Orandi en la memoria. ¡Volver a Orandi!
¡Orandi, recuerdo de un lugar mágico y evocador! Subíamos algunos días de fiesta, siendo niños (y posteriormente en el Cursillo de Verano, primera Universidad de Verano), y parecía una pradera ‘inmensa’ a los ojos de aquellos niños de 12 /13 años. La pradera permitía delimitar varios campos de fútbol para correr tras la pelota aquellos dos centenares de niños enjaulados en el Seminario durante la semana. Corríamos sueltos por aquella vega, persiguiéndonos a lo largo del aquel riachuelo, el río Las Mestas, y reconociendo cuadras y cabañas con sus enseres. Un recuerdo muy vivo permanece aún: cuando nos asomábamos a la boca grande de la cuevona, al sumidero kárstico bajo el Monte Auseva, donde desaparecen las aguas del riachuelo para mostrársenos ‘misteriosamente’ 800 metros más abajo en la Cueva de la Santina, a veces con el fragor de un chorrón´.
Hasta Orandi subíamos por el camino corto: la senda que sale en el camino del cementerio y que ahora señala el indicador como recorrido GR-202 hacia Omeya, Balbín y Poncebos, remontando en zigzag la fuerte pendiente del bosque La Matona en el Monte Auseva.
El GR-202 continúa desde Orandi hacia la majada de Severín para alcanzar la vega de Comeya;
el PR-AS 224 se desvía al fondo de la Vega hacia la izquierda, para alcanzar la carretera de Los Lagos en Moferos.
Algunos volvimos a subir a Orandi, en recuerdo de una época entrañable, comprobando la dificultad que ahora, en la edad madura, nos supone la senda de La Matona.
“Una pequeña vega con invernales en el sitio denominado El Campu L’Escobiu. Aunque sus dimensiones son moderadas y responde más bien a las características de un valle ciego, lo cierto es que reúne los requisitos suficientes para ser considerado en cierta medida un poljé: formación kárstica de fondo plano con terra rossa en la base, cauce sinuoso, paredes en escorrentía hacia la cuenca y sumidero. Su modesta altitud y su cerramiento la convierte en un lugar ideal para su aprovechamiento ganadero mixto, a siega y diente en los entretiempos”.
(de un artículo encontrado en alospicos.com)
Una vez desfogados, bajábamos por la misma senda de la subida hacia el Seminario en el valle del Santuario.
“‘Como el ciervo que a las fuentes de aguas frescas va veloz…’ La imagen del salmo se recrea en Covadonga. Las aguas del río Mestas, que discurre por la Vega de Orandi, sirven para saciar la sed de todo tipo de animales que indiscriminadamente pastan en esta vega, creando un paisaje idílico, otoñal y primaveral. El Mestas se sume en los cimientos del Auseba para presentar una de las imágenes bellas y buscadas en la contemplación de lo sublime: las cascadas que emanan de la pared vertical de la Santa Cueva, dando un espectáculo de gozosa magnificencia.
Estas mismas aguas surten el caño de la llamada ‘Fuente de los matrimonios’, que reparte el agua en una fuente hexagonal con los seis caños de flujo permanente; este símbolo ha sido recogido en el cancionero popular ‘…la neña que de ella beba dentro del año se casa’. Cascadas que se aúnan en ‘el pozo de las monedas’. El agua fluye por desaguadero bajo la carretera de acceso, formando un corto riachuelo – río Deva – por el llamado ‘Parque del Príncipe’ hasta encontrarse con las aguas de discurren desde la Huesera – río Reinazo – para formar el río Covadonga que vierte sus aguas al Sella. Las aguas en Covadonga, además de fertilizar el valle, son espectáculo de la madre naturaleza y sacian, en sus múltiples fuentes históricas, la sed de los peregrinos. ‘Danos siempre de esa agua, que salta a la vida eterna…’ le decía la samaritana a Jesús al pie del pozo”
(Del un articulo aparecido en la Revista)