Julio Villanueva Álvarez, nacido en el barrio de Santa Marina de Mieres del Camino el año 1940 era hijo único de Julio y Oliva. Empezó en el Seminario Menor de Covadonga el año 1952 con otros 110 chiquillos. Completó los estudios de Humanidades, Filosofía y Teología, recibiendo el sacramento del Orden Sacerdotal el 28 de junio de 1964. Desde el inicio de sus estudios tuvo problemas serios de la vista hasta tal punto que se le negaban las Órdenes Sagradas por parte de alguno de sus superiores, prevaleciendo el criterio evangélico de que ‘los ciegos ven y los cojos andan (para anunciar el Reino)’ y la influencia de D. Samuel Miranda; pudo desempeñar sus tareas de sacerdote sin trabas mayores hasta la edad de la jubilación. En los 10 últimos años, su enfermedad fue creciendo hasta llegar casi a ceguera total, no sin antes haber ‘peregrinado’ repetidamente a diferentes Clínicas Oftalmológicas de Cataluña, Salamanca, Santander y Asturias. En Oviedo recorrió, como un paciente ‘obsesivo’, todas las Clínicas Oftalmológicas existentes; especialmente frecuentó la Clínica Fernández-Vega donde siempre recibió una atención profesional especial y un trato humano exquisito, tanto por parte de los doctores como por el personal de acogida.
Ordenado sacerdote en 1964 pasó durante siete años por varias feligresías del oriente de Asturias: Llanes. Cué, Andrín, San Roque, habiendo iniciado su tarea pastoral como coadjutor de Lugo de Llanera. En 1971 fue designado coadjutor de Cangas del Narcea y en esta zona privilegiada permaneció durante 30 años con nombramientos sucesivos de coadjutor/ecónomo/encargado de Cangas del Narcea, Monasterio del Coto, Agüera, Bergame, Cibuyo y Berguño.
Su Simca 1000 ‘volaba’ por las estrechas y sinuosas carreteras de estas parroquias.
En esta zona encontró ‘su segundo hogar’ entre los compañeros sacerdotes, los feligreses de esas parroquias y los chavales del IES ‘Cangas del Narcea’ donde él impartió clases de religión al 80% de la juventud de la zona. Sintonizaba muy bien con esta juventud que le valoraba por su dedicación, su ingenio y su amplia cultura en literatura clásica y moderna, y la afición musical que Julio compartía con ellos, pues poseía una abultada discografía que ponía al servicio de todos. Los chavales le querían de verdad; hablaban de D. Julio con gratitud y una sonrisa cómplice.
En 2001, debido a que su enfermedad iba avanzando, se jubila, cumplidos los 61 años, tanto de la enseñanza como de los encargos pastorales. Se desplaza a Salamanca invitado a participar de un curso de espiritualidad; de vuelta a Oviedo, se interna en la Casa Sacerdotal que fue. desde entonces, su lugar de permanencia continuada hasta el día de su fallecimiento. Aquí, mientras sus fuerzas se lo permitieron, llenaba sus días con viajes cortos y visitas a sus amistades. Fue pródigo, a veces en exceso, cuando tuvo dineros: sus manos nunca se cerraban ante las necesidades que encontraba por la calle mientras él pudo vivir su vida ‘en libertad’. Durante este tiempo sufrió situaciones personales obsesivas y serias perturbaciones psíquicas que le llevaron a internamientos temporales en la Clínica Mental Dr. Quirós.
En la Casa Sacerdotal siempre estuvo bien cuidado y atendido, pero no muy visitado ni valorado convenientemente dada su situación de aislamiento físico y psíquico – el diálogo con él era en base a monosílabos, como reconocía en la homilía laudatoria de la misa de funeral el Sr. Vicario General de la Diócesis – que él, ya vencido por la realidad que se imponía, aceptó con estoicismo o, en visión cristiana, como fiel servidor del ‘hágase tu voluntad’. Los enfermeros que le atendieron conocían bien su ‘terquedad’ y también el aprecio por los cuidados de cada día que ellos le dispensaban.
En la misa de funeral estábamos presentes una treintena de sacerdotes y un puñado de laicos. En la homilía del Sr. Vicario quedó repetida para los que allí estábamos una sentencia sentida y sensata: ‘son necesarios sacerdotes como Julio, ni más ni menos’; sabia consideración de aprecio y reconocimiento. A la semana siguiente de su fallecimiento los sacerdotes de la Zona de Cangas del Narcea creyeron oportuno celebrar una misa de funeral en la Basílica de Cangas: nos reunimos 11 sacerdotes y una nutrida asamblea de feligreses que D. Julio atendió en los intensos años de su estancia en la zona. Sus restos reposan en un panteón que el Arzobispado dispone en el Cementerio del Salvador de Oviedo.
Se fue ligero de equipaje: sin familia, sin libros, sin mp4, sin cartilla del Banco…
‘Ya que fuiste fiel en lo poco, pas