Jesús estaba en su casa de Sotiello ultimando minuciosamente los preparativos - viajaba siempre ligero de equipaje - para partir a su elegida y bendecida ‘nueva tierra prometida’ de Roquetas de Mar…donde encontraba un clima más favorable para su menguada salud (y también, por la independencia que él tanto apetecía! ) y al amanecer del viernes, día 6 de agosto (fiesta de la Transfiguración de Jesús y, en Oviedo, celebración de El Salvador), se le presentó de improviso otro Viaje, ‘el último viaje’ decimos, esperado e inesperado siempre, hacia la Casa del Padre Dios donde Jesús de Nazaret se fue ‘a prepararnos sitio’, también para su tocayo Jesús Faya Gutiérrez.
En su casa de Sotiello, acompañado de su mujer Clelín y de sus hijas Mónica, Nuria y Alejandra terminó serenamente, sin un ¡ay!, en el silencio del alba, su recorrido vital, a los 78 años, desde su primer vagido en Carbayín, Siero.
Al cumplir los 11 añinos, había dejado la casa paterna para encontrar un nuevo hogar en el Seminario de Covadonga. Allí nos encontramos, de oriente y de occidente, del norte y del sur, en un ambiente totalmente desconocido hasta que los días, largos y ocupados, nos fueron hermanando en ‘esa nueva existencia’ y nos amoldaron a unas rutinas de Internado: capilla, salón de estudio, aulas, refectorio, sala de juegos…visitas a la Santa Cueva y a la Basílica; disfrutábamos, como rapacinos, de los paseos domingueros al Asiento de los Canónigos, al Repelao, a Orandi y hasta los Lagos alguna tarde.
De esa época todos recordamos, al menos, lo aventajado que era Faya en el juego del ping-pong; hábil y practicante asiduo en este elegante juego, era el as entre compañeros y profesores.
Terminó la etapa de Humanística con nosotros en el Seminario de Oviedo y se marchó para el Seminario de León a estudiar los cursos de Filosofía. En el año 1960 dejó el Seminario y emprendió la vida laboral que le llevó a varios puntos de la geografía. Su itinerario laboral comienza en Gijón y después de sucesivos lugares: Málaga, Madrid, Libia (donde permaneció tres años) regresó a Gijón, recorriendo toda Asturias como comercial de papelería en los años siguientes hasta su jubilación.
Se casó en Gijón en el año 1968 y tuvo una vida familiar un tanto azarosa, rozando el córner alguna vez; la convivencia con Jesús se hacía a veces difícil.
Su salud no fue buena desde joven: a los 25 años sufrió una operación de reducción de estómago, situación que se repitió en la década de los 80 estando en Libia. Esta situación explica lo poco que comía y su cuerpo mínimo; su presencia no hacía honor a la ‘faya’ robusta, árbol autóctono de Asturias. Hablando en términos de boxeo, más que peso ‘pluma’, era peso ‘mosca’ o ‘minimosca’.
En estos últimos años se agudizó su enfermedad según la apreciación de los médicos y a ojos vista. No se cuidaba lo suficiente de tal modo que era progresiva su enfermedad: la secuencia ‘de una muerte anunciada’, que le llegó cuando no la esperaba.
Así fue su biografía externa.
Y el ‘alma’ de Faya, ¿cómo era?
No todos pero sí son destacables algunos rasgos valorados por todos los que lo tratamos.
Era proverbial su facilidad para relacionarse en todos lo niveles sociales desde el barman de un bar en Tineo hasta al mismo Rey. No necesitó leer el libro ‘Cómo hacer amigos’ de Dale Carnegie para aplicarlo en la práctica; era tan abierto con quien se encontraba que sin más lo consideraba ya amigo, con nombre y apellidos, y lo consideraba amigo para siempre; era amigo de muchos amigos. Tenía contactos presenciales muy frecuentes con componentes de varias asociaciones asturianas y era puntualmente asiduo a nuestras reuniones periódicas de covadonga52; es reconocida su relación y sintonía con el Centro Asturiano de Madrid; no había conversación en la que él no lo mencionase. Esta faceta de su personalidad la expresaba irónicamente un compañero al conocer su fallecimiento: ‘seguro que se las arregló para encontrar la forma de entrar en el Corazón del Padre’.
Otro compañero en un comunicado póstumo escribía: ‘Descanse en paz. Ahora podrá hablar sin que le interrumpan’. Era un conversador incansable, repetitivo muchas veces y lento en la exposición… por lo que a veces resultaba pesado. ¡No me apures!’ era una expresión frecuente de él; se acompañaba siempre de uno de sus pequeños placeres: un buen vino de Rioja, un vasito o dos... Ahora no necesita ya cronómetro alguno ni mirar el reloj… ¡¿será eso… la eternidad: un instante?!
Le gustaba vestir con elegancia: con cortes de pelo cuidados y corbata con traje de marca, siempre impecable en el porte, de ‘punta en blanco’ según el dicho popular.
Que el Señor de la Vida le haya encontrado ‘con el vestido de boda’ para participar en el Banquete preparado también para él.
Un nutrido grupo de compañeros, acompañados de su familia, despedimos a Jesús Faya en la iglesia parroquial de San José de Gijón para la celebración de las exequias por su eterno descanso; en la misa se entonaron cantos, también en gregoriano, como él hubiera querido.
En el paraíso deduciendo a los ángeles, En tuo adventu sospechando a los mártires,
Y deduciendo el in civitatem sanctam Jerusalén.
En el Columbario de esta iglesia reposarán sus cenizas.
También guardaremos tu recuerdo, amigo Faya.
Olivar y Viejo