“MADRE MÍA”
En todos nosotros resuenan aquellas voces blancas:
“Madre mía de Covadonga, sálvame, sálvame, y salva a España”.
Un día y otro, y no nos cansaban. Había añoranza de madre: de cariño, ternura, cuidado, mimo; de hogar, de pan, de sonrisa, de aliento.
Ella, la biológica, nos ha bía enseñado a llamarla “Madre” de Dios y mía, que “ruega por nosotros”. Y acaso se fue basculando, por compensación, el sentido filial hacia esta Madre, y el fraternal hacia la comunidad. Raíz psicológica de posibles malformaciones y alejamientos familiares, a la vez que disponibilidad para dejarlo todo por el Reino de Dios.
Y la figura de Madre creció, nos acompaña y nos sigue haciendo como niños que claman: ¡sálvame y salva a la comunidad humana! No por habernos quedado en un infantilismo, sino por la misma razón que llamamos a Dios Padre, Abba, conforme a la experiencia y palabra de Jesús.
La liturgia y devoción cristiana ha vinculado a esta Madre, María, con otras grandes madres israelitas, liberadoras como Judit, o cantoras como Ana, la madre de Samuel:
“Mi corazón exulta en Yahvé, mi fuerza se apoya en Dios,
mi boca se burla de mis enemigos porque he gozado de tu socorro”(1Sam.2,1-2) que repite María en su Magnificat, como inspiradora de libertad universal que asume la causa de todos los rechazados de la historia humana, cantando en nombre de ellos la llegada del tiempo mesiánico.
Es la Hija de Sión, Madre mesiánica, a la vez que madre histórica, que colabora con Dios y con nosotros. Con Dios porque es “su Madre”: le engendra en la encarnación de la Palabra a través de su carne real de persona y mujer, que se expresa en forma de comunicación personal y de diálogo en libertad, no en sometimiento. Dios se hace carne concreta en Jesús; el misterio es que la carne humana es manifestación de la vida de Dios. Hace poco me maravillaba escuchando a una joven y primeriza madre cómo descubría a Dios en la vida de su hija. María colabora dando y compartiendo su vida, su cuerpo virgen, o sea, capaz de expresar el poder del Espíritu de Dios de manera inmaculada.
Para María, fe es acogida y colaboración humana. Por Jesús podemos llamar a Dios, Padre y a María, “Madre mía”.
1 de Enero del 2015. Fiesta de María, Madre de Dios.
Angel Solís A.