Aquí hacemos el primer aprovisionamiento de galletas, higos y frutos secos antes de alcanzar la Vega de Comeya.
Nos dejamos guiar por el sendero, bien señalado y bastante cómodo, hasta la amplia Vega de Belbín.
Nos encontramos ya faltos de agua, cuya necesidad nos acuciaría más tarde, bajando por Ostón y Culiembro. Por los datos que manejábamos, encontraríamos una fuente abundante ‘que mana y corre’ en la parte baja de la Vega de Arnaedo; en la soledad de esta vega bebimos, con ganas, buena agua, comimos alguna cosilla de alimento, descansamos lo imprescindible y, después de llenar a tope las cantimploras, emprendimos de nuevo el camino que asciende hacia la pradería y cabañas de Vega Maor.
Encontrábamos ganado caballar y vacuno en estas aún verdes praderas; ahora ya cruzamos entre rebaños de cabras. Intercambiamos algunas impresiones y preguntas al caso con un pastor que hacía sus tareas de la mañana; no habíamos cruzado palabra con nadie y no volveríamos a encontrar ser humano alguno hasta la llegada a La Senda del Cares. Entre apreciaciones de su trabajo diario de verano nos informó que no encontraríamos agua sino un ‘hilo tenue’, bajando Culiembro.
Ya habíamos caminado más de 7 horas. No habíamos ‘perdido’ el camino en ningún momento, algo extraño en nosotros con experiencia repetida de tener que desandar parte del camino en otras travesías anteriormente realizadas.
No faltó tampoco en esta ocasión el ‘despiste’: en la Vega de Ostón; nos dividimos para atravesar esta amplia majada y los que habíamos ladeado por la derecha gritamos a los que optaron por la izquierda que debían ascender a la collada donde se asientan la mayoría de las cabañas; allí, de nuevo rejuntados, encontramos la ‘buena señal’ que nos encaminó hacia la Canal de Culiembro.
Estábamos ya sin gota de agua.
Nos advertimos mutuamente sobre bajar la canal con tiento porque la arenilla fina hacía perder fácilmente el equilibrio; no obstante, las posaderas de uno se resintieron por un resbalón en la gravilla del empinado sendero, pero, pasado un primer momento de nerviosismo ante las posibles consecuencias, no impidió emprender de nuevo la bajada, que se nos hacía ya larga, larga. Estábamos entonces enfrente del Boquerón de Posadorio.
Eran las 4 de la tarde y sólo habíamos ingerido frutos secos, higos y chocolate; teníamos que llegar a la Senda del Cares a ver si, de alguna forma, podíamos coger agua del canal, pues ‘el hilo de agua’ de que nos había hablado el pastor se quedó en ná.
Por fin y un tantillo cansados llegamos al Caserío de Culiembro, hoy abandonado y en Puente Pando a La Senda del Cares; habíamos cubierto una parte importante del camino de la jornada. Al no poder acceder al agua del canal, nos sentamos a la vera del camino a comer ‘en seco’, esperando que alguno de los que cruzaban nos ofreciese una cantimplora al vernos ‘tan mustios’, pero no; tampoco nos atrevimos a abordar a los que regresaban porque iban ‘ligeros de equipaje’.
Fueron varios los momentos recordables vividos en esta larga mañana, pero el que no olvidaremos y quedará como anécdota ‘in secula seculorum’ fue la llegada a
Poncebos. En la primera terraza que encontramos pedimos cerveza en un vaso de sidra hasta el borde; cuando, al minuto, el camarero volvió con el pedido de otra mesa, le pedimos que ‘repitiera la dosis, por favor’; se sorprendió un poco de nuestras tragaderas y se sonrió: un buen profesional. Fueron los mejores euros gastados en mucho tiempo. Repuestos en el cuerpo y en el alma emprendimos la subida por la Canal del Tejo. Íbamos relajados porque disponíamos de tiempo suficiente y también teníamos las fuerzas suficientes aún. En Bulnes buscamos ‘posada’ y lo que encontramos no es muy digno de elogio precisamente, pero ‘había que pasar la noche’ y descansar en lo posible.
Una ducha, una caña, un paseo por el pueblo (visitando su augusta iglesia parroquial) y… a cenar en Casa Guillermina. Tomamos una copita de orujo como vasodilatador de la noche (media aspirina es un buen vasodilatador del día). En el albergue ya había otros montañeros ‘sobando’. Nos acomodamos como mejor pudimos y… hasta mañana, si Dios quiere.
A la mañana siguiente, día 1 de agosto: segunda jornada; después de prepararnos para
Pandébano. Como en el día de ayer, nos encontramos con un buen ‘repecho’ para empezar, que se hizo más duro por el barro que se encuentra en este tramo de recorrido por camino empedrado; todo se puede hacer más fácil con el cuidado necesario y con un pequeño esfuerzo añadido.. No estábamos en ninguna competición aunque queríamos aproximarnos en esta jornada lo más posible a Santo Toribio. Paso a paso, fuimos ‘haciendo el camino’ de subida, cruzamos Pandébano con una niebla baja, mañanera, que nos impidió contemplar con una mirada apasionada el Naranjo; por carretera nos acercamos hasta Sotres. Aquí desayunamos ’a conciencia’ y, después de aprovisionarnos de un poco de comida, iniciamos la subida desde los Invernales del Texu a Áliva siguiendo el curso descendente del río Duje
En la fuente abundante de las Vegas de Sotres nos detenemos a beber buena agua y a llenar de nuevo las cantimploras para no llegar al secañu del día anterior.
‘Pasín a pasín’, recordando alguna otra subida por aquí en tiempos pasados, fuimos ascendiendo, dejando a un lado y a otro las cresterías del Macizo Central. Peña Castil, Cabeza de Las Moñas, El Escamellao, Peña Vieja y las del Macizo Oriental: Pico Valdominguero, Morra de Lechugales…; la visibilidad ya era óptima y así pudimos una vez más disfrutar con esta ‘paz’ de Picos; a nadie encontramos en nuestro camino hacia los Puertos de Áliva. Con emoción dejamos Asturias y nos iniciamos en Cantabria. Al avistar la Ermita de La Santuca de Áliva, como la conocen los nativos, abandonamos el camino que conduce al Refugio de Áliva y acceso a las cumbres del Central y desviamos nuestros pies hacia la izquierda.
Al llegar a las praderas de Campomayor, que rodean esta pétrea capilla solitaria, allí nos ‘echamos’, como las vacas que, a estas horas del mediodía, se desentendían de ‘sus labores’ y descansaban plácidamente. La ermita, dedicada a La Virgen
de la Salud, es una obra de fábrica de las ‘de antes’ y parece que se encuentra en buen estado de conservación; la romería el día 2 de julio reúne a un gran número de peregrinos.
Como el tiempo aquí parece ‘que no corre’, hicimos una demora lo suficientemente larga para descalzar las botas, comer algo de las viandas y ‘rumiar’ con el ganado en este paraíso de pradera y de caliza, donde cada uno de los cinco o seis sentidos corren sueltos.
Pero, ¡hay que seguir! Decidimos seguir el camino ancho y en zigzag que va descendiendo hacia Espinama en busca del valle lebaniego de Valdeboró, siguiendo el curso del río Deva. De nuevo, el entorno se puebla de arboledas, de fincas cerradas y de artos en muchas fincas a la vera del camino.
En Espinama también hay cerveza para quitar el polvo del camino y un bonito rincón en el restaurante para sentarnos en sillas y acompañar el jamón y el chorizo con una ‘valiosa’ botella de vino. Son las 4 de la tarde.
Desde Espinama a Potes hay un sendero muy marcado, el PR-S7, que parte de Fuente Dé y llega a Potes. Comenzamos a recorrerlo creyendo que por aquí los kilómetros tienen 700 metros, pero no: se nos alarga mucho el recorrido de los 9.7 kilómetros que fuimos andando, deseando llegar al final de la jornada.
Leímos en una hoja de ruta que en Cosgaya “hacen perecer de una tacada a 63.000 guerreros musulmanes por el desmoronamiento de un monte” ¡Tanto cabalgar y cabalgar desde Covadonga para llegar a esto! Será verdad que la historia la escriben (o cuentan) siempre los vencedores…
En el pueblo de Los Llanos tuvimos la buena idea de llamar por teléfono a un Hostal en el que, podíamos pernoctar.
Confirmamos la reserva y ya teníamos otro ‘talante’ y otra soltura para recorrer los 4 kilómetros que nos separaban de Camaleño, final de etapa.
La reserva de este Hostal fue todo un éxito: su situación, las habitaciones que nos asignaron, la cena… una ‘fortuna’; no recuerdo lo que abonamos por estos servicios pero fue, como en Poncebos, de los dineros mejor gastados en meses quizá. Apunto el teléfono de contacto: 942733048.
Antes de la cena nos dimos un paseo por el pueblo, que resultó muy corto porque el pueblo no daba más de sí. Esperamos a que nos sirvieran la cena y creo que nos tomamos unas copitas del buen orujo de Liébana antes de irnos a dormir.