curso del río, asciende desde un frondoso valle hasta la parroquia de Coro. En Moratín, una corta desviación permitirá visitar la pétrea capilla de los Mártires de Coro, del siglo XIII, San Cosme y San Damián (la señora de la casa que hay antes de tomar el camino de la ermita se ofreció gentilmente a acompañarnos y explicarnos el arte y la historia de las tallas que se hallan en esta edificación medieval).
La contemplación de una amplia panorámica sobre el concejo de Villaviciosa junto con la visita a esta venerada capilla bien merecen un pequeño ‘retraso’ en el camino.
La ascensión hasta el pueblo de Breceña discurre por asfalto y por senda peatonal. También en esta parroquia parece oportuno desviarse hasta el centro del pueblo donde está la iglesia parroquial que admiramos, como en casi todas a lo largo del recorrido, por la buena y conservada planta exterior.
Volviendo a la carretera se desciende ligeramente y de nuevo se asciende hasta la desviación al pueblo de Buslaz. Un panel bien visible señala el camino por esta aldea.
El camino asciende entre helechos y árgomas (no estaría mal que ‘alguien’ limpiara este trozo de camino) hasta la cota de Sietes. En este pueblo es obligada la visita a la iglesia de San Emeterio, la joya más destacada del arte renacentista en Asturias, y la contemplación de la estampa singular donde las haya de los ‘mil’ hórreos y otras edificaciones de este abierto lugar. Puede hacerse aquí una parada para acercarse al recogido bar donde poder tomar un aperitivo (en el bar disponen de la llave de la iglesia).
Iglesia de San Emeterio de Sietes , renacentista (año 1555).
« Cuando el visitante se acerca al pequeño núcleo de población de Sietes [lugar de la parroquia de Vallés], y después de disfrutar de un paisaje impresionante, no puede por menos que quedarse sorprendido al encontrarse con una iglesia de las dimensiones de la de San Emeterio en semejante lugar. La materialización de una empresa de tal calibre en el siglo XVI y en una zona relativamente apartada, rural, se explica dado que se trata de un edificio de mecenazgo privado, costeado por un particular cuyos medios le permitían hacer frente al costo de tal empeño arquitectónico. Este personaje dejó memoria de su iniciativa y, de esta manera, podemos leer en una inscripción colocada en su portada que la iglesia fue mandada edificar por el bachiller Fernando Suárez del Canto en 1555 (Mº Pilar García Cuetos).
Se abandona el tranquilo pueblo de Sietes, siguiendo ‘les garrapielles’, por la carretera que conduce a Anayo. Se pasa al lado de lo que fue antiguo Casino de Sietes, edificación construida a expensas de los emigrantes a Cuba; está actualmente en una situación casi ruinosa pero con perspectivas, serias parece, de restauración. Una pequeñina capilla de Ánimas y una ‘garrapiella’ indica el camino a seguir; no hay desviación alguna hasta el aireado pueblo de Anayo, que muy pronto comienza a otearse en el horizonte de la collada.
FOTO D5
Una vez que se llega a ésta (el pueblo de Anayo está a la mayor altura de todo el recorrido: 500 metros) se abre un amplio panorama hacia el Piloña y el valle fértil que este río riega; enseguida se encuentra, en una situación privilegiada, la hermosa iglesia parroquial de Santa María de Anayo, donde parece conveniente detenerse y descansar después de la monótona subida.
Posiblemente sin haber visto ‘un alma’ (llama la atención cruzar los pueblos sin encontrar a persona alguna), el recorrido continúa por la carretera hasta encontrar, después de una pronunciada curva a la derecha, un corto sendero que a los pocos metros nos mete en otra carretera que lleva hacia La Llama; enfrente comienza a mostrarse la mole impresionante del Sueve, cuya imagen acompañará al caminante durante un largo trecho. Se sigue esta carretera en dirección este hasta encontrar, en una curva a la izquierda que hace la carretera, una flecha en el asfalto que indica un giro hacia la derecha hacia un camino que comienza a descender hacia el pueblo tan nombrado de Borines. Muy pronto se encuentra una bifurcación del camino: seguir por el sendero de la derecha aunque se vea en un árbol una flecha indicando hacia la izquierda (algún ‘enemigo’ la pintó para confundir: de ello damos fe nosotros que hicimos un innecesario rodeo). Se llega al valle del río Borines, que discurre por el pueblo que le da nombre para encontrarse con el Piloña a la altura de Villamayor. Atrás queda la industria conocida del agua de Borines y la iglesia parroquial de San Martín de Borines, en la que llama la atención su poco artístico campanil. Por carretera nos dirigimos a Miyares, atravesando el tranquilo pueblo de Vallobal;  después de admirar los espléndidos edificios, algunos de ellos con reconocida solera, a la vera de la iglesia parroquial de Santa María de la O de Miyares se puede hacer un merecido descanso antes de completar el camino que queda por andar en la jornada ¡todo se andará! La anécdota del día: una de las veces que cruzamos Miyares nos sorprendió ver ondear en la plazoleta de la iglesia, junto a las banderas de España y de Asturias, la bandera blanca y amarilla del Vaticano.
Saliendo de Miyares en dirección este, según está señalizado el Camín, se adentra la ruta en un frondoso valle que recibe aguas abundantes de la Sierra del Sueve; los ojos han de atender sucesivamente a las pequeñas agujas calizas de esta crestería y a los cuidados prados y pequeñas explotaciones ganaderas del valle sin dejar de admirar las aldeas con casas diseminadas que se encuentran en el camino: La Goleta (donde se sitúa el palacio de Cutre), Torea, Sorribes y Cúa  son los pueblos que se van dejando atrás. Una vez que se cruza el pequeño pueblo de Cúa, se atraviesa un río ‘sin nombre’ que trae las aguas del Sueve para el Piloña.
La carretera secundaria que traemos nos introduce en la carretera Nacional 634 a la altura de Soto de Dueñas.
Aquí termina el recorrido de esta tercera etapa después de haber atravesado multitud de pueblos y de paisajes que permanecerán en adelante en la memoria visual del caminante por las Asturias de Oriente.
Cuarta etapa: SOTO de DUEÑAS – COVADONGA
Recorrido:                             24 kilómetros
Duración aproximada:        8 horas
Dificultad:                             baja
Se parte en esta cuarta etapa de Soto de Dueñas. Se sigue la carretera Nacional 634 hasta encontrar, a la derecha, la desviación a Llames. Una subida de dos kilómetros nos aproxima a este importante pueblo de Parres.
Antes de llegar al centro del pueblo, por una estrecha carretera, que sale hacia la izquierda en el sentido de la ruta, se puede acceder a una antigua iglesia, hoy en estado ruinoso: la iglesia románico-gótica de San Martín de Escoto. Además de una probable fundación prerrománica de cuyos restos puede quedar un oratorio al sur, tiene espléndidas pinturas posteriores en trance ya de desaparecer por la maleza que se acumula en un interior sin techo; entre los elementos apenas reconocibles figura un escudo con la cruz de Oviedo. ¿Cuánto tiempo le espera a este histórico conjunto para quedar ‘piedra sobre piedra’?
Siguiendo por la carretera hacia el pueblo, a la derecha, hay un Albergue abierto al caminante.
En el pueblo de Llames se pueden admirar detalles de la esmerada construcción de sus edificios e, igualmente, en las casas restauradas. Merece la pena detenerse en este lugar. Una buena fuente en el centro del pueblo nos invita a refrescarnos y a saciar la sed; también se puede acceder a una tienda-bar para abastecerse, si es necesario.
Se sale de Llames hacia Cangas de Onís por el Camino de la Reina. Se encuentra enseguida la iglesia parroquial de Santa María de Viabaño en la que destaca una de las ventanas en la parte este con restos de la antigua edificación. Cruzado el río Beleño, cuyas aguas mueven las aspas de un molino alimentado por este pequeño afluente del Piloña, a los 100 metros se coge el desvío a la izquierda que figura muy señalizado; este camino, que discurre en su primer tramo siguiendo la corriente del Piloña, llega hasta la capilla de San Fernando en el cuidado pueblo de Romiyo. Se atraviesa con agrado este pueblo de Parres y, siguiendo las señales se desciende hasta el valle del río Mampodre para ascender a Romiyín hasta la capilla de San José. (‘Estos pacíficos vezinos de Romillo me dicen que el riachuelo llamado Barredos (Mampodre) tiene su nacimiento en una fuentte que tiene la especialidad de que, anticipadamente a un temporal durable, da unos zumbidos, como bramidos, que se oyen a larga distancia, por lo que es llamada dicha fuente el ‘oxo bramador’ que está en términos de la parroquia de Llerandi’ de ‘Notizias de un peregrino …’)
Junto a la capilla de San José se echan de falta unos asientos para recuperarse del esfuerzo de la corta pero pronunciada subida última; siguiendo la ruta que sale por detrás de la capilla e encuentra enseguida una fuente y un hermoso lugar de descanso.
El camino lleva muy cómodamente hasta la carretera nacional de Arriondas a Covadonga a la altura de Villanueva. Después de recorrer unos metros por la senda peatonal de reciente construcción hay que cruzar con cuidado la carretera y un puente sobre el río Sella; el Camino de La Reina, comenzado en Llames conduce, a la vera del Sella, hasta la ciudad de Cangas de Onís, pasando por el barrio de Contraquil y cruzando por debajo la carretera de circunvalación.
‘Sorpresa causa al viajero la vista de Cangas de Onís. No son almenadas y fortísimas murallas, espesos baluartes y altivos torreones los que ofrece la antigua Corte Astur. No hay vestigio alguno de fortaleza. Sorpresa explicable al hallarse con una villa abierta, de moderno caserío, sin más guarda ni defensa que el Sella y el Güeña; villa situada junto a un ameno valle, inspirador de bucólica poesía antes que de épicos cantos’ (Pérez Pimentel).
El paisaje hasta la Cueva se hace ya familiar por la multitud de veces que lo hemos visto y admirado desde el automóvil. Hacerlo a pie es algo distinto y provocativo: no hacen falta ni tener una edad juvenil ni muchas fuerzas ni tampoco estar muy avezados a caminar; es cuestión de calzarse unos playeros, proveerse en la mochila de alguna prenda de abrigo y de recambio para el final de etapa  y… de ilusión, siempre necesaria para emprender este transitado camino.
Al salir de la floreciente ciudad de Cangas se cruza el río Güeña, que nace en la aldea de La Robellada en el concejo de Onís, para reemprender el camino a Corao. El río discurre a nuestra izquierda y acompaña al caminante hasta Soto. En Soto de Cangas se pasa por el interior del pueblo, dejando a la izquierda el viejo torreón en ruinas. Enseguida nos vemos obligados a salir a la carretera a Covadonga y caminar por la acera hasta el anhelado destino de este emotivo viaje (La Riera se puede atravesar por el interior del pueblo, pudiendo conocer la capilla de Santos Justo y Pastor, el Albergue municipal y el puente sobre río Covadonga).
El recorrido por la acera dura está jalonado por sucesivos establecimientos hoteleros y comerciales; la contemplación de algunes ‘caseríes asturianes’ típicas y el deseo de llegar hasta el fin ya tan próximo pueden mitigar el esfuerzo y el cansancio hasta divisar las agudas torres de la Basílica: estamos en El Repelao. Este último tramo del camino  tiene el rango de ‘sendero luminoso’ por la belleza que nos descubre y por la alegría que irradia para el caminante que llega a la meta deseada.
Los últimos peldaños hasta la Santa Cueva son siempre peldaños hacia la eternidad.
‘Covadonga es única. En ella se concentran Patria, Historia, Religión, Fe y … perdón por lo profano del término, Turismo. Deber del creyente es ayudar en la medida de sus fuerzas a que el Santuario Nacional esté en condiciones de recibir dignamente las peregrinaciones colectivas que hoy no pueden acogerse por falta de medios’ (Pérez Pimentel)
‘Estar cerca de alguien puede hacerte vivir’,
Santina de Covadonga, ansío vivir.
‘Estar cerca de alguien puede hacerte bien’,
Santina de Covadonga, quiero sentir la bondad.
‘Estar cerca de alguien puede aumentar alegría’,
Santina de Covadonga, también yo quiero gozar.
‘Estar cerca de alguien puede curarte’,
Santina de Covadonga, quiero curarme.
‘La voz de alguien puede ayudar al sordo a oír’,
Santina de Covadonga, quiero oír y escuchar.
‘La palabra de alguien puede enseñar al ciego a ver’,
Santina de Covadonga, yo busco ver y mirar.
‘La llegada de alguien puede hacer milagros’,
Santina de Covadonga, quiero seguir hasta la meta.
También yo quiero, Santina de Covadonga:
Estar cerca de cualquier otro caminante,
Ser la voz y la palabra que motiven la alegría,
Llevar noticias de aliento al que busca y se fatiga.
Bien sé que el camino entre el saber y el hacer,
Entre las palabras y la realización
Es largo, realmente largo.
Capilla de los Remedios
Don Opas
1.3
SIEMPRE NOS QUEDARÁ COVADONGA
José Antonio Olivar Cubiella     I
Aviso a navegantes peritos en lirismo,
a inquisidores que urgan en creación ajena
y a algunos diletantes que, huérfanos de ideas,
juzgarán este escrito con rigor académico:
Esto no es un poema: son recuerdos que hilvano
con aguja enhebrada en hilo de añoranza
y que ofrezco envasados en verso alejandrino
que les sirva de balsa contra tanto naufragio
que devasta las tierras del mar de la memoria
aventando sus restos al rincón del olvido.
Esto no es un poema: son gajes de un oficio
que me llevó a hacer versos porque un verso es la vida,
inevitable herida que a traición nos hicieron
cuando nos invitaron a venir a este mundo.
Crónica a vuela pluma bien pudiera ser esto.
Puesta en pie de unos años que, aunque, al igual que todos,
no vayan a volver, nadie podrá quitárnoslos
porque son para siempre nuestro único equipaje.
Crónica de unos años envueltos en nostalgia
que es siempre referencia de un paraíso perdido.
Y es que el hombre no es sólo cuerpo y alma
sino también nostalgia, esa materia mágica
compuesta de carencias, y que siempre precisas
para poder soñar o, simple y llanamente,
para echarle coraje y, así, seguir tirando
con lo que fue o que pudo haber sido, y aquello
que no será jamás porque la vida
ni tiene marcha atrás ni se detiene nunca.
II
Covadonga es un ave que levanta su vuelo
y remonta los aires al filo de la historia.
Covadonga es un atrio de magia y geografía,
Altar Mayor de España antes que España fuera
tropel de disensiones y mezquinas querencias.
Con la cruz de Pelayo y el signo del Auseva,
el monte cuya entraña es el fragor de un río
que se oculta en Orandi para precipitarse
-cual si se arrodillaran su furia y su torrente-
a los pies de la Virgen que reside en la Cueva.
Covadonga es la punta de lanza del empeño
de ganar lo perdido y de perder el miedo
a admitir que el milagro es un pan cotidiano
que debe compartirse con los pies en la tierra,
con la mente lanzada a empresas siderales,
con las manos dispuestas a estrechar otras manos,
con la mirada puesta más allá de las cosas.
Covadonga es el arco en que se tensa el alma.
Es la ventana abierta a los cuatro mil vientos
que ventilan los días, los sueños y las mentes.
Es una torrentera de buenas intenciones.
Y es puntual referencia a que hay otros modos
y formas y maneras para la convivencia.
III
Un día Covadonga, seña y cuna de España,
acunó nuestros sueños más bellos y más nobles.
Era mil novecientos cincuenta y dos. Septiembre.
Llovía a cosa hecha: se desquitaba el cielo.
Y un centenar de niños llegábamos dispuestos
a iniciar una “mili” que duró doce años.
Todavía era posguerra: época de patatas-
¡suerte que las habìa porque el hambre era norma!-
guisadas...a la viuda, entre un rumor de Kempis
-el libro que hacia el yermo empujó a Amado Nervo-
flotando en un silencio que tan sólo rompían
cucharas cual lebreles que, a la caza del caldo,
luchaban a porfía en loco tintineo.
Así era el seminario. Así. Mas por encima
del latín y los rezos, del vuelo de sotanas
y fajines azules e impolutos roquetes
o de los guardapolvos grises como tristezas;
más allá de los dogmas, detrás de la Escolástica,
entre los silogismos y el “anatema sit”,
éramos compañeros no sólo de fatigas
sino del bello sueño que consistía en ser
pescadores de hombres en un mar nada en calma,
mensajeros de Cristo (mas nunca guerrilleros
de ningún Cristo Rey....cual Júpiter tonante).
Temblorosas semillas de un empeño evangélico,
devinimos en árbol que querìa elevarse
a las cumbres de un cielo que no estaba en la tierra.
Nos dieron muchos dogmas y poca tolerancia
porque así era la cosa y el signo de la época.
Hijos de nuestro tiempo pero nunca embobados
por yugos o por flechas, por hoces o martillos,
aceptamos el yugo más dulce y llevadero,
y fue nuestro deseo ser flechas de concordia
sin hozar en la charca de los resentimientos
y sin martillear a quienes discrepaban.
Y salimos con ganas de comernos el mundo,
materia que, por cierto, no es nada digerible.
Pero el mundo no pudo acabar con nosotros
aunque fuimos cambiando porque todo cambiaba
....y no estábamos hechos de diferente harina.
Hay una cosa cierta y clara como el día:
Nosotros ni avanzamos a lomos del olvido,
ni fue la cobardía nuestra cabalgadura.
Nunca y jamás olvido. Nunca las deserciones.
Nunca al canto del gallo le precedió el momento
de negar como Pedro que fuimos lo que éramos:
en nuestras biografías nunca existió ni existe
el estúpido velo con que más de un preboste
hoy oculta la suya enviando al olvido
la realidad contante de que también ha sido
-y eso imprime caracter- “sacerdos in aeternum”.
IV
Cincuenta años después yo volví a Covadonga.
Y allí estaba Pelayo y allí estaba el Auseva.
Allí estábamos todos (todos los que pudieron
acudir a la cita ) y cada uno era hijo
de su madre y su vida. Pero nadie creía
ser resto de un naufragio. No éramos producto
de un general fracaso: ni los que resistieron
ni aquellos que nos fuimos quedando en el camino.
Éramos llama viva cada cual en lo suyo.
Y éramos, ante todo, las cuentas de un rosario
hecho milagro vivo, sentido y desgranado
por los lentos pasillos de un largo seminario.
Allí estaba Custodio, hecho un nudo de esfuerzos
por mantener el tipo como el roble que era.
Estaba allí Luis Álvarez, el Bill Gates diocesano.
También estaban Flórez- hoy ya no habla de Rusia
en tono escatológico- y Fernando M. Viejo
compañero del alma y voz que es un prodigio.
Y Rey, como Petronio, árbitro de elegancia.
Ceferino Bermúdez, que perdió para siempre
el acento galaico. Y Faya, ¡qué buen tipo
aunque escuches su voz a deshora en el mòvil!
Enrique Iglesias (¡ojo! que nadie le confunda
con el joven artista que dicen que es cantante).
Y Zapatero, el nuestro, que no el de la Moncloa:
¡qué polos tan opuestos para un mismo apellido!).
Y Zaragoza, siempre en plena ebullición
y rey del SMS con sus chistes polìticos.
Estaba Manuel Suárez (¡qué galán perdió Hollywood!).
También Silverio Cerra, un Espasa viviente.
Y Cayo, que domina cual Antonio de Lama
los más bellos detalles de la Literatura.
Y Bardales, que aún es un pincel siempre en forma.
Y Barcia, con su altura del todo mayestática.
Y Artemio, con su toque de coraje y prudencia.
Fanjul, con su retranca de fino humor medido.
González-Nuevo, siempre al filo de lo actual.
Y José Luis Fernández, Manuel Garcìa Álvarez.
Y José Miguel Suárez, Manuel Robla, Evaristo
Medina, Hermenegildo, Constantino Menéndez
Marrón, Celso González: en total veintisiete,
a los que se sumaron César Marqués- él fue
cincuenta años atrás, nuestro primer rector
y ahora, sin que él mismo intuirlo pudiera,
venía a despedirse de todos...para siempre-
y don Ramón Iglesias, el perfecto prefecto
que afrontaba las duras igual que las maduras.
Los unos les contaban sus vidas a los otros,
como medio siglo antes también las desgranaban
en los largos paseos a la Riera y Llerices,
a la Cruz de Pelayo, Los Lagos y La Venta.
Donde un día hubo niños se peinaban mil canas.
Se atisbaban ya achaques donde hubo adolescencia.
Mas tras los viejos rostros cincelados de arrugas
destellaban los ojos de idéntica manera
que hace cincuenta años en aquella primera
llegada a Covadonga, pues miraban de frente
con la misma nobleza, con entusiasmo idéntico.
Sin duda, éramos todos los que ese día estuvimos.
Pero sería injusto atreverse a afirmar
que quienes no acudieron lo hicieran por pensar
de distinta manera. Y lo más doloroso
fue la obligada ausencia de Novoa, Rubio y tantos...
que no pudieron ir por la explicable excusa
de que ya se encontraban más allá de esta vida.
V
Esto no es un poema ni maldita la falta.
Son palabras que brotan más allá del oficio
del que vivo por ser juntador de palabras
porque aquí me limito a juntar sentimientos,
querencias y nostalgias-mimbres del mismo cesto-
en torno al devenir de un centenar de niños
que en el cincuenta y dos iniciamos un vuelo.
Cincuenta años más tarde, volvimos a encontrarnos
en el lugar de siempre: el punto de partida.
Hoy, al igual que Bogart y al igual que Ingrid Bergman,
nos sentimos los mismos y estamos convencidos
de que a nosotros siempre nos queda Covadonga.
JOSE ANTONIO OLIVAR
1.4
BREVE GUÍA DE COVADONGA (II): LA BASÍLICA[1]
Cayo González Gutiérrez       Javier Remis Fernández
Una magnífica descripción de la Basílica la encontramos en la obra citada en nota de D. Maximiliano Arboleya. No sólo se fija en abundantes detalles, sino que nos relata la construcción casi día a día. Su parentesco con el Obispo Martínez Vigil quizá le incline a su exaltación aunque también se refiere a Sanz y Forés y otros personajes decisivos en la construcción de la Basílica. Esta obra contiene una auténtica biografía de Martíinez Vigil. Arboleya escribe en el 25 Aniversario de la solemne consagración de la Basílica que tuvo lugar en 1901.
Con Maximiliano Arboleya vamos a seguir la construcción de la Basílica desde sus cimientos;  El 30 de julio de 1877 el rey dio fuego al primer barreno para volar la cresta del promontorio. Se refiere a la cresta del Cueto, monte que se elevaba frente al Auseva. Se creyó que era el mejor sitio, el edificar sobre la roca que se veía mucho antes de llegar a Covadonga. Esa figura de la Catedral emergente al iniciar la subida hacia el Santuario es ya universal y da fe de la buena visión que tuvieron quienes decidieron el sitio. El día 11 de noviembre del mismo año, Sanz y Forés (el obispo que inició las obras) bendijo y colocó la primera piedra. Las dificultades económicas debieron ser muy grandes de forma que el propio obispo mandó hacer una colecta en toda la diócesis dirigida a todos los asturianos: No pido más que dos reales al pobre labrador. Dé cuatro reales quien más pueda, diez y veinte quien con mayor fortuna cuente. Encuentran abundantes dificultades dadas las tremendas oquedades del terreno en el exterior del cerro y las descubiertas en sus entrañas por los barrenos que volaron la cresta. Todo ello dificultaba grandemente los trabajos de cimentación.
En 1881, el Obispo Sanz y Forés es trasladado a la sede de Valladolid. Esta marcha y la escasez de recursos existentes hacen que se paralicen las obras por primera vez. Al ser preconizado como Obispo el Sr. Herrero y Espinosa de los Monteros, este reanuda las obras que suspenderá meses despué
.
Si Sanz y Forés había puesto al frente de la construcción al “Alemán de Corao”, Roberto Frassinelli, quien llegó a construir parte de la Cripta, el nuevo obispo pone al frente y le encarga los planos de la Basílica a Roberto Aparici, profesor de la Escuela de Arquitectura de Madrid. Este obispo también ordena una colecta anual y crea varias Juntas en la Diócesis para acelerar las obras. Estas se reanudarán prácticamente al ser nombrado en 1884 Fr. Ramón Martínez Vigil como Obispo de Oviedo.
El obispo Martínez Vigil reanudó las negociaciones en Madrid (antes de ir a Oviedo), consiguió subvenciones, convenció a Aparici para que aceptara el reto y mandó que reanudasen las obras antes de tomar posesión. En los veinte años siguientes, mientras Vigil estuvo en Oviedo, no se interrumpieron más las obras y el trabajo fue constante. En su segunda Pastoral, dedicada a Covadonga, dice:Hase cimentado todo el templo y circuido de un fuerte muro de contención, coronado de almenas, que mide 140 metros de largo y hasta 12 de alto, por alguno de sus lados. Dentro de este recinto y bajo el nivel del pavimento, queda la sacristía (la cripta) que tiene ya dos crujías cerradas de bóveda y colocados los arcos longitudinales y transversales y colocadas las dovelas de las cinco crujías restantes […] La nueva iglesia de Covadonga tendrá deambulatorio y una espaciosa plaza de 2.400 metros cuadrados..
Consigue del gobierno una subvención anual de 80.000 pesetas por la intervención exitosa de Alejandro Pidal, enamorado de Covadonga. Aún antes de terminar la Basílica ya se piensa en otros edificios necesarios para el Real Sitio como un edifico abacial, episcopal o como quiera llamarse, para que se utilice lo más pronto posible la capilla-sacristía (la cripta), en la que se custodiaban los objetos indispensables del culto, para los que se carecía de un local inmediato.
Una nueva suscripción en enero de 1892 encabezada por el obispo con 20.000 pts. y 25.000 de la Diputación, en la que participan varios obispos españoles y el clero de la diócesis (que dio el sueldo de un mes) da un impulso importante a las obras.
Dice el Obispo:
El estado de las obras al fenecer el año de 1892 es el siguiente: se levantaron las paredes en todo el circuito del templo, con sus puertas, ventanas, escaleras, columnas y pilastras hasta la cubrición de las naves laterales, estando volteados los arcos de estas y terminada la crestería exterior que corona los muros del templo. (…)”.Habilitóse además para el culto la cripta nueva del santuario, colocando en ella un altar románico de mármoles, pórfidos y bronce dorado. En la actualidad se conserva solamente el altar de mármol. A esta Cripta se puede entrar por una puerta del lateral derecho de la Basílica, bajando una escalinata de mármol o bien por la puerta exterior que hay en las escaleras que bajan desde la explanada de la Basílica al Hotel Pelayo. Esta puerta está cerrada al público, excepto de mediados de junio a mediados de septiembre, época en que en la actualidad se muestra una exposición misionera. En ella se pretende hacer una capilla penitencial.
Tenemos ya, pues, prácticamente cimentado el templo y terminada la Cripta. El presupuesto para el proyectado templo era de 1.266.120 pts. Ya antes de este obispo se habían gastado unas 420.407 pts. Aunque se había sacado piedra del Cueto, era totalmente insuficiente y por ello se abrió la cantera de Peñalba, de caliza rojiza y marmórea, y se construyó el camino para el arrastre de materiales. En la Cripta se puso pavimento de mármol de Almería. Colocáronse las vidrieras de color, la puerta de castaño con herraje propio del estilo románico de todo el monumento y montáronse los primer… … se construyó una escalinata verdaderamente monumental, de piedra rojiza, delicadamente labrada, que da acceso a la sacristía y a la plaza del templo y de los Canónigos. Esta obra va coronada de almenas, como la del solar de la Basílica y conserva en todo el mismo carácter. El 28 de julio de 1886 se colocó solemnemente la primera piedra de las paredes de la Basílica.
En 1901, el siete de septiembre, se consagra por fin la Basílica, aunque faltaban remates. En representación de los Reyes acudieron los Condes de Toreno. No hubo más representación oficial, quizá debido a que gobernaba el Partido Liberal y el anticlericalismo era bastante radical. Sigue el obispo: Ya está aquí. El siete de este mes se consagró el templo monumental de Covadonga, en cuya construcción agoté 17 años de mi vida. Asistieron los obispos deNueva Segovia, Tuy, Lugo y Jaca, los Delegados regios, Comisiones de la Diputación y Cabildo y muchos fieles. El Gobernador, faltando a la palabra empeñada en carta que me escribió, autorizó los puestos de bebidas y las profanaciones consiguientes frente a la santa Cueva. El culto se vio interrumpido y profanado por bailes, cantos y gritos durante la procesión con antorchas a la Cueva cantando el Rosario. No autorizaré más con mi presencia semejante orgía, impropia de aquel lugar y del culto que ha de darse a la Madre de Dios. Bendigo al Señor que me puso este acíbar en la fiesta que yo había soñado como la más dulce de mi vida.
El mismo Martínez Vigil hace alguna crítica al resultado final de la obra:
Me parece que se pone demasiada piedra. El Estado lo hace y me resigné; pero hubiera deseado arreglar el terreno sin tantos muros y tantas escalinatas.
Dentro de la Basílica hay una verdadera joya, la llamada “Virgen de Samsó” en referencia a su autor, natural de Barcelona, fallecido en 1908 en Madrid. De ella nos hizo una descripción muy buena el Magistral D. Manuel García[2] en Luces del Auseva. (1976):
En Covadonga, además de la Santina, hay otra imagen de la Virgen María, bellísima por cierto, y de un valor artístico extraordinario. Es la que se venera en la Basílica. Cuando llegó a Covadonga se le empezó a llamar la Virgen de la Silla. Después prevaleció el nombre de la Virgen de Samsó. [El autor] rasgó muchos dibujos, rompió muchos modelos, hasta dar con esta maravilla en la que se conjugan de modo admirable la belleza, la majestad y la ternura…D. Antonio Maura que se extasiaba contemplándola, solía decir: aunque otros motivos no hubiera, sólo por contemplar esta imagen merece la pena venir a Covadonga… Tiene los párpados caídos que para sorprender la luz de su mirada hay que arrodillarse a sus plantas.
M. Vigil pagó por esta imagen 20000 pts. en 1903.
En la misma época que Maximiliano Arboleda escribe Martín Manjón Covadonga en la Mano: guía del Santuario: datos históricos, 1925, 55 pp. En las pp. 22 y ss. habla de la Basílica y de su cronología:
La restauración de Covadonga comiénzase el 7 de junio de 1874, con la construcción de la Capilla del Campo donde se celebra la función del 8 de septiembre, por no haber sitio capaz…
Ni Frassinelli hizo planos de Covadonga, ni podía ni debía hacerlos por su carácter de extraño y porque no era arquitecto. A final de 1882 está levantada la mayor parte de la Basílica y 3 casas para canónigos. Se construyó el palacio capitular-episcopal, con sala capitular, archivos, biblioteca (no son las edificaciones actuales sino que se reconstruyó después. Las últimas obras o reformas que corresponden al estado actual del Santuario las lleva a cabo García Lomas entre los años 1960 y 1963). Pertenece el monumento [la Basílica] al más fino estilo románico que imperaba a fines del siglo XII, y tanto por su artística trama como por el soberbio emplazamiento que ocupa, despierta la admiración de cuantos lo contemplan. El interior del templo consta de tres naves de 54 metros de largo y de un amplio crucero. En la cripta situada al lado meridional, reposan los restos de Pidal y Mon, gran benefactor de Covadonga (actualmente, desde 2005, los restos de Pidal y Mon y los de su esposa reposan en la Colegiata de San Fernando).
Es digno de notarse el altar mayor en el que descansa la artística imagen de la Virgen, obra inspiradísima del escultor y académico Samsó. Muéstrase al lado de la epístola el notable cuadro de Madrazo que representa a los astures proclamando caudillo a Pelayo y jurando por la cruz oponerse al invasor. Retablos, púlpito, lámparas, cuadros, tapices, y demás objetos que adornan el interior de la basílica proceden de piadosos donativos que incesantemente otorgan a Covadonga los fieles de la Santina y los amantes de las glorias patrias.
En el acto de la Coronación canónica el día 8 de septiembre de 1918 le fue colocada a la Virgen la Corona del XII Centenario (obra de los talleres de Granda Buylla formada con alhajas donadas por las damas asturianas) por mano del Cardenal Primado señor Guisasola, en presencia de SSMM. Digna de igual mención es la primorosa corona destinada al Niño Dios y que recuerda, por su forma, las del ímpetu carolingio… Esta coronas se encuentran hoy en el Museo de Covadonga. Para ellas había diseñado el propio sacerdote Granda Buylla un vistosísimo y valioso Tríptico que sirviese como relicario.
El Canónigo Martín Andreu Valdés nos describe con minuciosidad este objeto de arte en El Tríptico de Covadonga. Descripción,Covadonga, 1927. En 1924, con motivo del robo de la corona (robada en diciembre de 1923), se abre una suscripción para comprar un altar-caja fuerte que sirva para guardar el tríptico y las coronas: este se le encarga también a Granda. Aunque en un principio estuvo en la basílica, posteriormente se llevó al edificio abacial que hay frente a la basílica. Posteriormente y durante la guerra desapareció este bello tesoro.
… con el metal sobrante [de la corona] (oro y plata) tuvo la feliz idea de construir el soberbio Tríptico que sería el estuche o joyero en que se guardara la santa efigie. A las órdenes de Granda “trabajaron el habilísimo cincelador Menéndez, y Capuz, el soberano escultor de mundial fama”. Así describe Martín Andreu algunos elementos de este Tríptico:
I. FIGURA CENTRAL. Imagen de María Santísima. De estilo bizantino. María sostiene al Niño en su mano izquierda, mientras en su derecha le muestra una manzana…
La imagen se halla revestida de láminas de oro… En el respaldo de la silla puede verse admirablemente detallado el poema de la creación, hasta la expulsión de los primeros padres del paraíso... Nótense, entre otras cosas, los zapatos, de filigrana, incrustados de pedrería…
III.- BATALLA DE COVADONGA. Aparece en primer lugar el caudillo Pelayo, sosteniendo en sus manos la cruz por él enarbolada en el histórico momento. Con él están sus compañeros en diferentes actitudes de lucha.
Al colocarles en el lugar que ocupan se les recuerda en la famosa Cueva que se acogieron en aquella fecha memorable…
IV. LA NATIVIDAD DE MARÍA. Unas mujeres ofrecen los primeros cuidados a la niña recién nacida; otras, más hacia el fondo, hacen objeto de sus atenciones a la venerable madre que aparece en el lecho.
V.- COLUMNAS DEL ARCO. A ambos lados de la imagen, dos grupos de cuatro columnas cada uno (tetrastilos).” Nótese la diversidad de los capiteles, todos distintos,.. En los fustes de las graciosas columnas varias figuras representan los ascendientes de la Reina: reyes, profetas, mujeres esclarecidas,.. Forman 32 estatuitas trabajadas con morosidad de paciente miniaturista… los dos grupos de columnas, sustentados por cuatro leones heráldicos, llevan sobre sí un friso de ornamentación elegantemente compuesta sobre el que muestra un semicírculo impecable y airoso el arco de triunfo que cobija la santa Imagen…
X (DETALLE). LA CRUZ DE LA VICTORIA. En los ángulos superiores dos ángeles muestran la figura de la llamada Cruz de la Victoria. Se cuenta que el abad Ervigio puso en manos de Pelayo aquella enseña, prometiéndole el triunfo… Alfonso el Magno la hizo revestir de oro y piedras preciosas, y la donó a la Basílica de San Salvador, donde en la actualidad se guarda.
XI. GRAN ROSETÓN CENTRAL. Es un derroche de pedrería, de filigrana, de tan sutiles y tan casi imperceptibles detalles que evidencian el arte minucioso del ofebre”. Se halla encuadrado por unas figuras que simbolizan los cuatro evangelistas, un niño o un ángel (San Mateo); un león (S, Marcos); un toro (S. Lucas); un águila (S. Juan). Forman lo que se llama el Tetramorfos. Colocado el hermoso rosetón detrás de la imagen de María, es como una corona gloriosa.
La Revista Covadonga, en 1º de Agosto de 1923, se refiere también al Tríptico de Granda: inspirada obra, una de las más artísticas que salieron de los talleres que dirige el genial artista Pbro. D. Félix Granda Buylla”.  Está incompleta. Sólo se puede admirar en la Secretaría capitular el centro del Monumento Conmemorativo del Centenario y Coronación de la Virgen de Covadonga. El proyecto del afortunado artista es más amplio: Se levantará el monumento en la capilla del lado de la Epístola de nuestra Basílica, formando el marco exterior una fuerte caja, que cerrará herméticamente una resistente plancha, revestida de mármoles y bronces, y llevando en su centro en tamaño natural un crucifijo. Por un ingenioso mecanismo al subir o bajar esta plancha, la imagen de la virgen corre horizontalmente hacia delante o hacia atrás. De suerte que el monumento, cuando está cerrado, formará un retablo dedicado a Cristo Crucificado, y abierto, aparecerá un altar consagrado a Santa María de Covadonga. Debajo del retablo llevará una solidísima caja, para custodiar las demás alhajas, que constituyen nuestro Tesoro, formando todo ello un cuerpo de muy difícil ataque. Para lujo de seguridad, la capilla irá cerrada por doble verja de artística forja y toda ella ricamente decorada.
El presupuesto asciende a cien mil pesetas. En un artículo de laRevista Covadonga, núm. 36, del 15 de diciembre de 1923, se dice que se abre una suscripción para adquirir un altar-caja de seguridad que ya casi tiene ejecutado D. Félix Granda Buylla para guardar el Tríptico y las joyas de la Santina y se incluyen algunos donativos recibidos. Más donativos aparecen consignados en las revistas núm. 39, 40, 56, etc. Hay varios artículos más sobre el Tríptico en distintos números de esa Revista citada.
El Tríptico, a modo de caja fuerte, queda expuesto en la capilla del lado de la Epístola de la basílica al menos hasta el 19 de septiembre de 1922, fecha en la que se decide trasladarlo al Palacio Episcopal, donde comienza a mostrarse al público el denominado Tesoro de la Virgen.
Sobre un pedestal de mármol de 0,35 por 0,80, por 0,50, con alto-relieves en plata, representando a Pelayo y defensores de la Cueva de Covadonga, asienta una imagen de la virgen María con el Niño Jesús de 0,80 centímetros; esta es la imagen realizada por Capuz para el Tríptico y que hoy se conserva en la Colegiata de San Fernando. Estas imágenes están talladas en madera de cedro cubiertas de chapa de oro a excepción de las cabezas que son de mármol como igualmente las manos. En estas estatuas están colocadas las coronas, con que se han coronado canónicamente las imágenes tradicionales de la Virgen y el Niño, que se veneran en la Santa Cueva. La corona del Niño Jesús, inspirada en las coronas imperiales carlovingias, es de oro y platino decorada con cruces y enriquecida con brillantes y perlas; cima con la Cruz. Con la Cruz cima también, y también es de oro y piedras preciosas, el símbolo del mundo que el Divino Niño sostiene en su mano izquierda… Detrás de la Virgen un arco de triunfo, sostenido por ocho columnas, ricamente ornamentadas con 32 estatuitas en los fustes… en los pedestales que sostienen estas columnas seis altorrelieves en los que se representan asuntos alusivos a los hechos gloriosos de Pelayo. Sostienen estos pedestales cuatro figuras de leones con carteles, que portan entre sus garras escudos episcopales;.. dos figuras de ángeles con las alas extendidas sobre las enjutas, en los ángulos, sostienen el facsimil de la Cruz de la Victoria…. Dos ángeles en los últimos rectángulos sostienen las repisas sobre las que descansan las estatuas de San Beato de Liébana en un lado y Santa Eulalia en otro.. En la silla trono de la Virgen se representa en varios relieves decorativos, la Creación, el Pecado, y la Expulsión del paraíso...
Toda esta composición forma una gran pieza de orfebrería de 2.25 por 2.25 metros toda ella con gran riqueza y profusión de detalles en plata dorada, plata esmaltada, oro y una gran riqueza y profusión de piedras preciosas…
D. Emiliano de la Huerga, uno de los Abades más importantes y que más escribieron sobre Covadonga, nos presenta algunas puntualizaciones sobre la obra de la Basílica y algunos afortunados arreglos posteriores[3]:
Este mismo artista (Frassinelli)  hizo los planes de la Basílica y las obras comenzaron en el año 1877… vaciado de 27000 m. cúbicos de piedra que fueron situándose en las inmediaciones…Este gran Prelado {M. Vigil] fue el adalid del resurgimiento del Santuario. Entre los promotores de la grandeza de Covadonga merece un lugar de primacía. Nunca será bastante cuanto se diga o se haga por recordar y enaltecer su memoria.
...Los muros y bóvedas del interior de la Basílica han estado hasta ahora revestidos de un lucido o enfoscado de cal y arena con un sencillo estucado sobre un discreto color que remotamente quería remedar la piedra…
...Hace dos años hicimos una experiencia en la capilla del Sagrario haciendo desaparecer esa cascarilla de cal y arena. Apareció debajo de tal revestimiento una hermosa piedra de sillería que, levemente abujardada y rejunteada, quedó de un nuevo y muy bello aspecto. Esta experiencia fue aprobada y elogiada por nuestro arquitecto Javier García Lomas y por el prelado. Esto nos animó a realizar esta misma operación en la Capilla de la Virgen del Rosario y posteriormente en las naves laterales de la Basílica. Quedaba lo correspondiente al Presbiterio, el crucero y la nave central, la mayor parte y lo más difícil y costoso…
Posteriormente, el Cabildo, como regalo a la Basílica en las bodas de Diamante, determinó finalizar esta obra y en tiempo de invierno. Quedó así la Basílica inmunizada y libre de manchas pues todo el interior es de piedra (una vez desaparecido el enfoscado de cal y arena) y las bóvedas son de piedra artificial.
El marqués de Lozoya llegó a decir que esta Basílica era de lo mejor que se construyó en Europa por su tiempo.
También Luis Menéndez Pidal en su libro ya citado en la Revista de 2005 habla de la Basílica:            Nueva Basílica monumental. Al ser inaugurada la capilla de la Santa Cueva en septiembre de 1874, Sanz y Forés anuncia sus propósitos de ir a la construcción del nuevo templo, encargando más tarde a don Roberto Frassinelli de levantar dos planos de un templo monumental”. “Frassinelli concibe su proyecto según las trazas de un románico de transición, con cuatro torres: dos en la cabecera del templo y otros dos a los pies, al modo de las basílicas románicas renanas. El Rey Alfonso XII acude a la explanación delCueto, lugar elegido para la nueva Basílica, dispara por su mano el primer barreno, el 22 de julio de 1877. El día 11 de Noviembre de 1877 Sanz y Forés coloca solemnemente la primera piedra del templo, continuando después las obras hasta levantar la cripta, bajo la dirección de Frassinelli, pero sin cerrar las bóvedas”.
Se revisan los planos y se insiste desde Madrid en que Frassinelli no tiene título para dirigir las obras.
Martínez Vigil ordena que se reanuden las obras con un proyecto completo en condiciones técnicas y garantías facultativas. Se inaugura la cripta el 15 de septiembre de 1891, etapa que señala el final de la intervención de Frassinelli en las obras, pues entonces fue designado ayudante el arquitecto Federico Aparici para continuar los trabajos. Este traza el proyecto definitivo, que aprueba la Academia de Bellas Artes de San Fernando, reanudándose las obras el 28 de julio de 1886… El templo fue inaugurado el día 7 de septiembre de 1901. León XIII lo eleva a la categoría de Basílica…
La Basílica cumplió todas las expectativas y ha sido junto con la Cueva lo singular, específico y distintivo de Covadonga. Para llegar a esta situación y a la posterior con la ampliación de la Colegiata, Hotel y el Seminario (hoy Museo y Escolanía) el Real Sitio tuvo que sufrir distintas vicisitudes. Ya contamos el año pasado las distintas transformaciones de la Cueva. Había dificultades en las grandes aglomeraciones. Ya en 1874, casi un siglo después de abandonar el proyecto de Ventura Rodríguez y Carlos III, Messeguer y Costa nos dice que el día 6 hubo bendición de la capilla y consagración del altar de la Cueva. Asimismo se consagró el altar de la Capilla del Campo… que ocuparía un lugar, como puede observarse en distintos grabados y fotografías de la época, frente la Colegiata de San Fernando, edificio anexo a la Cueva, y donde hoy está la Casa de Ejercicios y el Hotel Pelayo, lugar este en el que habia una vasta alameda y un campo lleno de árboles. Esta alameda, que se extendía delante del altar de la Capilla del Campo, estaba ocupada por una numerosísima concurrencia al igual que la falda del monte, renovándose el grandioso espectáculo que ofrece todos los años esta misa que antes era al aire libre y ahora se canta en el altar resguardado por una elegante capilla. El diseño se debe a Frassinelli y comenzó a construirse en junio de 1874 y fue consagrado el 7 de septiembre de ese mismo año[4].
Veamos otros aspectos del interior de la Basílica: La puerta del sagrario situado en la Capilla del Santísimo, próxima a la Sacristía, tiene un magnífico grupo escultórico: la Virgen entrega el rosario a S. Domingo. Fue donado por M. Vigil. Hecho de plata y esmaltes es una reproducción exacta a menor tamaño de la Cruz de la Victoria con pedrería firme. Este Sagrario en uno de sus laterales lleva la placa según la cual fue fabricado por Pedro Álvarez, pero la puerta del mismo se debe a otro autor, un tal Mont… de Barcelona.
[1] BREVE BIBLIOGRAFÍA sobre la Basílica de Covadonga:ARBOLEYA MARTÍNEZ, Maximiliano, La Basílica de Covadonga:justificación de un doble homenaje: El obispo Martínez Vigil,Covadonga, 1926, 47 pp.: GARCÍA, Manuel, (Magistral). “La Virgen de Samsó”, Luces del Auseva. 1976; HUERGA, Emiliano de, La belleza de Covadonga: paisaje y espíritu (adhesión por Concha Espina), 1950, 36 pp.; MANJÓN, Martín, Covadonga en la Mano: guía del Santuario: datos históricos,1925, 55 pp.; MARTÍN ANDREU VALDÉS, El Tríptico de Covadonga. Descripción.Covadonga, 1927. ; MENÉNDEZ PIDAL, Luis, La Cueva de Covadonga, 1956 (Ver  VI. Nueva Basílica monumental. Aparici. El Obispo Fray Ramón Martínez Vigil en Covadonga).
[2] En Covadonga en la Literatura I (Rev. Foro COVADONGA, 2005) hay también un bello retrato poético del magistral D. Manuel García.
[3] La Basílica de Covadonga: su origen y estructura (Rev. Covadonga, 1951), por D, Emiliano de la Huerga.
[4] Francisco Crabiffosse Cuesta, “Diversas vistas sobre Covadonga”, en Covadonga, iconografía de una devoción, pág. 311.
1.5
A  LA VEGA QUE QUIERO
Ramón Antonio Menéndez López
Fue algo curioso. Aquella mañana sentía ganas de rezar. Vieja se había hecho la sentencia papal que me sumía en el redil de los “vitandos”: “Propter indignitatem tuam”. Estaba sellado y rubricado en el escrito que lanzaba sobre mí la indecencia de mi actitud.
A pesar de todo sentía ganas de rezar.
Lejos estaba el día en que mis manos habían sido ungidas por el óleo de Melquisedech. Manos que con dificultad recordaban la ingravidez de la hostia hecha Dios. Mis oídos habían sido saturados de miserias vertidas en un confesionario al tiempo que mi indignidad juzgaba a los humanos recomendando perfección e impartiendo perdones. Había consumido horas hablando de amor y el amor me era prohibido. Lejos estaban esos días.
Pero hoy, sentía ganas de rezar.
“Oro, oras, orare, oravi, oratum”, era el enunciado del verbo latino que fue mi compañero habitual en días de inocencia, de pecado y de traición. Hoy recordé una forma gerundial de ese verbo y con ella afloraron en mí recuerdos de infancia que, inmóviles, habían permanecido en el subconsciente, temerosos de ser mancillados.

Orandi”, forma de gerundio de verbo “oro, oras,.....”
Vega de Orandi, protegida por un monte santo y de oración. Vega que con seguridad guarda las pisadas de mi niñez y recibe aún los ecos de sonrisas llenas de esperanza con visos de santidad. Orandi, confesionario de decisiones personales posteriores que cambiaron el rumbo de mi vida, sepulcro de secretos y descanso de mi espíritu en tiempos de turbulencia e inquietud.
Hoy vuelvo a ti.
Vuelvo a ti, Vega de Orandi, con el corazón abierto y el alma deseosa de confidencias nuevas. Vuelvo con lenguaje arcano que solo comprenderán los iniciados. Vuelvo temeroso de ser descubierto entre las brumas de tu despertar. Espérame.
a mañana me envolvió y me condujo hasta las primeras rampas de la senda. Tenía prisa por llegar y los rayos de un sol joven se deslizaron entre las ramas jugueteando a claroscuros y dejando briznas de niebla entretejidas en la arboleda. Mi cuerpo, encorvado sobre la vereda zizagueante, avanzaba de forma pertinaz, firme, devorando ansiosamente metros de tierra rojiza incrustada de calizas. Sentía que la bestia del Auseva, empeñada en ocultar su corazón, estaba siendo dominada por mí.
Sudor, resuello, sed. Ansia, ilusión, impaciencia.
Descansé en un recodo, en compañía de una fuente que manaba de una roca herida. Recordé haber bebido de esa fuente cuando mis jóvenes años cuestionaban la identidad de mi persona. Hoy, pasada la barrera de esa edad que define al adulto, es la misma persona la que bebe tratando de que sus dos “yo” mantengan el equilibrio inestable en el que asienta su carácter.
Contemplé los pájaros que iniciaban su tarea primaveral de preparar el nido ensayando requiebros tempraneros. Espié el cielo entre la fronda vislumbrando su vestimenta azul y grité “Dios” sin obtener respuesta. El silencio había tragado mi voz. Era el mismo silencio que con frecuencia invoco para encontrarme conmigo mismo.
De forma imperceptible, los robles y las hayas, los abedules y castaños, comenzaron a tocar el cielo al tiempo que la claridad se convertía en dueña de la senda despojándola de su misterio. Mi corazón latía aceleradamente confesando el esfuerzo y presintiendo la cercanía de lo ansiado.
Había rebasado el último tramo, había sorbido las últimas gotas de sudor, había levantado por última vez mi vista vidriosa cuando el Génesis estalló en mis oídos y las aristas de un anfiteatro divino se convirtieron en palabra.
“Y Dios creó al hombre”. Era el Paraíso.
Una estampida de verde cegó mis ojos al tiempo que altivas crestas calizas vigilaban mi insignificancia. Las praderas, cayendo desde las montañas, simulaban tapices adornando la plaza mayor el día de fiesta. Miré al cielo buscando protección y el vuelo del un aguilucho me sirvió de alivio. Con la mirada, acaricié temeroso el entorno confundiendo cielo, roca y pradera.
Silencio, perfume y gozo.
Grandeza, humildad y amor.
El río discurría por el valle, jugueteando con los rayos de un sol que se bañaba en los pequeños remansos formados por las rocas del lecho lanzando destellos juguetones. Río que canturreaba melodías a medida que avanzaba, vergonzoso, tratando de esconderse en la gran hendidura de la montaña, mientras el suave respirar de los dioses, en forma de brisa, acariciaba mi rostro.
Vega de Orandi. La sentí virgen y desnuda, tanto que mi cuerpo, impúdicamente, se fue despojando de sus ropas para mimetizar con ella. Había tenido tan poco contacto con el hombre que no se delataba temerosa.
Me sentí cómodo.
Descalzo y desnudo, empapado de sol y viento, corrí locamente por su ladera saludando a las margaritas y primaveras, a los arbustos y cardos, a las mariposas y jilgueros. En este correr alocado, heridas aparecieron en mi cuerpo al tiempo que oleadas de amor restañaban las mismas. Descansé sobre su piel mullida que destilaba perfumes de hierba-buena y tomillo y al sentir mi cuerpo fundido con su tierra me revolqué sensualmente reconociendo mi origen. Dejé que el agua me inundase convirtiendo aquel acto en un neo-bautismo que purificase mis desamores y egoísmos, orgullo y vanidades, hipocresías y frivolidades. Hoy tenía que estar puro.
Vega de Orandi. Hoy tienes nombre evocador. Evocación de minutos robados al amanecer o al mediodía y regalados a la charla amiga. Evocación de fluidos de amor que acunan sentimientos sublimes. Evocación de furtivos apretones de manos portadores de raudales de sintonías silenciosas. Tu presencia deseada causa en mi un extraño desasosiego. Deseo estar contigo y tiemblo cuando lo estoy. Me prometo no buscarte y una fuerza invisible me conduce hacia ti buscando tu eco que me saque de la asfixia. Idéntica tristeza me causa tu ausencia como tu cercanía.: la primera por no tenerte y la segunda porque no te tendré.
Envidio el viento que te besa sin que te enteres, la luna que te abraza impunemente, la lluvia que te acaricia sin ofenderte. Viento, luna y lluvia seré.
Vega. Vega de Orandi. Espero a tu lado el atardecer que cruelmente alarga las sombras y cuando el crepúsculo invita al amor, los minutos compartidos se pierden con la luz.. Espero, tratando de prolongar esos minutos, acurrucado en tu verdor, mecido por tu fragancia y acariciado por tu mirada.
Sé que tengo que marchar.
Conozco el impulso de los vientos hostiles que hinchando las velas del destino obligan a tomar derroteros convencionales. Intuyo que el anochecer me precipitará senda abajo, al encuentro con lo rutinario, pero tengo la certeza de que cuando el silencio sea tu único compañero, cuando tu aliento huela a hierba fresca, cuando el rumor del agua acune tu sueño, las montañas que te coronan, cual órgano gigantesco, interpretaran esta sinfonía de amor cuya partitura solo ellas conocen y solo es descifrable por quienes saben querer.
“Oro, oras, orare...” “Amo, amas, amare....” Verbos de la misma conjugación.
Vine junto a ti a rezar y junto a ti aprendí a amar.
Cuando me halla ido, te quedara el viento, la lluvia, el sol y la luna que al oído te dirán cuando te quiero. Quizá en algún momento de debilidad y junto a tu soledad las lágrimas aumenten el caudal de tu río. Pero no serán estériles pues regaran tu pradera inundándola de cariño y haciendo brotar en ella flores de tiempos nuevos. Mis lágrimas serán guardadas celosamente y cuando vuelva a tu lado, regaran las mismas flores.
Antes y después, tu mundo de flores será mi asilo y tu recuerdo mi apoyo
Abandono mi paraíso rodeado de penumbra pero con el alma descansada. Solo la Vega conoce mi secreto Lo deje entre los riscos y majadas, camuflado entre la niebla y el silencio, con caricias de nieves y esperanzas. Tengo conciencia de mis nulas facultades poéticas pero la paz de mi alma y la tranquilidad de no distorsionar el entorno, me anima a terminar con unos versos:
Bajo la vereda temblorosa
que carga mis penas de cansancio
y bajo redimido de aquel peso
que agotaba el alma en el ascenso.
Y bajo silencioso,
cuidando de no turbar tu incipiente sueño
e intuyo esperanzado
la primavera nueva engendrada en un beso.
Vega. Vega de amor y rezo.
Ya nada será igual en mi existencia
y cualquier decisión que yo tomara
Tendría que contar con tu presencia.
Ramón Ant. Menéndez López
Número 2
En este número se pueden ve los artículos siguientes:
2.1 Liter.III, Altar Mayor
2.2 Concha Espina y "Altar Mayor
2.3 La Escolanía de Covadonga
2.4 La Basílica por dentro o la piedra herida
Presentación de la Revista en 2005
COVADONGA EN LA LITERATURA (III)
La narrativa: Altar Mayor
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Cayo González Gutiérrez
En 1887 decía Acacio Cáceres Prat que aún faltaba el autor que escribiese con autoridad sobre la historia de Covadonga y sus episodios. Es cierto que después de esta fecha han sido muchos los autores que han escrito sobre la historia, leyenda, personajes, paisaje, edificios, etc.
En 1926 aparece una novelista ejemplar, Concha Espina, que ha novelado y presentado magníficamente la cuna de la Reconquista con todos sus alrededores. Como añoraba Cáceres Prat aparece con Concha Espina el Virgilio que describiese tan líricamente los paisajes de Covadonga.
Esta novela (Altar Mayor) fue publicada primero por entregas en el diario ovetense El Carbayón a partir de enero de 1926., Aparece por primera vez formando volumen en la Editorial Renacimiento de Madrid, en julio de 1926. En apenas dos años se publican la 2ª y 3ª edición con unos 23.000 ejemplares. Al menos más de 17 ediciones en total hasta hoy. Para escribirla su autora (Concha Espina) pasó una larga temporada en Covadonga
Es un canto y un himno, pero también una novela con argumento, la historia de almas nobles enamoradas. Gran  mérito de esta novela es la pintura de paisajes y de caracteres, la narración entretenida de viajes, encuentros, excursiones…
ARGUMENTO Y PERSONAJES
El “paisaje” es el aspecto más conseguido en esta novela. Con un realismo desbordante no exento de lirismo y, a veces, de un afán idealizador, no deja sin describir ningún rincón desde Cangas a los Lagos.
Como pretexto para mostrarnos el paisaje hay una historia de amor, cuyo centro será primero La Riera y después Covadonga con todos sus alrededores.
Los protagonistas, Javier de la Escosura, que pasa una temporada en La Riera para recuperarse de una enfermedad y que se enamora de Teresina.  Al marchar de nuevo para Madrid, deja, ante el altar de la Virgen, la promesa de matrimonio a Teresina. Esta trabajará después en el Hotel de Covadonga donde con el tiempo se encuentra con Javier que viene a casarse con la novia Leonor, de la alta sociedad. Otros personajes secundarios deambulan por la novela, especialmente, la madre de Javier, Eulalia Ponte viuda de  Escosura,  dominante y opuesta a toda relación con Teresina y Camila, amiga y prima lejana de Eulalia. En la Riera están también las primas de Javier, Leandra (18 años), Teresa, más joven. Javier tenía 25 años, cuando estaba convaleciendo en La Riera.
Otros personajes son Dª Camila, Leandra, Josefín (chófer  enamorado de Teresina), D. Leandro, Santirso, dueño del Gran Hotel, D. Elías, canónigo, el Doctor (libanés).
Resumen de la novela:
Para resaltar la importancia de Altar Mayor  veamos a continuación una breve reseña de algunos de sus 27 capítulos con algunas citas francamente líricas del paisaje.
I Recuerdo
Javier recuerda en su viaje en el tren “EL Minerva”, desde Cangas de Onís, su última estancia en La Riera (cuatro años atrás) y la promesa de matrimonio hecha a Teresina, que ahora trabaja en el Hotel. Pasa por don Opas (siempre atormentado en su castigo de piedra) sube hacia la “Peña de Belay” donde está la Casa de Santa María, Solar de los Reyes de España y origen de todos los Señoríos y mayorazgos españoles”.  Ya encontramos alguna preciosa metáfora: La niebla, señora de los montes, bajaba por los taludes a beber en el río”… La voz dulce y aguda sonó,… envuelta en el zumbido de las aguas que se consumen en Orandi y perforan el Auseba para renacer debajo del Altar.
II La sorpresa
Javier llega en coche a Covadonga donde se encuentran su madre y su novia actual Leonor. Allí lo saluda Teresina, trabajadora del hotel, la antigua prometida a quien Javier había olvidado completamente, después de un veraneo en San Sebastián.
III La rapsodia del agua
…es el río de Orandi, que conoce los caminos sinuosos de las peñas, trepanó el monte, brotó en cascadas debajo de la Gruta y persigue al Reinazo y al Diva, siempre tendido el arco de su chorro sobre la hondura del pensil.
VII Combatientes
Aquí encontramos una nómina muy completa de los árboles, plantas, hierbas del lugar:
…Álamos, pinos, laureles, encinas, abedules, ayunos, fresnos, cuantas raíces vegetales se clavan en la tierra húmeda del Norte, gozan una esplendida floración en el Jardín del Príncipe que es un bosque silvestre por más que se engalane con arbustos cultivados y se encinte de geranios, marilindos, celindas, hortensias, campánulas, mirabeles, gran copia de flores sativas y de muchas otras montaraces…
Las hierbas que pisa le dan su perfume, genciana, malvavisco, juncos, liquen, arándano: cada planta montés le ofrece, con el parque, su aliento, desde la glera del río hasta el espolón de la catedral.
VIII ALTAR MAYOR
[Teresina sube con Josefín en el Renault a los Lagos a buscar a Javier, Leonor…Habían subido en el Delage con D. Leandro ya que Josefín estaba en  Arriondas]
El Mirador de la Reina: Ese sitio es una espléndida atalaya gratamente revestida de bancos y rastiles, flores y tapices de verdura que logró tanta solicitud en medio del salvaje tramonto, porque un día la reina Victoria de Battenberg [esposa de Alfonso XIII] se detuvo aquí para admirar uno de los semblantes extraordinarios de la solemne belleza de Asturias. Desde entonces se ha convertido en moderna posa del terrible sendero, un descanso que permite ver cómo saltan,  ensanchándose, las lejanías, se tienden las llanuras residuales, se forman los pliegues geológicos, brechas y campas, altitudes y abismos, en la misteriosa libertad de las cumbres….
[Serafín a Teresina en el Mirador]:
¡No te vayas, espera; me vas a decir sí o no, delante de ese trono. ¡Mira!; es el altar mayor del mundo-y señala a Occidente, por donde huyen a esta hora las oraciones y los pájaros;….Tendrá más validez que en un templo artificial. Los montes son en Asturias la gran Mesa del Señor..
C IX Dueña de la luz.
Así, cándida y aventurera, la mano tremante sobre la honda palpitación del pecho, vuelve hoy Teresina al reino fantástico de las cumbres, al país de las águilas y de los buitres, del oso y de la gamuza, de la nieve sempiterna y las aguas torrenciales
De buena  gana se hubiese encaramado Santirso por los altos senderos de su gusto, hacia Vega Redonda, o la Rondiella, buscando a los pastores de sus chozos, allá por las majadas empedernidas…
X ENAMORADOS
… y al fondo, abismales, inaccesibles, las torres de las dos Peñas Santas: la de Enol  y la de Caín,pórticos de una monstruosa y libérrima catedral que ha hecho Cantabria para asombro del mundo, con nieves y rocas, glaciares y agujas, hoces y llambrías. Todos los dientes del macizo de Cornión se clavan hambrientos de claridad en el celaje gris, que ha convertido en ceniza su carne azul.
[Teresina en el lago Enol a Javier]
¡Mira que juras en el Altar Mayor de España!
Coche abtiguo en los Lagos
VIII  DESPOSADOS
(En la Cueva) Les ensordece el agua que a oscuras rueda con un clamor innúmero, todo un río potencial desplomado entre la pared arcana de la gruta: el río de Orandi, viajero desde la cumbre del Auseba hasta el foso del Dina, en un salto de 4000 pies… Estos fragores propenden a una guerrera evocación. Hay algo fundamental y belicoso en el Orandi siempre colgando por la falla siniestra junto a la patrona, desde las alturas donde los arqueros montañeses vencieron el poder de Alcamah. Sobre el mismocamarín de la Santa los panales acendrados de miel conmemoran el escondite de los astures trasmontanos, hueste liberadora del setecientos dieciocho: esta Cueva es el ara de la Reconquista…
XXVII  EL MILAGRO
(en la tormenta):
Leandro Santirso que tanto sabe del país y de sus condiciones naturales, dice, alarmado, que el turbión le asusta.
-El hielo y los glaciares de la comarca derretidos por el viento Sur se convierten en avenidas temibles-le cuenta al árabe-.-. Y más en el verano, cuando el basoiro, la ola de calor, influye en los Picos y topa con las mueldas, unos bloques de nieve que se deslizan como aludes, y deshilados forman, con la madeja de los demás caudales, un río asolador.
En la Revista Luces del Auseva (1964-1977) hay un precioso artículo titulado: Covadonga vista por Concha Espina, de Salvador Blanco Piñar. Este autor reunió en esta composición múltiples trozos del paisaje de Covadonga y sus alrededores de Altar Mayor. Muchos de esos fragmentos ya han sido considerados en el presente artículo.
Concha Espina y “Altar Mayor”
María Concepción Jesusa Basilisa Espina, más conocida como Concha Espina, nace en Santander, el 15 de abril de 1869, fruto del matrimonio formado por el asturiano Víctor Espina Rodríguez y la montañesa Ascensión G. Tagle y de la Vega. Séptima de diez hermanos, desde muypequeña se interesa por la escritura y con tan sólo trece años comienza a escribir poesía aunque, posteriormente, su fama le llega por sus narraciones en prosa.
Tras pasar una feliz adolescencia en el seno de una familia acomodada para la época, ya que su padre era armador y poseía algunas tierras y su madre procedía de la nobleza cántabra oriunda de Santillana del Mar, el futuro le deparó una vida llena premios y alabanzas, pero también de desgracias. La primera, fue la crisis y posterior ruina de la sociedad que don Víctor tiene con Cándido González (“Sociedad Espina y González”), la cual hace que éste se vea obligado a vender todas sus posesiones en Asturias y fijen la residencia en Mazcuerras, pueblo cercano a la provincia de Asturias y perteneciente a la vecina región cántabra. Otro duro golpe fue la muerte de su madre, en 1891, a causa de una pulmonía infecciosa. Durante dos años su familia estuvo viviendo de rentas y es entonces cuando algunos de sus hijos, entre ellos Concha Espina, regresan a Santander, donde para continuar subsistiendo venden lo poco que les queda, incluso las alhajas de su difunta madre. Un buen día, don Víctor, paseando por el muelle de Santander, se encontró con don Santiago López, primo del Marqués de Comillas, quien vista la situación en la que éste se encuentra le ofrece un puesto como contable en las minas de Ujo. Éste acepta amablemente su propuesta y se traslada toda la familia a Asturias.
En su juventud, Concha Espina fue una chica débil, seria y melancólica, sin embargo, a raíz de los trágicos momentos vividos y cuando la vida le golpea más duro se vuelve fuerte, alegre y optimista. A los veinticuatro años se casó en la iglesia de Mazcuerras con Ramón de la Serna y Cueto y se marcha a Chile, donde su marido se hace cargo de una de las mayores haciendas del país, la de su padre, don José María de la Serna y Haces-Barreda. Allí comenzó a escribir en un diario local llamado El Porteño y nacieron sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor. Una vez retornada a España tendría otros tres, José, Josefina, y Luis.
Su matrimonio va poco a poco deteriorándose hasta que inevitablemente sobreviene la separación y, además, poco tiempo después, muere uno de sus hijos, Joseín como cariñosamente le llamaba. Lejos de enlutarse, hizo siempre lo que consideró más oportuno, sin importarle las normas establecidas, por ello nunca siguió los dictados de una sociedad que le quedaba pequeña. Comenzó a vestirse con trajes claros y malvas y demostró que una mujer podía ser culta, refinada y elegante a la vez que trabajadora. Escribió en periódicos como El correo de Buenos Aires, La Atalaya, El Cantábrico, El Diario Montañés, ABC o la revista Lecturas. Pero sus éxitos literarios comienzan tras escribir la novela titulada La Niña de Luzmela. Mas tarde vendrán La Esfinge Maragata, El metal de los muertos, Altar Mayor, Un valle en el mar, Tierra firme y un largo etcétera.
En 1936 se quedó ciega, circunstancia que no impidió que continuara con su actividad literaria ayudada por una falsilla ideada por su gran amiga Montserrat Gili. Coincidió en el tiempo con el Modernismo y la Generación del 98, sin embargo no la podríamos enmarcar en ninguno de estos movimientos literarios, fue totalmente independiente. A pesar de las buenas relaciones con la monarquía, quien la promueve como embajadora de una expedición cultural por tierras de Lima, más tarde mantuvo con ella una actitud crítica frente al deterioro de España. Sin llegar a comulgar con las ideas de izquierdas, vio con buenos ojos el advenimiento de la República, pero la persecución religiosa emprendida por las turbas le hacen renegar de ésta y abrazar la causa Franquista. Viajó por todo el mundo y estuvo propuesta para el premio Nobel, que no ganó, precisamente, por el voto en contra de la Real Academia Española de la Lengua. Del mismo modo, tampoco ingresó en la Real Academia de las Letras por estar entonces vetada la entrada de mujeres en dicha institución.
Según nos cuenta en su biografía su hija Josefina, tras una lenta agonía y realizada la Señal de la Cruz, falleció en mayo de 1955 a los ochenta y seis años y en plena actividad literaria.
Premios y Obras.La mayor parte de las novelas o relatos que escribió Concha Espina se vieron siempre influenciados por los recuerdos y desgracias de juventud. Tienen como protagonistas a mujeres a las que de una manera especial se encarga de defender, aunque, conocedora de su problemática socio-laboral, también reclamó derechos para los obreros, especialmente de los mineros de Río Tinto, en Huelva. Muestra de ello son las novelas La esfinge maragata, publicada en 1914, y premiada por la Real Academia de la Lengua con el “Premio Fastenrath” o El metal de los muertos, que vio la luz en 1920.
Su fama le había llegado tras escribir, en 1909, La Niña de Luzmela, novela ambientada en el pueblo de Mazcuerras, lugar en el que residió algunos años y al que acudía en las temporadas estivales tras haber fijado su residencia en Madrid. La repercusión que tuvo entre sus lectores fue tal, que el mismo Alfonso XIII, en su honor, ordenó cambiar el nombre de este pueblo por el de Luzmela, aunque hoy en día de nuevo ha vuelto a denominarse con su nombre original.
Además del anteriormente citado, la Real Academia de la Lengua le otorgó otros galardones como el “Premio Castillo de Chirel” por la obra Tierras del Aquilón, el “Premio Espinosa Cortina” por el drama en tres actos El Jayón, o el “Premio Cervantes”, en 1950 por Un valle en el mar. Otras obras suyas son: Despertar para morir, Agua de nieve, Ruecas de marfil, Mujeres del Quijote, La rosa de los vientos, Simientes, el Cáliz Rojo, La Virgen Prudente, Retaguardia, Esclavitud y Libertad, Casilda de Toledo (vida de Santa Casilda), sus famosos poemas en prosa publicados en Pastorelas o un inédito epistolario titulado El grande y secreto amor de Antonio Machado, entre otras muchas.
Prolífica escritora, sus trabajos han sido numerosas veces reeditados y traducidos a idiomas como el Ingles, Francés, Alemán, Italiano, Portugués, Ruso, Sueco, Checo, Polaco y Holandés. Otros incluso fueron llevados al cine o la televisión como es el caso de Altar Mayor, Premio Nacional de Literatura en 1926 y en la que nos vamos a centrar en las siguientes líneas.
La novela "Altar Mayor”.Los primeros capítulos de esta novela publicada por la Editorial Renacimiento de Madrid en el mes de julio de 1926 comenzaron a difundirse en el diario regional ovetense El Carbayón. Tal fue el éxito y la acogida que tuvo entre sus lectores que, ha día de hoy, existen más de diecisiete ediciones de distintas editoriales. Entre ellas las de algunos países como Argentina o México, donde tuvo gran aceptación debido a la enorme masa de personas de origen español que allí estaban emigradas.
Para escribirla, como se documenta en varios números de la Revista Covadonga, órgano oficial del Cabildo, pasó largas temporadas en el Real Sitio y nada más ver la luz se acercó hasta el Santuario para darle gracias a la “Santina”, virgen a la que profesaba gran devoción. En el número 100 del 15 de agosto de 1926 de la entonces publicación quincenal, existen también testimonios fotográficos que nos confirman, a pie de foto, que pasó en Covadonga unos días, alojada en el Gran Hotel Pelayo, que se convierte en protagonista principal de la obra.
Escrita en un lenguaje sencillo, en esta pueden diferenciarse perfectamente dos aspectos: la importancia que la escritora le da a la descripción del paisaje y el relato de una compasiva y tierna historia de amor.
El argumento narra los amores entre Javier de la Escosura (típico señorito madrileño), y su prima Teresina, perteneciente a la rama pobre de la familia y natural de La Riera, pueblo cercano al Santuario de Covadonga, donde ella trabaja en la pequeña tienda de recuerdos que hay en el Hotel Pelayo. Javier llega de la capital a pasar una temporada en casa de sus tíos como prescripción médica para reponerse de sus persistentes fiebres depresivas, ya que los aires del campo le podían resultar beneficiosos. Allí se enamora de su prima y ante el altar de la Virgen de Covadonga le jura amor eterno, promesa que incumple ante los vanidosos intereses de su madre que consigue casarlo con la hija de la marquesa de Avilés. Ya repuesto de su dolencia regresa a Madrid, pero, pasado algún tiempo, Javier regresa a Covadonga y renueva la misma promesa tras resurgir el viejo amor que ya casi había desaparecido. El frágil temperamento y la poca iniciativa para la toma de decisiones de éste, ante las intenciones de su madre hacen perecer las ilusiones y esperanzas de una joven que también rechaza a Josefín, un noble mozo que siempre estuvo a su lado y a quien Teresina simplemente quería como a un hermano.
Un día en el Gran Hotel Pelayo, donde se desarrolla casi por completo la obra, la madre de Javier se pone de acuerdo con Leonor, hija de la marquesa de Avilés, y preparan una excursión a la cueva del “Bustiu” (Que se encuentra subiendo por la carretera de los lagos, no confundir con la del Buxu). Una vez allí Leonor aprovecha para fingir una caída en la cueva y la dejan sola junto a Javier, mientras el resto de la expedición regresa al hotel a pedir ayuda y contar lo sucedido. Dejar la pareja a solas en aquel lugar es la forma que tienen de atrapar al joven por aquello del ¿qué dirán?. Es entonces cuando le obligan a comprometerse con Leonor y quitarle de la cabeza a su prima. Tras una atormentada boda, en la que en esa misma noche fallece la desposada, Javier no tiene donde buscar amparo mientras que Teresina sabe encontrar un firme apoyo en Josefín, aquel noble y firme mozo en el que la escritora ha querido simbolizar el alma recia y brava de Asturias, en cuyo corazón está enclavado el Santuario de Covadonga, “Altar Mayor” de España.
La Película “Altar Mayor”.
Tras el éxito cosechado por la novela, de la que en apenas dos años se llegan a publicar veintitrés mil ejemplares, en las tres primeras ediciones de la Editorial Renacimiento, existe la intención de llevarla al cine. Por este motivo, en el mes de julio de 1928 llegan hasta Covadonga la autora, Concha Espina, la periodista Sra. de Velarocho, la Marquesa de Argüelles, doña Concha Heres y doña Isabel Maqua. La expedición, por supuesto, estuvo en el Gran Hotel Pelayo, donde fue recibida por el director, don Enrique Álvarez Victorero, quien les agasajó con un suculento banquete y donde tomaron las oportunas notas tras haber recorrido las distintas dependencias. Sin embargo esta idea no fue llevada a cabo hasta unos años más tarde, una vez concluida la guerra civil.
El proceso de grabación cinematográfica dio comienzo en 1942 y tuvo una enorme repercusión en toda Asturias. El hecho de filmar en Covadonga hizo que muchas personas se acercaran hasta el santo lugar con motivo de presenciar “in situ” el rodaje. Además de la curiosidad por saber cómo se efectuaban las películas que veían en los cines, existía la posibilidad de que fueran seleccionadas para trabajar como extra y ganarse de este modo unas “perras”.
El rodaje se realizó casi íntegramente en el Gran Hotel Pelayo, donde se estableció todo el equipo de rodaje, sin embargo algunos actores estaban alojados en el Gran Hotel de Ribadesella y se trasladaban hasta allí todos los días para realizar las distintas tomas.
“Avanza el Minerva estruendoso y jadeante…”
Así comienza tanto de la novela como la película y en ese coche se ve llegar a Javier de la Escosura hasta la misma puerta del Gran Hotel Pelayo, enclavado en las montañas de Covadonga, donde trabaja su prima Teresina, personaje encarnado por la fabulosa actriz Maruchi Fresno quien realiza un papel encomiable lleno de candidez y ternura.
El guión, en el que se refleja perfectamente el carácter y modo de vida de una tierra montañosa y provinciana, muy alejada de la capital de donde procede el señorito, fue adaptado por Margarita Robles y es fiel reflejo de la novela, aunque lógicamente resumido. La peculiaridad de los escenarios está en que todos son reales, no se realizaron en estudios ni siquiera las escenas interiores. Es el mismo Hotel Pelayo de los años cuarenta en el que puede verse la tienda de recuerdos, el cuadro de Pelayo de Madrazo, trasladado allí para la ocasión, el famoso y característico oso de madera que hoy sigue dando la bienvenida a los visitantes, la regia escalera barroca y señorial y hasta los salones y terrazas que nos recuerdan al estilo burgués y provinciano de la época.
Es de resaltar la escena del “chigre” donde se cantan asturianadas y se escancia sidra. Rodada en el Merendero de Cangas de Onís, en ella aparecen conocidos personajes locales como Ania o una preciosa “chigrera” encarnada por Luisa la del Turismo, entre otros. También actuaron la popular “Fora” y Pedrito Menéndez, en la procesión de las antorchas, Josefina Díaz y Chelo Pérez en la recogida de manzanas o Angelita Muñiz en la boda con la que termina el film.
Toda la película es un canto a las bellezas naturales de Asturias magníficamente plasmados por la mano del director de fotografía Isidoro Golderberger, que actúa bajo la acertada dirección de Gonzalo Delgrás. Cabe destacar el personaje de la solterona Adela, papel interpretado por la actriz Carmen Riazor, mientras que a Leonor le da vida una jovencísima María Dolores Pradera. En cuanto a los personajes masculinos de Josefín y Javier fueron interpretados por los actores José Suárez y Luis Peña, respectivamente; Fernando Fernández de Córdoba figura en el papel del canónigo don Elías; Luis de Arnedillo en el del doctor Yakub y Manuel de Juan en el de Santirso, director del hotel.
Todo este “bien hacer” quedó reflejado a partir de 1943 en una película llena de premios, estrenos y reestrenos que estuvo en las pantallas españolas durante muchos años cosechando grandes éxitos y que para orgullo de los asturianos, y especialmente de los Cangueses, se titula “Altar Mayor”.
Javier Remis
La Escolanía de Covadonga
Siempre que se habla de los orígenes de este coro de voces angelicales suele citarse como su fundador a quien fuera el primer arzobispo de Oviedo, don Francisco Javier Lauzurica y Torralba en 1951, pero lo cierto es que existió otro anterior que había sido creado por su predecesor.
Los canónigos de Covadonga, para quienes rendirle honores a la Santina era una preocupación constante, sabían que con la creación de un coro en el real sitio darían un mayor realce a las celebraciones litúrgicas durante todo el año y no sólo en días de fiesta como se venía realizando hasta entonces. La pregunta era cómo llevar a cabo dicho proyecto y de qué forma financiarlo para que tuviera una continuidad ya que mantener un considerable grupo de niños durante todo el año, en período de posguerra, suponía un enorme esfuerzo que muy pocas arcas podían resistir.
Hasta la guerra civil, celebraciones como la novena de la virgen eran amenizadas por las voces de grupos como los “Seises”, procedentes de Llanes, o la “Schola Cantorum”, dirigidos por el inolvidable don Marino Soria. Pero en Covadonga, según se desprende del acuerdo del Cabildo del 23 de octubre de 1939 ratificado en sesión del 21 de mayo del año siguiente, no es hasta una vez finalizada la contienda cuando comienza a crearse un pequeño grupo de voces formado por algunos estudiantes que, poco a poco, iban configurando la que más tarde se conocerá como Escolanía de Covadonga.
Creada por el Obispo don Benjamín Arriba y Castro, en mayo de 1945 fue erigida como seminario menor por decreto del 30 de septiembre de 1946. Sus primeros alumnos fueron José Roque García González y José Antonio Muñiz, de Sama de Langreo y de Sama de Grao, respectivamente; Desiderio de la Fuente y Ramón Alonso Suárez, que llegaron de Cangas de Onís; Pedro Luis Gutiérrez, de Cofiño; Santiago Fernández López, de Arbón; Salvador Rodríguez Montoto, de Pendueles; Cecilio Fernández Testón y José Dosal Gómez, de Panes; Vicente Luis María García Herrero y José Andrés Menéndez Viejo, de Oviedo; José Antonio Vallina, de San Julián de los Prados; Paulino Suárez Salido y Gerardo García Vallina, de Noreña; José Antonio Sánchez Suárez, de Tiñana; Manuel Sierra Prado, Severino Sierra del Río, Antonio Medina González y Enrique Montes Álvarez, del Hogar de San José; y Jesús Rodríguez García, de Piñeres.
Su primera sede fue en el edificio de “La Casona” (frente a la basílica y donde hoy se encuentra la Biblioteca y Sala Capitular). En la planta baja, a la derecha, estaba el comedor mientras que arriba, tras subir unas viejas y chillonas escaleras de madera, se encontraban las habitaciones.
La primera obligación de los escolanos tras levantarse y el aseo personal era la de asistir a misa. A continuación comenzaban las clases como en cualquier colegio solo que, en este caso, la educación corría a cargo de las señoritas Teresianas. Tras la comida -por cierto, no muy abundante-, dormían la siesta y jugaban al balón hasta que de nuevo se reanudaban las clases. A última hora de la tarde iban a rezar el Ángelus a la basílica y les tocaba el ensayo que realizaban tras el altar. Todos los días este ritmo podía parecer agotador pero, lo cierto es que, también había tiempo para la diversión. En los recreos jugaban al fútbol con el canónigo don Manuel García, realizaban excursiones a la Cruz de Pelayo, a Orandi, a los Lagos o simplemente daban un paseo hasta el Repelao, La Riera o Llerices, pueblos a los que también se desplazaban para pedir prestados zurrones cuando tenían que representar alguna obra de teatro, sobre todo en Navidad.
Su primer Rector fue don Amaro Alonso Campal (Abad del Santuario); su primer director artístico don Medardo Carreño Suárez (nacido en Oviedo, aunque él se consideraba de Candás); su preceptor don Julio Folledo; organista, el mallorquín Julián Samper; director espiritual don Manuel Loredo Somonte, (Magistral); Secretario de estudios, don Martín Andréu Valdés, (Canónigo Archivero); Administrador, don Alejandro Roces Nachón, (Beneficiado); Prefectos de disciplina eran don Domingo Caso Fernández (Canónigo), y don José González Merás (Beneficiado); mientras que su confesor era el entonces Coadjutor de Cangas de Onís, don José Tomás Díaz Caneja.
Tres años más tarde, en el verano de 1948, interrumpió su actividad entre otras causas debido a la muerte de don Medardo y al traslado de algunos de sus alumnos al Seminario de Oviedo. Pero en 1951, gracias a la insistencia y empeño de un joven canónigo recién llegado a Covadonga y que años más tarde sería abad del santuario (don Emiliano de la Huerga), el Arzobispo de la diócesis don Francisco Javier Lauzurica y Torralba decidió crear una nueva escolanía.
A partir de entonces su sede se ubicó en el antiguo “Mesón”, un viejo edificio del siglo XVIII situado en el Parque del Príncipe y que el arquitecto Javier García Lomas y el pintor Paulino Vicente se habían encargado de restaurar unos años antes. De esta nueva escolanía (veintitrés niños mas otros seis que se incorporaron posteriormente), se hizo cargo don Emilio Barriuso Fernández, quien contó con la estrecha colaboración de don Emiliano de la Huerga, encargado de desarrollar las pruebas de ingreso y de seleccionar las voces.
El clima húmedo y frío de Covadonga hizo mella en la salud de Barriuso y al año siguiente fue sustituido por don Florentino Pérez Rebollar, a quien acompañaba como subdirector el sacerdote José Ramón Lobo Méndez (cesado el 29 de octubre de 1956 por haber sido llamado a ejercer de profesor en el Seminario Menor de Covadonga). Su puesto lo ocupó don Aladino Alonso y las pruebas de voz para la admisión de nuevos escolanos eran realizadas por el célebre músico don Alfredo de la Roza Campo, Director de la Schola Cantorum del Seminario de Oviedo.
El 12 de abril de 1964 falleció don Francisco Javier Lauzurica y Torralba y su sustituto, don Vicente Enrique y Tarancón, nombró como nuevo director musical a don Fernando Menéndez Viejo. A partir de entonces el repertorio, que conjugaba lo profano con lo religioso, comienza a inclinarse más hacia temas litúrgicos como himnos, salmos o aclamaciones y proliferaron las actuaciones fuera del Santuario. Tanto en esta etapa, como en la anterior, la enseñanza estuvo en manos de las señoritas Teresianas y se veló especialmente por la higiene y el aseo personal. En este aspecto hemos de decir que algunas veces el ir a la ducha podía resultar reconfortante pero otras podía ser matador, según el turno que a uno le tocara. Por ello, las peleas por intentar ser el primero a ver si le tocaba a uno un poco de agua caliente eran la orden del día.
En septiembre de 1968 Menéndez Viejo abandonó la dirección de la escolanía al incorporarse como coadjutor-organista a la parroquia de San Lorenzo de Gijón. La labor llevada a cabo por éste en Covadonga continuó dando sus frutos, incluso, a escasos meses de su marcha. El 7 de diciembre de ese año la escolanía ganó el primer premio en el V Concurso Provincial de Villancicos celebrado en la Delegación Provincial de Sindicatos, mérito que le dio el pasaporte para competir en el Certamen Nacional que se celebró en Madrid. En este quedaron primeros de grupo y accedieron a la final, en la que no llegaron a rendir satisfactoriamente debido a que el día anterior tuvieron un accidente de autobús cuando se dirigían a conocer el aeropuerto de Barajas.
En ese mismo año fue nombrado Abad del Santuario don Emiliano de la Huerga y llegó, procedente de una parroquia de Mieres, don Ignacio Lajara, perfecto conocedor de la escolanía por haber cantado con esta en numerosas ocasiones y por haber sido integrante de la Schola Cantorum del Seminario.
A partir de entonces se abrió otra nueva etapa en la formación musical que vino marcada por el cambio de ubicación de su sede. Se pasó del “Mesón” al edificio del Seminario (antiguo Hostal Favila). El tiempo de vacaciones de los niños, anteriormente reducido a unos días el día de la fiesta del pueblo y a la Navidad, se vio incrementado a un mes durante el verano y se racionalizó el canto de las bodas a un tope máximo de tres al día. (Con anterioridad hubo días en los que se llegaron a cantar hasta seis seguidas).
La reforma de la Educación llevada a cabo en los años setenta trajo consigo la conversión de la Escolanía en Escuela-hogar y supuso la ampliación del centro a 60 plazas. Esto supuso un aumento considerable del número de empleados contratados por el Santuario para cuidar y educar a los niños mientras que por otro lado los ingresos se vieron reducidos por la anteriormente citada racionalización de bodas.
La marcha de Lajara, debido a sus problemas de salud, hizo que durante un año la escolanía estuviera en manos de los alumnos más aventajados hasta la llegada de don Leoncio Diéguez Marcos. Fue en 1975, tras haber sido director de la escolanía del Valle de los Caídos y del Pilar de Zaragoza junto a un gran músico, compositor y organista, el Padre José Jordán, autor de los conocidos “Salmos Responsoriales” que todavía hoy se cantan en las celebraciones litúrgicas. Para ocupar la dirección, Diéguez, había expuesto una serie de condiciones entre las que se encontraban: que el director de la Escolanía debería ser Canónigo del Santuario (y no beneficiado), y que los escolanos tuvieran una oferta musical más amplia. Aquí se encontró con un grupo de 29 escolanos, estableció una semana de pruebas para los nuevos alumnos y se dedicó a reclutar niños visitando campamentos estivales hasta que consiguió formar un grupo de sesenta voces. A partir de entonces la Escolanía experimentó un avance extraordinario y los niños, además del piano, podían aprender a tocar otros instrumentos como el violín, el violonchelo o la flauta travesera.
El prestigio musical de don Leoncio era más que conocido en toda la diócesis, éste contactó con el conservatorio de Oviedo para que unos cuantos profesores se acercaran, de vez en cuando, a impartir clases en Covadonga. A partir de entonces los niños tomaron sus estudios más en serio, llegando incluso a realizar competiciones entre ellos para ver quien era el mejor. Esta forma de competición hizo que los instrumentos no se tocaran por mera diversión o entretenimiento lo que les supuso a muchos de los alumnos adquirir un gran nivel musical y forjarse, posteriormente, un futuro profesional relacionado con el ámbito de la música ya que muchos de ellos hoy son directores de orquesta, profesores de Conservatorio, pianistas, organistas, violinistas y violonchelistas. De este modo, poco a poco, la escolanía se fue perfeccionando musicalmente llegando a alcanzar un alto nivel interpretativo. Tal fue así que, a comienzos de los años ochenta, los escolanos participaron junto a la Orquesta Sinfónica de Asturias, en el Teatro Campoamor, en óperas como Carmen, de Bizet, o la Bohème, de Puccini. También ofrecieron actuaciones en numerosos puntos de la geografía española como las llevadas a cabo en Oviedo, Gijón, Valencia, León, Huesca o Madrid (ésta última en el Teatro Real). Pero, sin duda alguna la actuación que marca la pauta, cuando a la hora de hablar de la escolanía de Covadonga se refiere, es la que ofreció el 26 de septiembre de 1987 en Bolonia (Italia,) dentro de un festival en el que interpretaron obras junto con el Coro de la Escala de Milán y la Orquesta Sinfónica de Londres, dirigida por Lorin Maazel. Entre el público asistente a este festival, además de numerosas personalidades del mundo de la cultura, se encontraban la Madre Teresa de Calcuta y S. S. el Papa Juan Pablo II. Sin duda alguna, este fue un recuerdo imborrable para quienes entonces eran escolanos. Muchos de estos, y hoy asiduos de Covadonga, cada vez que visitan la escolanía recuerdan aquel memorable acto que marcó la época más gloriosa de esta institución.
Tras ser don Leoncio nombrado director del Conservatorio de Música de Oviedo se encargó de la escolanía uno de sus alumnos más aventajados, Juan Carlos Laria de la Maza quien continuó con la labor llevada a cabo por su predecesor, apoyado por éste desde Oviedo. Al cabo de unos años los conciertos se fueron reduciendo y la principal fuente de financiación (las bodas), apenas se cantaban. Maza, como hoy es conocido, estuvo cinco años de director musical, hasta 1993 fecha en la que un pariente suyo, Jorge de la Vega Laria, también antiguo escolano, se hace cargo de esta hasta la actualidad. Ambos habían estudiado juntos en la Schola Cantorum de la Catedral León y no perdieron el contacto con don Leoncio quien se trasladaba algún fin de semana o en épocas estivales a dirigir los ensayos, sobre todo en vísperas de alguna solemnidad.
Durante esta última etapa de la formación las condiciones de los niños mejoraron notablemente. El edificio se reformó interiormente casi por completo y se adaptó a las necesidades actuales, las visitas de los padres así como las vacaciones eran más frecuentes, incluso son ampliadas si se tienen que quedar en el Santuario por alguna celebración. Nuevamente fue la ley de educación, en este caso la L.O.G.S.E., la que conlleva un profundo cambio en la vida de la escolanía. Los mayores que estudiaran secundaria deberían bajar a estudiar al Instituto de Cangas de Onís mientras que los de primaria recibirían las clases en Covadonga. Esto supuso un cambio en la dinámica de la institución ya que continuamente se debían de hacer reajustes en el tiempo y la distribución de los ensayos. Se dejaron de cantar bodas y rosarios. La única actividad diaria de los niños, musicalmente hablando, era el canto la Salve que tiene lugar al finalizar las Vísperas aunque también actuaban en las misas conventuales del sábado y de la mañana del domingo. Los conciertos fueron más locales y únicamente debemos resaltar actuaciones como las llevadas a cabo ante las ilustres visitas del Príncipe de Asturias y del Papa Juan Pablo II.
El nombramiento como canónigo de la Catedral de Oviedo de don Leoncio hace que éste se desvincule totalmente de la escolanía, la cual se resiente no sólo musicalmente hablando, sino que también en el escaso número de alumnos que la componen. Todas estas causas, unidas a otros factores, hicieron mermar el nivel musical alcanzado hasta entonces.
Hoy, para entrar a formar parte de la misma ya no es cuestión indispensable tener ciertas aptitudes o cualidades musicales (voz y oído), sino que, más bien, los niños están en el Santuario acogidos a modo de intentar inculcarles unos valores y hacer de ellos el día de mañana unas personas de bien. A pesar de ello se han vuelto a cantar bodas y realizar conciertos, incluso fuera de Covadonga. La componen un total de 28 alumnos y la formación académica corre a cargo del Ministerio de Educación y Ciencia, organismo del que reciben, respectivamente, estudios de Primaria y Secundaria en el Colegio Público Reconquista y en el Instituto Rey Pelayo de Cangas de Onís. Los estudios musicales de Solfeo y Teoría de la Música, Conjunto Vocal, Piano, Violín, Violonchelo y Contrabajo, así como la formación en el canto, son impartidos en la misma Escolanía por profesores titulados.
Esperemos que las escasas voces de hoy en día se conviertan mañana en un numeroso grupo de escolanos que hagan de la música su actividad profesional para deleite de las muchas personas aficionadas a la música que se acercan hasta este Real Sitio de Covadonga.
Publicado por Javier Remis
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